La Jornada miércoles 3 de noviembre de 1999

Carlos Martínez García
Breve comentario sobre un largo obispado

HOY CUMPLE 75 años el obispo de San Cristóbal de las Casas, Samuel Ruiz García, edad a la que de acuerdo con las normas del Vaticano debe presentar su renuncia al puesto que desempeña. Le faltan poco más de dos meses para completar cuatro décadas al frente de la diócesis coleta. El tiempo que siga al frente de la misma depende del papa Juan Pablo II, quien puede inmediatamente nombrar a un sucesor de don Samuel, o esperar algún tiempo para hacer el movimiento en circunstancias plenamente favorables a los intereses del alto clero romano.

Antes del alzamiento zapatista, Samuel Ruiz García era bien conocido en los círculos de la Teología de la Liberación. Después de la aparición pública del EZLN, el obispo alcanzó dimensiones internacionales, sea por su papel de intermediario en las negociaciones gobierno federal-Ejército Zapatista, o por la función que varios medios y analistas le adjudicaron como factor importante en la concientización de los indígenas acerca de sus derechos. Incluso, en un esquematismo caricaturesco, se alzaron voces que lo señalaban como el instigador y hasta dirigente de la causa de los rebeldes. Es un reduccionismo interpretar la línea pastoral de Ruiz García a la luz de su involucramiento en las causas que llevaron a la insurrección zapatista, aunque fue un tenaz crítico de la injusticia estructural no estuvo de acuerdo en la vía armada. Más bien es al revés: una convicción y práctica pastoral de muchos años se expresa en un eslabón más, el más vistoso y de repercusiones nacionales, de manera consecuente con el historial de una fe asumida y vivida en el contexto de una jurisdicción eclesiástica muy pobre y con alta población indígena.

El compromiso político del obispo es resultado de su teología y esto queda nítidamente consignado en el libro que por estos días se ha puesto en circulación, La búsqueda de la libertad, entrevista que le hizo Jorge Santiago Santiago a don Samuel: "Toda acción es política. El pensar, el hacer poesía o el caminar. Dentro de estas acciones hay una interpretación y lectura de las fuerzas que hay en la sociedad. Si dentro de la organización de la diócesis hay alrededor de 8 mil catequistas, esto tiene un efecto político, en cuanto que influyen dentro de la sociedad... Si yo predico algo, cualquier asunto que toque, aunque sea de la mística o de cualquier otra situación, tiende por su propia naturaleza a mejorar a la persona en su actuar dentro de la sociedad, por lo que es una acción radicalmente política". Desde esta perspectiva, estamos ante una religionización de la política antes que una politización de la fe.

La línea pastoral de Ruiz García es resultado de un itinerario personal, y comunitario, que se fue gestando poco a poco. Cuando el obispo tomó posesión de su cargo, el 25 de enero de 1960, era un clérigo tradicional, conservador, anticomunista y formado en la ortodoxia preconciliar. Fueron varios factores los que transformaron la visión del entonces joven obispo. El Concilio Vaticano II (1962-1965), que fue un cónclave para poner al día a la Iglesia católica y su misión en el mundo, representó un hito muy importante en la historia pastoral de Samuel Ruiz. La mismas composiciones étnica, social, económica, cultural y religiosa de la zona chiapaneca bajo la jurisdicción de la diócesis de San Cristóbal hicieron ver al obispo que era necesario contextualizar los trabajos eclesiásticos para ser pertinente al mundo indígena marginado por siglos y terriblemente empobrecido.

Entre mediados y finales de los años sesenta, cuando ya don Samuel estaba desarrollando programas de capacitación para que los indígenas tomaran en sus manos la catequización de sus coterráneos, entró en contacto con otros clérigos y teólogos de lo que más tarde se conocería como la Teología de la Liberación y su opción preferencial por los pobres. Un elemento que estimuló a don Samuel para involucrar a los laicos en tareas de difusión de la fe, que pocos señalan, pero que me parece importante subrayar, es el crecimiento de los grupos evangélicos entre los indígenas. Dicho crecimiento se debe preponderantemente a la movilización de los creyentes, lo que fue observado por el obispo y aceleró su decisión de fortalecer la función de los catequistas.

Unos meses antes del primero de enero de 1994 hubo serios intentos por remover a Samuel Ruiz de su cargo. El entonces nuncio, Girolamo Prigione, le pidió directamente su renuncia. El motivo levantado por el alto funcionario del Vaticano fue que don Samuel sostenía énfasis contrarios a las enseñanzas del Papa. El proceso se echó a andar para destituir al obispo de San Cristóbal. Surgió el levantamiento zapatista, y la intermediación de don Samuel en las conversaciones de paz pospuso el juicio en el Vaticano ante la Congregación para la Doctrina de la Fe. Lo que no pudo ejecutar Prigione con tanto encono, lo cumple la edad a que llega el obispo. En poco tiempo sabremos si la querella de Roma en su contra sigue o ya cesó, signo de esto último sería el nombramiento de Raúl Vera como titular de la diócesis que deja Samuel Ruiz. *