La Jornada miércoles 3 de noviembre de 1999

Bernardo Bátiz Vázquez
Mi amigo Manuel

NUNCA ME HUBIERA imaginado oír al licenciado Manuel Bartlett Díaz defendiendo airadamente la democracia y acusando a sus contrincantes de pretender hacerlo víctima de un fraude electoral. Cuando me tocó tratarlo más frecuentemente, él era titular de Gobernación y yo secretario general del PAN: su papel era entonces totalmente diferente al que hoy desempeña.

Se le reclamaban a él los fraudes electorales y ante él se acusaba a los que los perpetraban, que eran generalmente sus propios compañeros de partido.

Pero el tiempo pasa y el mundo da muchas vueltas, tantas que todo se agita y altera, especialmente en la política; cuando traté con Bartlett y su segundo de a bordo, Fernando Elías Calles, lo que sucedió en la contienda electoral de Sinaloa, en la que compitieron Manuel J. Clouthier y Francisco Labastida y le hice ver que Maquío reclamaba un gran fraude en su contra, su respuesta fue más o menos ésta: "Clouthier nada tiene que hacer frente a Pancho".

Hoy, no muchos años después, parece que quien tiene poco que hacer frente a Pancho es precisamente Bartlett y se esfuerza, al menos así lo dice, en buscar equilibrio y equidad en una pelea en la que él no esta del lado "correcto", no es el candidato oficial, ni la cargada se da a su favor, por tanto lucha en franca desventaja. Le ha tocado como quien dice bailar con la más fea o de otra manera, está recibiendo una sopa de su propio antiguo chocolate.

Quién podría dudar de que, de los cuatro precandidatos priístas a la presidencia, es precisamente Bartlett, mi antiguo condiscípulo en la Facultad de Derecho, el más experimentado, el que tiene más tablas y el que ha sabido salir avante de situaciones políticas muy complicadas, sin embargo, no parece ser el señalado por el dedo de la fortuna.

Los analistas y comentaristas políticos más enterados, dan por un hecho incontrovertible, el que es precisamente su antaño defendido candidato a gobernador de Sinaloa, el que ahora ha recibido el honor de ser señalado como candidato "oficial" y así hoy, como cuando era un estudiante de derecho entre 1954 y 1960, nadie se imaginaba que iba a ser al correr del tiempo secretario de Gobernación y precandidato a la Presidencia. En 1987 no se imaginaba él que iba a ser Pancho su competidor y su competidor con ventajas; quien fue acusado de ser el autor intelectual de la caída del sistema en 1988, se encuentra once años después ante la amenaza de que otro sistema, el oficial, le caiga encima.

Seguramente, mi condiscípulo Manuel, estudiante ventajoso y aventajado desde la escuela, pensará hoy en sus ratos libres, después de una gira o entre un discurso y una entrevista, que la vida da sus vueltas y a veces es irónica y hasta burlona. Pensará como, al igual que en la novela de Mariano Azuela Los de abajo, le toca hoy ser el blanco fácil de los de arriba, los que tiran emboscados a los que desfilan descuidados en la hondonada.

Todo esto por supuesto, en la hipótesis tan insistentemente puesta en duda, de que la pelea por la candidatura presidencial del PRI, sea real y no ficticia y de que los candidatos se enfrentan de a deveras y no sólo como se había pensado inicialmente, como parte de una hábil puesta en escena para que su partido recupere algo de su menguada imagen. *