Ť Alberti en Bellas Artes/ y III Ť
Ť Elena Poniatowska Ť
''Y ahora, puesto que aquí estamos los españoles que hemos hecho la guerra y pedimos asilo a México (gran aplauso), los españoles que recibimos la hospitalidad del gran presidente Cárdenas, voy a leer dos poemas de la guerra, uno de cuando llegaron las Brigadas Internacionales''. Yo estaba en Madrid, y recuerdo que una noche muy oscura en que yo regresaba de la Alianza Intelectual de Antifascistas encontré mucha gente en la oscuridad del Paseo de la Recoleta; yo no podía saber que había tantos soldados durmiendo allí. Entonces hubo alguien que me tiró así del pantalón y en un español muy champurreado me dijo: ''Mire, Ƒésta ciudad es bonita?" ''Hombre, creo que sí, la verdad, esta ciudad es de las más bonitas". Era extranjero. Me dijo: ''No sé si a lo mejor voy a morir, pero si debo morir quiero morir defendiendo una ciudad hermosa". Yo hice este poema a las Brigadas Internacionales que fue muy famoso en España durante la guerra y se recitó por todas partes. (Un grito parte de la oscuridad del lunetario: ''Sonido, no se oye". Alberti responde: ''Yo no tengo la culpa". De nuevo, lo aplauden. Este poema se recitó en la despedida de las Brigadas Internacionales en Barcelona. ''Venís desde muy lejos... más esta lejanía/ Ƒqué es para vuestra sangre, que canta sin fronteras?/ La necesaria muerte os nombra cada día,/ no importa en qué ciudades, campos o carreteras/".
Poema para Niebla
Como un trágico experimentado Alberti cambia el tono dramático para contarle a sus oyentes que le hizo un poema a su perro que se llamaba Niebla. ''Este perro me lo regaló Pablo Neruda, lo encontró una noche de niebla en Madrid y tenía la pata rota. Neruda, que no tenía azotea en su casa, lo trajo a la mía y ese perro pasó conmigo toda la guerra hasta la caída del Castellón de las Armas. Ese perro pasó muchísima hambre en Madrid, cada vez que tenía yo alguna lata de algo que me regalaban por allí en algún regimiento, él se sentaba delante de la lata y no me dejaba acercarme para nada. (Carcajadas) Después el pobre, yo lo mandé con mi familia al Castellón de las Armas cuando Franco cortó el mapa de España. Se tuvieron que quedar fuera toda la gente de Castellón, entre ellos mi perro. Cuando mi suegra (la madre de María Teresa León) se fue para Valencia, el perro, completamente desorientado, se quedó en medio de la carretera y pienso que seguramente fue una de las víctimas del franquismo... (Risas) Era impresionante durante la guerra en Madrid, durante los bombardeos, los perros perdidos, porque la gente se marchaba de Madrid, se escapaban, claro, pues no había mucho sitio para los perros y los dejaban abandonados y se veía a los perros corriendo completamente desorientados en la noche, entre las ruinas, los escombros escondiéndose de los soldados y Niebla, ese perro, mío, y esta es una estampa de los perros de Madrid".
''A Niebla, mi perro"./ Tú no comprendes, lo cantan tus orejas,/ el tabaco inocente, tonto de tu mirada,/ los largos resplandores que por el monte dejas,/ al saltar, rayo tierno de brizna despeinada/."
Al terminar los dos poemas de los que sólo transcribo fragmentos, Alberti capta que el público se ha entristecido y casi les canta: ''Se equivocó la paloma/ Se equivocaba./ Por ir al Norte, fue al Sur/ Creyó que el trigo era agua/ Se equivocaba./ Creyó que el mar era el cielo, que la noche la mañana/ Se equivocaba./ Que las estrellas rocío;/ que la calor, la nevada/ Se equivocaba/ Que tu falda era su blusa; que tu corazón su casa./ Se equivocaba./ (Ella se durmió en la orilla./ Tú, en la cumbre de una rama./'' Habla de otra paloma, y dice: ''Fue la primera canción que escribí al acabarse la guerra nuestra. La escribí en Francia y al llegar a Argentina, un argentino muy joven, diecinueve años, Juan Carlos Guastabino, le puso música y desde entonces esta canción se canta en todos los idiomas. Yo la he oído hasta en China, en Rumania, en la Unión Soviética, en el cielo, en la tierra y en todo lugar".
(Entre bambalinas, su esposa María Asunción Cruz lo videograba todo el tiempo. De pie, mientras Alberti habla sentado frente al público, ella sostiene la cámara sin descanso, sin dejar de sonreír, como si le rezara a un santo que va a hacerle un milagro.)
García Lorca, la verdadera muerte
Alberti se ensombrece, su voz se engruesa. La guerra comenzó con el asesinato de Federico García Lorca el día 19 de agosto en su Granada. ''Después continuó la guerra con la salida de Antonio Machado a pie por la frontera, Antonio Machado, un hombre sencillo muy mal cuidado, vino y sacó un papelillo todo arrugado y me dijo: 'Amigo Rafael, me ha conmovido muchísimo la muerte de Federico García Lorca, es un crimen tremendo, es una culpa contra Málaga'".
Alberti, quien escribió el primer poema que se dedicó a Federico García Lorca por su muerte, va devanando lentamente sus recuerdos. ''A Federico le daba miedo estar en un cuarto oscuro, pasar la mano por la pared, pensaba que la mano se la iban a agarrar. Le daba miedo bañarse en el mar, y Federico pensando que quizá ya Madrid estaba bastante revuelto, bastante levantado, había muchas malas noticias, estaban los falangistas que mataban obreros, Federico creyendo que en su Granada no le iba a suceder ninguna cosa, se fue a Granada. Y ahí en Granada, su Granada, fue donde la muerte le sucedió.
''Todos nosotros llevamos nuestra muerte al lado. Todos tenemos nuestra muerte que nos está vigilando, en cualquier lugar, cuando menos debe estar, pero Federico no tuvo su muerte. Federico García Lorca halló su verdadera muerte, encontrada en su propia Granada."
Recita: ''Se rindió caminando entre fusiles,/ por una calle larga, salir al campo frío/ aun con estrellas de la madrugada/ mataron a Federico cuando la luz asomaba,/ el pelotón de verdugos, no osó mirarle a la cara/ (...) Muerto cayó Federico sangre en la frente y plomo en las entrañas./ Que fue en Granada el crimen, sabéis,/ pobre Granada, en su Granada./(...)"
''Yo no había ido nunca a Granada, yo que le había prometido a Federico ir a trabajar con él a su huerto, sólo fui a Granada después de los 29 años que yo pasé fuera de España. Esa balada del que nunca fue a Granada hecha a Federico, se divulgó mucho por todas partes: Un gran cantante, Paco Ibáñez, cantó esta canción que estuvo prohibida en España..."
Ser inmortal
Alberti recita la balada y dice con voz triste que ''nunca fue a Granada mi cabeza cana" y le rinde honor a la sangre querida del mejor hermano.
Al final lee un poema ''bastante burlón", y explica que en el mundo de la pintura, hay un gran pintor, flamenco, que se llama Jerónimo Bosh, el Bosco, que pinta los pecados capitales y el Juicio Final de una manera satírica. ''Don Felipe II tenía una inmensa admiración por toda aquella cosa de los pecados que el Bosco representaba de manera tan sorprendente y resulta que en España, en El Escorial y en el Museo del Prado tenemos una bastante extensa colección de los cuadros del Bosco, de Jerónimo Bosh, donde se representan el Juicio Final y los pecados capitales. Este poema está hecho de una manera burlesca. Alberti tararea y baila el diablo picudo que pajarea, conejea, humea, ventea y trompetea por un embudo. Resaltan las palabras cantar y reír, oler y tocar, comer, fornicar, dormir y dormir, llorar y llorar. ''Androque mandroque, llama el palitroque./ Pío, pío, cabalgo y me río/ me monto en un gallo y en un puercoespín".
Recita también ''El General", el único que ha quedado después de que se ha acabado el mundo con la guerra atómica, despierta, y sin conocer nada de lo que ha pasado, sueña con una nueva guerra. Alberti explica que el del general y el del diablo son poemas escénicos, de teatro y quiere que lo veamos ahora convertido en un mendigo, imagínense una mañana empezando el alba, hace un frío enorme. En la puerta de una iglesia, alguien pide limosna, y Alberti canta obsesivamente repitiéndose hasta el hartazgo: ''Señoras y caballeros,/ una limosna a este viejo/ por el amor de Dios una limosna,/ por el amor de Dios una limosna,/ por el amor de Dios, una limosna./ Me dan una limosna por el amor de Dios./ (...) Para este pobre viejo, por el amor de Dios,/ una limosna. (...) ƑNo tiene una limosna, por el amor de Dios, para este pobre viejo?/ Para este pobre viejo, que se muere de frío, Ƒno hay una limosnita?/ (El poema se vuelve un cántico, una plegaria, Bellas Artes adquiere un solemne aire catedralicio, la voz del poeta actúa como los encantamientos, es un encantador de serpientes, hipnotiza. Después de la ovación toda fervor, Alberti lee un poema dedicado a Argentina) ''(...) Dejé de oler la mar, dejé de olerte,/ dejé por ti, todo lo que era mío/".
Cae el telón y el público vuelve a ovacionarlo de pie, Alberti ahora también de pie, cada vez que la cortina se abre inclina la cabeza y caen sus cabellos blancos. Levanta los brazos. Su mujer María Asunción baja la cámara de su hombro seguramente adolorido y corre a abrazarlo. Alberti grande entre los grandes, inmortal, viene hacia su grupo y pregunta jubiloso, como lo haría cualquier mortal: ''ƑAhora sí vamos a comer algo?".