Ana María Aragonés
Falsos debates en la UNAM

La problemática universitaria fue abordada en una serie de foros que se efectuaron la semana pasada en el Centro Cultural San Angel. Me llamó la atención la propuesta del doctor René Drucker, que seguramente deben suscribir otros académicos, y que giraba básicamente alrededor de tres puntos: a) la universidad pequeña es la única que puede realmente alcanzar niveles de excelencia; por lo tanto, se pronuncia en contra de una universidad ``masificada''; b) debe eliminarse a los profesores por horas, es decir por asignatura, dado que éstos no tienen un verdadero compromiso con la universidad; y c) la universidad no puede resolver los problemas sociales del país, por ejemplo, la desnutrición de los estudiantes, y enfatiza en el sentido de que la universidad no es el espacio para la movilidad social.

No concuerdo con Drucker en ninguno de los puntos y me explico.

Una universidad pequeña de ninguna manera garantiza la excelencia académica y le preguntaría si la gran cantidad de pequeñas y hasta pequeñísimas universidades que han proliferado en el Valle de México, con todo el respeto que me merece cualquier centro educativo, puede ser considerada bajo los parámetros de excelencia.

Cuando propugnamos la ampliación de la matrícula universitaria como la posibilidad real para que este país se desarrolle y sea más justo, jamás se piensa trocar cantidad por calidad académica, esto es absurdo.

Por el contrario, la lucha gira en torno a evitar que se queden fuera de la posibilidad de alcanzar los estudios universitarios aquellos alumnos que, siendo buenos prospectos, se ven obligados a abandonar sus estudios por sus condiciones económicas y que, desafortunadamente, se cuentan por cientos. En este sentido, la educación universitaria no sólo debe ser gratuita, sino que debe becar y ofrecer todo tipo de facilidades a aquéllos que hayan demostrado que tienen las condiciones para una carrera.

Si tomamos en cuenta el gran número de jóvenes que tiene nuestro país, es de suponerse que la matrícula tendría que ampliarse necesariamente. Es cierto que la universidad no puede cambiar las condiciones educativas con las que llegan los alumnos, pero sí puede y debe obligar al sistema educativo nacional a cumplir adecuadamente con su labor y elevar las condiciones académicas de los alumnos. Por lo tanto, el debate es falso.

En relación con el segundo punto, parecería que los profesores por horas, lo son por decisión personal. No es así. Las plazas se han convertido en instrumento de los directores, los cuales, en su mayoría, las asignan antidemocráticamente obstruyendo las carreras académicas de todos los que ingresan a la universidad manteniéndolos en absoluta indefensión.

O ¿alguien puede pensar que a estos académicos les gusta ir del tingo al tango buscando horas de clase para poder subsistir y vivir el suplicio de la recontratación cada seis meses?

No es que estén menos comprometidos, sino que es la propia universidad la que los expulsa. Para colmo, la universidad actúa en flagrante ilegalidad, ya que la Ley Federal del Trabajo obliga al contratante a otorgar la plaza una vez pasados tres meses de laborar. Por lo tanto, creo que el debate va por otros rumbos.

Finalmente, es ridículo suponer que por pobreza y desnutrición de los alumnos, los profesores estaríamos de acuerdo en otorgar calificaciones o títulos fraudulentos. Los ejemplos son burdos, pues se dice que ``habría que darle un título al hijo de un obrero, aunque no lo merezca, porque eso permitiría la movilidad social''. Esto es no entender de qué se trata cuando se habla de movilidad social y, al mismo tiempo, es hacer una caricatura de la universidad y de sus académicos. Falso y burdo debate.

La universidad debe ser el espacio en el que puedan desarrollarse libremente todas las formas de conocimiento que permitan elevar las condiciones materiales y espirituales de un país, y no puede estar al margen de la solución de los problemas de éste. Debe ser el medio privilegiado para la reflexión y el debate plural y crítico en el que se exprese la inteligencia y la razón. Cuando todos aquellos que demuestren su amor al conocimiento estén en su lugar, sólo entonces podremos hablar de un país más justo, digno y democrático. Esta es la masificación que muchos de nosotros esperamos y ésta es la verdadera movilidad social.