Ť Proverbial fascinación por el dinero y la fama
El caos, una constante para comercializar la obra de Dalí
Ť Su teatro museo de Figueres es de los más visitados en España
Mónica Mateos, enviada, Figueres Ť Llegar al centro del mundo de Salvador Dalí no es fácil. La ruta parece un laberinto para quien no está familiarizado con la obra del teórico del método crítico paranoico surrealista para acceder al arte. Aun para los que se creen conocedores de la vida y creaciones del pintor catalán resulta agobiante encontrar el sitio donde construyó su escenario eterno Salvador Dalí Doménech, marqués de Dalí de Púbol y ''singularidad de España", como dice el texto del Real Decreto por el que se le concedió dicho título.
El Teatro Museo Gala Salvador Dalí de Figueres es uno de los espacios más visitados de España, después del Museo del Prado de Madrid y, sólo hasta hace poco, del Museo Guggenheim de Bilbao. Es Dalilandia, lugar donde el intenso flujo de turistas no invita a detenerse para apreciar algunas de las obras maestras que ahí se exhiben.
El pasado 28 de septiembre el recinto celebró 25 años. Quienes pronosticaron que se convertiría en un caserón olvidado luego de la muerte de Dalí, ocurrida en enero de 1989, se equivocaron. Tampoco previeron que el objeto surrealista más grande del mundo ųcomo lo llamó su creadorų sería con los años una feria, más que extravagante, en decadencia, a merced de la caótica afluencia de fans dalinianos que no saben qué tipo de arte buscan. Y es que la reciente publicación de las biografías La vida desaforada de Salvador Dalí (Anagrama) y Dalí-Lorca, la pasión que no pudo ser (Plaza & Janés), de Ian Gibson, ha contribuido a popularizar la estrafalaria vida del artista.
Las últimas noticias acerca de la falsificación de litografías han puesto a Dalí en los titulares de la prensa internacional. Esta es la gran paradoja del legado de uno de los grandes pintores del siglo: a 10 años de su muerte, con obras de primer orden, pululan incluso hojas en blanco sin estampar, pero con la firma a lápiz de Dalí. La única justificación posible es la proverbial fascinación del artista por el dinero y la fama.
Infringir la regla de oro de la gráfica
Mientras la Fundación Gala-Dalí continúa el que parece interminable esfuerzo por controlar el caótico mundo de la comercialización de obras dalinianas, en el mercado internacional hay cantidades insospechadas de objetos susceptibles de ser atribuidos al pintor: pañuelos de seda, muebles, joyas, frascos de perfume y de anchoas.
Aunque Dalí siempre consideró su única ''pintura seria" los cuadros realizados al óleo, no le importó dedicar gran cantidad de tiempo a sus ''divertimentos", pues le eran más rentables. Descubrió que podía firmar hojas litográficas en blanco, realizar una acuarela y dejar que fueran otros los encargados de la edición y reproducción lo cual contraviene la regla de oro de la gráfica, que supone que el artista debe supervisar en persona todas y cada una de las obras del tiraje y luego inutilizar las planchas para garantizar el valor artístico.
Por ejemplo, recientemente se encontraron en casa de John Peter Moore, asistente de Dalí en los años cincuenta y sesenta, unas cien obras gráficas presuntamente falsas (los peritos aún no dictaminan) y se le decomisó una colección de obra auténtica que no estaba catalogada por la Fundación Dalí. Mientras se investiga, suspendieron el proyecto de Moore para filmar La Divina Comedia, película basada en ilustraciones del pintor catalán, inspiradas en la obra de Alighieri. (La Jornada, enero 1999).
La única obra ''ciento por ciento auténtica" de Dalí incluye las telas al óleo, de las que pintó unas 800. Hay pocas falsas y las más importantes se hallan en los principales museos de arte contemporáneo del mundo o en colecciones privadas, como las fundaciones Katherine y Reynolds Morse de Saint Petesburgo (Florida) y la Gala Dalí.
Así, lo único seguro es el dinero que no deja de fluir. Por ejemplo, para realizar el montaje de la obra Daaalí, que el grupo catalán Els Joglars presentó en Buenos Aires el pasado fin de semana, se tuvieron que pagar a la fundación 3 millones de pesetas por derechos de autor, aunque el director Alberto Boadela no tuvo pudor para rematar su obra con un pasaje que tacha de ''buitres" del arte a quienes manejan los intereses económicos dalinianos.
En el corazón de Dalilandia hay una cripta solitaria, rodeada por una espectacular colección de joyas hechas en oro puro. Es un lugar ''sin chiste" para los visitantes, donde no se entretienen demasiado, pues para ellos Dalí no es una lápida gris en la penumbra, sino la brillante locura del mundo que construyó a su alrededor y que cualquiera puede comprar para llevar a casa.