n Manuel Bartlett desnudó el proceso de elección


šDiez segundos de libertad para votar!, pidieron algunos priístas

n La cargada avasalló y sigue ahí, reprochó el ex gobernador poblano

Elena Gallegos n En unas cuantas frases, y como fin de fiesta, Manuel Bartlett desnudó el proceso de elección de candidato del PRI a la Presidencia. Los priístas de alcurnia, los de medio pelo y hasta los pocos de base que se colaron, lo oyeron en silencio: la contienda no se apegó a las reglas; los gastos fueron escandalosos; la cargada avasalló y sigue ahí; la desviación de recursos se denunció en vano. Luego subió el tono y para evitar equívocos, con el índice apuntó a la primera fila que ocupaban líderes y precandidatos: "La competencia no ha sido equitativa, y eso štodos ustedes lo saben!".

Por todo eso, y a cuatro días de la fecha fatal, Bartlett convocó a la única liberación posible: la del voto. Luego todo pareció quedar en suspenso. De pronto, en la parte más alta del salón -a la que no llegan las candilejas ni los apapachos-, donde siempre terminan los de abajo, sin ningún pudor se hizo evidente que sabían de lo que les estaban hablando, y varias voces reventaron el momento: "šdiez segundos de libertad!", "šdiez segundos de libertad para votar!", gritaron.

Y también los gritos, secundados por aplausos que surgieron invariablemente en las últimas filas "porque las bases somos como las muñecas feas, nomás andamos por los rincones", lloriqueaban algunos, y uno que otro šduro! šduro!, hizo que por esos rumbos del auditorio "Plutarco Elías Calles" se extendiera el sinsabor de sentirse partícipes de una farsa.

"šYa sabemos quién va a ganar!", convino un dirigente estatal. "ƑQuién?", le replicaron. "šEl PRI!", se detuvo, y agregó: "Pero también sabemos quién va a perder". "ƑQuién?", le volvieron a replicar. Y sin más dijo: "šEl PRI!" y se fue.

Aunque los actores fueran los mismos, las frases sonaran a viejas y los propósitos y las promesas sufrieran el desgaste del tiempo, en el nuevo PRI concluyeron anoche -igual que comenzaron, entre desconfianzas, acusaciones y enojos- las campañas de los cuatro "precandidatos" con cuatro discursos para la televisión.

Dividido en aplausos y abucheos, el auditorio recibió a Francisco Labastida Ochoa, cuyos asesores estructuraron varios de sus planteamientos buscando el recuerdo de aquel otro discurso, el del 6 de marzo de 1994, el de Luis Donaldo Colosio. Así, aquel "veo un México..." fue convertido ayer en un "hay un México que exige justicia... hay un México que..." Pero la reacción que desató seguramente no fue la esperada. En amplios círculos del tricolor lo menos que se comentó fue: "šno se vale!"

A la postre, Labastida fue el único que mencionó al presidente Ernesto Zedillo. Dijo: "mi aprecio y reconocimiento por su visión histórica democratizadora. Ha sido él, sin duda, quien inició el cambio". Para el anecdotario: no obstante que hizo una breve pausa, en este punto nadie aplaudió.

El segundo turno -la suerte así lo decidió-, fue para Humberto Roque Villanueva. Improvisó y no llenó expectativas. Sus compinches no se tocaron el corazón para censurarlo: "Lo que es no darle importancia a los documentos", lamentó un delegado. Otro describió la fallida intervención como una "reminiscencia de los viejos concursos de oratoria que hacía el partido para afiliar jilgueros" y alguno más se burló: "Sería un buen candidato para el Verde Ecologista". Sin embargo, sus seguidores, empeñosos, repartieron a quien se les puso enfrente, pegotes tricolores que rimaban: "šNo se haga bolas, ni se equivoque... Vote por Roque!"

A lo mejor por el "Día de Muertos", tal vez porque así les gustó, quizás como presagio o por el efecto de las luces, lo cierto es que anoche el nuevo PRI estrenó atril negro. Desde ahí, el ex secretario de Gobernación hizo la más dura descalificación del proceso. Los líderes formal y moral, José Antonio González Fernández y Fernando Gutiérrez Barrios -"su tupé se fue achicando conforme discurrió la campaña", observó un conspicuo priísta-, escucharon la andanada.

Cuando el último en la lista, Roberto Madrazo subió al escenario, los priístas contuvieron el aliento. Ni un ruido. Ni uno solo. Contra lo esperado, el tono fue suave, mesurado. "Hay insistencia -les dijo- en resolver este proceso con fórmulas agotadas hace tiempo". Unas líneas adelante vino la velada advertencia: "Si no modifican provocarán frustración y enojo en todos los que han creído y confiado en la oferta democrática que el partido ha tenido".

Eso fue todo aunque todo está aún por verse. Labastidistas y madracistas propalaban -casi con las mismas palabras y las mismas cifras (los primeros sostienen que llevan delantera en 200 distritos, los segundos aseguran que ganarán 204)- su triunfo.

"La elección -confesó probado mapache- será del que logre colocar a su gente en los primeros lugares de las colas que se harán en las mesas de votación. Como nunca cobrará vigencia aquello de que "al que madruga Dios lo ayuda" Ƒte acuerdas? verás como este domingo el que llegue más temprano con su gente será el ganador. La gente de Pancho y de Roberto lo saben, bien que lo saben".

Afuera, uno de los personajes más controvertidos de esta etapa del nuevo PRI, el publicista Carlos Alazraki, el que diseñó la campaña de Madrazo, se quejaba del trato recibido: "no pudimos entrar porque ya era tarde". ƑSeguirá trabajando con Madrazo si gana? "Ay no sé, no me contrato solo", respondió.

En los alrededores de la sede priísta, pequeños grupitos de simpatizantes vitoreaban a sus candidatos. Los personajes de las primeras filas salían del salón para ofrecer entrevistas y poner su mejor cara para asegurar que "las cosas van de maravilla. ššDe-ma-ra-vi-lla!!"

Pero ya Manuel Bartlett había convocado a las bases a liberarse y éstas le habían respondido a gritos: "šdiez segundos de libertad... diez segundos de libertad para votar!" Con eso, todo estaba dicho.