Ť Congrega a miles de ciudadanos la Ofrenda del Milenio
El Zócalo, un camposanto
Ť Convierten en fiesta los cuatro escenarios montados en su plancha por el Día de Muertos
Ricardo Olayo Ť La celebración del Día de Muertos que inició anoche en el Zócalo reunió a miles de ciudadanos, quienes pusieron su granito de arena para convertirla en una fiesta en los cuatro escenarios en que se desarrolló la actividad.
Ayer, nuevamente todo fue en grande: seis toneladas de flores y varias más de tierra para hacer 400 tumbas. Veladoras, frutas, dulces, cruces, panes y calacas.
En una pantalla gigante se observaba la plaza como un pebetero y a la gente como hormigas peregrinando por los cuatro foros, hasta los primeros minutos de hoy escuchando música de banda.
El primer escenario: El Panteón, que recreó el cementerio de Mixquic o el de Pátzcuaro o cualquier otro de la República, con un mural de los volcanes en el fondo y una ofrenda monumental, en la que anoche se rezaba a los muertos.
El Museo del Pan fue el segundo escenario montado con formas futuristas, hecho con redes y estructuras tubulares de cartón, sirvió para reunir los 800 tipos de pan que se hacen en el país. Ahí, dos hornos hechos con ladrillo humeaban para sacar las primeras mil piezas que se distribuyeron entre los asistentes.
El tercer punto fue el teatro, con la representación de la obra La burla sonriente, que inició con el descenso a rapel de Quetzalcóatl hasta el Mitlantecutli, y que es un paseo por la historia con apariciones de Hernán Cortés, La Malinche, Zapata, Santo El Enmascarado de Plata y los "absurdos capitalinos", como la Violencia, hasta llegar a La Modernidad y su afán de cooptación.
El último escenario, el de las Ofrendas, que elaboró cada delegación política con sus talleres de maquillaje.
Todos estuvieron contentos, hasta el presidente de la República, Ernesto Zedillo, se apareció por el Zócalo y mandó felicitaciones a la jefa de Gobierno, Rosario Robles, quien rechazó que la celebración se trate de actividades populistas, y como prueba, dijo, "ahí está la declaración de reconocimiento de Zedillo, que es del mismo partido de quienes lanzan las críticas".
Desde anoche, el equipo de gobierno hacía las estimaciones de las miles de personas que acudirán al Zócalo, sobre todo por las medidas de seguridad que se pondrán en marcha hoy martes, cuando se regalará pan de muerto y leche.
Lo importante en esta ocasión del Día de Muertos, al igual que en las celebraciones anteriores, dijo Rosario Robles a los miles ahí reunidos, es el rescate de las tradiciones.
En entrevista, explicó que lo valioso es la participación de la gente y las ganas que tienen de recuperar las calles para la convivencia y la cultura.
Y si algo hubo ayer el Zócalo fue tumulto: familias enteras, niños pintados, corresponsales extranjeros, y hasta un taxi adornado por todos lados con motivos de muertos.
Un grupo de niños de la calle aprovechó la celebración para pasear un muerto en una camilla pidiendo dinero para su "salvación", mientras otras personas buscaban si había lapidas con las siglas del tricolor.
El Zócalo fue nuevamente tumba, como hace dos años, en 1997, cuando significó el último clavo en el ataúd de quien ya llamaban un muerto en vida: el panista Carlos Castillo Peraza, quien no logró llenar la plancha de concreto en su cierre de campaña.
El simbolismo era otro, interpretaban en corto algunos funcionarios: es el rescate de la tradición, pero también el mensaje de cavar la tumba a la corrupción y a los vicios heredados.
Por lo pronto, para hoy se distribuirán 300 mil porciones de pan, y ello correrá por cortesía de los panificadores del país.