La Jornada martes 2 de noviembre de 1999

José Steinsleger
El país de Tribilín

UN ASESINO EN SERIE, uno solo y nada más que uno, acaba de confesar que en cinco años, de 1995 a 1999, violó, torturó y asesinó a cerca de 140 niños en 160 poblaciones de 11 provincias de Colombia. Se llama Luis Eduardo Garavito, tiene 42 años y le dicen Tribilín.

Tribilín dobló el récord de su compatriota Alfonso López, llamado El monstruo de los Andes. En los años 80, López confesó haber asesinado a 70 niñas de Ecuador, país vecino. Pero en cinco años, Tribilín asesinó a 140 niños, lo que arroja un promedio mensual superior a 2.33 niños. En abril pasado, el arresto de Tribilín fue casual y por una violación que era investigada.

En 1991, 2 mil 830 niños fueron asesinados en Colombia y en 1992, mil 529. Al empezar el decenio, un niño era asesinado cada seis horas en Bogotá. Cuadro que se agrava cuando a la estadística se suma el número de suicidios de menores de 11 años, que en 1991 llegó a 31, nivel sin precedente en el país.

En febrero de 1992, durante el Carnaval de Barranquilla, Oscar Rafael Hernández, joven reciclador de basura, fue secuestrado en la Universidad Libre, donde estaba recogiendo unas cajas de cartón. Oscar se hizo el muerto y sus captores lo llevaron hasta el anfiteatro de la Facultad de Medicina, donde lo metieron en una cubeta de formol y allí lo dejaron.

Durante un par de horas, Oscar permaneció inmóvil. Luego se levantó con cautela, y se vio rodeado de cadáveres de jóvenes adolescentes. Entre ellos reconoció a algunos de sus colegas recolectores, desaparecidos días antes. Encima de las mesas había restos humanos y baldes ensangrentados.

Semidesnudo, Oscar salió a la calle y echó a correr hasta que encontró un policía. Así fue descubierto el negocio que tenían montado algunos empleados de la universidad. En los días siguientes, las autoridades descubrieron los cuerpos de 11 personas más. Las víctimas eran llevadas al patio trasero del edificio donde los mataban a garrotazos. Sus cuerpos pasaban luego a la morgue de la Facultad de Medicina. Los asesinos vendían los cadáveres en 200 dólares.

En 1993, año en que Human Rights Watch registró la muerte de 2 mil 190 niños de la calle, María de los Angeles Parra Bernal, de 13 años, fue asesinada por un policía, porque se negó a bailar con él. Y Sandra Vásquez, de nueve años, fue violada y asesinada en el interior de la tercera Estación de Policía de Bogotá. Con una población cinco veces mayor que la de Colombia, Brasil tenía entonces un índice de 4.1 niños asesinados por día, contra seis del país andino.

El 22 de junio de 1993, Roison Mora Rubiano, de 16 años, cometió una travesura con un grupo de amigos. En Bogotá, desde un puente de la avenida Boyacá, les dio por arrojar piedras sobre los techos de los autobuses. Una dio sobre un vehículo militar. La cacería se prolongó varias horas por las calles aledañas. Cuando los muchachos creyeron estar a salvo, dos soldados les dispararon con sus fusiles Galil. Roison fue abatido y murió en el hospital.

El 4 de septiembre de 1994, 11 jóvenes fueron asesinados en el pueblo de Aguablanca por bandas de encapuchados. En febrero de 1995, una camioneta paró en la Plazoleta de la Macarena en Bogotá y sus pasajeros abrieron fuego contra cinco niños que dormían al lado de una iglesia. Tres murieron. El más joven de ellos, Asprilla, nombre de un astro del futbol colombiano, tenía 10 años. Todos estaban inscritos en un programa de rescate de los niños de la calle.

En América Latina, Guatemala tiene el índice per cápita más elevado de niños de la calle; Brasil es famoso por las ejecuciones masivas de menores y Honduras por realizar grandes ganancias vía secuestro y adopciones ilegales.

Pero Colombia encabeza la lista de países latinoamericanos donde se matan niños de la calle y donde se matan más niños en el mundo.

ƑCómo imaginar hechos que necesitan de muchos García Márquez para concebirlos en la ficción? ƑCómo surgen? ƑQué los posibilita? ƑBastan hipótesis como las del "asesino solitario", o hablar de "monstruos" y "psicópatas"?

Las víctimas de Tribilín no sólo eran "niños de la calle". Incluía a menores secuestrados del interior de colegios y escuelas, que vivían en familias constituidas, amparadas por un Estado constitucional y en un país que es sede de la oficina regional de Unicef para América Latina y el Caribe.*