La Jornada jueves 4 de noviembre de 1999

Astillero Ť Julio Hernández López

El discurso pronunciado anoche por Francisco Labastida Ochoa, en la sede nacional del PRI, estableció con precisión cuál es la principal preocupación del oficialismo: la unidad, es decir, el respeto de los demás contendientes (o, más bien dicho, del único verdadero contendiente, Roberto Madrazo) a los resultados de la elección del próximo domingo.

Labastida tejió su discurso en torno a una idea central: quienes participaron en un proceso con determinadas reglas, deben aceptar los resultados. El destinatario de las palabras del sinaloense no fue otro sino Madrazo. La medida del riesgo de ruptura que perciben los labastidistas la da la insistencia en la idea de la unidad y la elaboración de frases que pretenderían demostrar convicción propia de respeto a los resultados y, a la vez, de reto a los contrincantes (al contrincante) a comprometerse pública e irreversiblemente a lo mismo.

Roberto Madrazo, por su parte, se instaló en un discurso sobrio, de referencias constantes a la necesidad del cambio, de denuncia de las inercias que pretenden frenar las posibilidades democráticas al interior del PRI, y, en un giro de mercadotecnia,a asumirse ya como candidato presidencial priísta, adelantando cuáles serían sus compromisos en tal situación.

Pero, por encima de todo, hubo una actitud ambivalente del tabasqueño en cuanto al compromiso de respetar los resultados del próximo domingo: Madrazo no sentó anoche las bases de la ruptura, ciertamente, pero tampoco hubo un compromiso emotivo, indudable, claro, de seguir adelante en el PRI pasase lo que pasase el próximo domingo.

De cualquier manera, la nomenklatura tricolor, reunida en su sede nacional, salió contenta, con la confianza de que el domingo terminará con broche de oro la obra experimental del dedazo posdatado.

El recuerdo de Don King en las ceremonias de pesaje

El cierre particular de las campañas de cada uno de los precandidatos presidenciales priístas hecho ayer, en el último día en el que fue válido promoverse individualmente,fue como en algunas peleas de box de las organizadas en Las Vegas por Don King: andanadas de golpes cuando la campana estaría por sonar; demostraciones de belicosidad extrema a última hora, para demostrar al respetable que el resultado no estaba arreglado.

Aunque, como en las peleas bajo sospecha, ya refugiado cada cual en su banquillo, los peleadores estelares (el retador, Kid pleonasmo, o sea Madrazo, y el campeón reconocido por las autoridades, Pancho Pinos, de apellido Labastida) se someten a la decisión de los jueces, del réferi que desde antes de que iniciara el combate ya tenía apuntado el nombre de quien habría de ser obligadamente el triunfador oficial.

Pero, por más fuegos artificiales con los que se pueble el firmamento, la realidad de la planicie obliga a mantener la vista en los detalles terrenos, concretos, y no en los etéreos de los discursos y los tonos.

Dígase lo que se diga, ha quedado totalmente demostrado que el sistema ha defendido y arropado de la mejor manera que le es posible a su hechura, al heredero designado al que, para educarlo en la competencia, para prepararlo para los graves retos que el futuro le reserva, se le fue llevando adelante ya no entre las alfombras de antaño sino entre terracerías nunca antes conocidas.

Ese sistema, por tanto, sólo se atrevió a amonestar de manera pública al emblema de la manipulación gubernamental en favor de Labastida, el bulldozer Albores Guillén. Amonestación pública, como si la anterior, formalmente privada, no hubiese sido ya absolutamente del conocimiento público. Amonestación pública, pero nada más, porque en el fondo, el chiapaneco no ha hecho nada distinto de lo que hacen sus colegas, salvo por los matices descuidados, por el desaseo, por las huellas dejadas torpemente por el camino. Hagan lo que deben hacer, señores gobernadores, fue el mensaje, pues en el peor de los casos, aun cometiendo los errores extremos del chiapaneco, su castigo por entregarle buenas cuentas a la superioridad sería una amonestación, primero privada, luego pública, y nada más.

Ese sistema, además, ha envuelto en el manto de la verborrea la acusación de que en Plaza Río de Janeiro 50, de la capital del país, opera una especie de casa de seguridad electoral de propiedad federal y en la que cohabitan tranquilamente elementos de seguridad nacional del gobierno federal y organizadores de la campaña del sinaloense. Igual destino de olvido se trata de dar al asunto, de haber tenido mayor fortuna que la declarada y no haberlo explicado.

Ese sistema, por lo demás, ha ofrecido a Roberto Madrazo impunidad, y cargos y prebendas, para que continúe con el espectáculo del dedazo a largo plazo. Y Madrazo está a punto de mandar al archivo muerto las acusaciones de los gastos de su campaña de gobernador, del uso del erario tabasqueño para negocios personales, del patrocinio de la santísima trinidad carlista (Salinas, Hank, Cabal Peniche), del río de dinero usado para su actual campaña presidencial.

Por eso, ayer, en sus cierres personales de campaña, los boxeadores principales salieron en el último round a tirar golpes (los comerciales de televisión en los que se esfuerzan en demostrar que el salinista es el otro), a dejar en el público la impresión de que la pelea va en serio. La cargada labastidista matutina ya sin pudor, como preámbulo de lo que viene el domingo. El pataleo madracista, como elemento para encarecer las negociaciones conciliadoras, o acaso como argumento necesario para intentar otro reto a la debilidad zedillista, impugnando resultados, desconociendo al triunfador, alentando tomas de edificios priístas, exigiendo una asamblea nacional, pidiendo segunda vuelta.

Total: ha terminado el intercambio de golpes. Ya nada más falta que, el domingo, el dedo supuestamente amputado demuestre que sigue bien puesto en su lugar.

Astillas: Roque presentó con sobriedad anoche, en la sede priísta, su programa de candidato a senador por el estado de Coahuila. En el fondo, ha sido el gran ganador del proceso interno priísta: de la nada política (la dirección de la Aseguradora Hidalgo) se construyó una decorosa opción... Bartlett, por su parte, en la misma ceremonia, pareció estar más interesado en buscar la presidencia nacional del PRI que una embajada...

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