La Jornada martes 2 de noviembre de 1999

Luis Hernández Navarro
El Frankenstein

A LO MEJOR POR LA CERCANIA del Día de Muertos, el viernes 29 de octubre, Francisco Labastida se disfrazó de Mary W. Shelley y escribió una nueva versión de Frankenstein, el viejo mito de la criatura surgida de la mano del hombre que escapa a su control. De acuerdo con el manuscrito del precandidato del PRI a la Presidencia de la República, el PRD creó en la UNAM un Frankenstein ųel CGHų y "se le salió de las manos" con el grupo de ultras que le ganó el movimiento.

A confesión de parte, relevo de pruebas. Si el precandidato a la Presidencia de la República por el PRI se lanza al ruedo de la huelga universitaria con peligro evidente de que el otro lo embista o el respetable lo abuchee es para tratar de salvar su propia responsabilidad en el enredo y para procurar evitar el inminente sacrificio de su subalterno, Francisco Barnés. El fantasma de la guillotina ronda por el cuello del rector y su antiguo patrón y aliado se ha sentido en la obligación de rescatarlo, aún a costa de enrarecer todavía más la atmósfera que rodea la huelga. Detrás de la metáfora de la huelga como monstruo el exsecretario de Gobernación lanza una advertencia: aunque el gobierno trate de arreglar el conflicto universitario con el PRD desde arriba, no podrá solucionarlo abajo; cualquier arreglo con los cardenistas está condenado, de antemano, al fracaso, porque no controlan el movimiento.

Calificar a la huelga de Frankenstein no deja de ser una ironía. Al hacer el símil Ƒestará Labastida reconociendo los méritos del movimiento estudiantil o, ignorante de la historia escrita por Mary W. Shelley, querrá convertir a la criatura en sinónimo de maldad? Quien haya leído la novela recordará que lo que este personaje siempre buscó fue la comprensión humana para compartir con los demás el amor, la virtud y los afectuosos sentimientos de su corazón. El monstruo, ingenuo, esperó hallar criaturas que, ignorando su fealdad física, lo amaran por sus virtudes. Pero muy pronto, el impulso hacia el bien no fue más que un recuerdo, y la felicidad y el amor que tanto había deseado se convirtieron en amarga y odiosa desesperación. En mucho, se volvió víctima de la incomprensión y los prejuicios de quienes sólo veían en él su fealdad externa y eran incapaces de reconocer sus cualidades reales.

De cualquier manera, la metáfora no deja de ser sugerente. El movimiento estudiantil estalló la huelga por una causa tan noble y generosa como los sentimientos que albergaba el corazón de Frankenstein: preservar la gratuidad de la educación pública superior en México para las próximas generaciones y rechazar el trueque de un derecho conquistado por migajas asistenciales. En el camino, las autoridades universitarias y muchos medios de comunicación han construido y divulgado una imagen grotesca y deforme de los estudiantes en lucha, usando sin pudor algunos sus propios defectos o inventándolos hasta volverlo irreconocible para los demás y para sí mismo. Y esa imagen se ha convertido, circunstancialmente, en realidad. Ante la opinión pública no existe ya el movimiento sino la caricatura que se ha hecho de él: líderes de peinados rasta, raza desmadrosa con pintura en la frente y el pecho, asambleas que son un gran slam, chavos exigiendo dejar atrás el 68 y mejor poner en práctica el 69, discursos que muestran un conocimiento erudito de la nueva picardía mexicana, personal vestido con harapos. Obviamente, todo eso existe, como existe en cualquier barrio popular de la ciudad de México, al lado de bardas llenas de graffiti. Al igual que su interior están presentes comportamientos que parecen una calca de la fina cultura política del Bronx priísta en la Cámara de Diputados, o de la tolerancia del croquetas Albores Guillén en Chiapas. Son los hijos de la desconfianza, juzgados en juicio sumario por atreverse a desconfiar. Como Frankenstein, han sido condenados y discriminados por su imagen y no por sus propósitos.

Cuando Francisco Labastida compara la huelga universitaria con Frankenstein no sólo trata de reinventar la insurrección de Roberto Madrazo en Tabasco para evitar su sacrificio. Esta anunciando, además, el tipo de medidas con las que piensa que le solución: aventarlo por la ventana del camarote de la represión. *