Pablo González Casanova
Las universidades y los partidos
NUEVAMENTE SE PLANTEA en plena crisis el problema de la universidad y los partidos. Precisar la posición que se tiene al respecto es fundamental para el país y la máxima casa de estudios. La autonomía universitaria se reclama frente a un Estado y un partido de Estado que intentaron reducir la disciplina intelectual a una disciplina política. Afortunadamente no lo lograron.
La libertad de cátedra e investigación se plantea frente a movimientos que quisieron imponer una sola ideología y reducir todos los mundos de la imaginación, la inteligencia y la voluntad a un solo mundo. Afortunadamente no lo lograron. Lo ante-rior no quiere decir que los partidos no tengan el derecho a incluir en su proyecto de país a la educación superior. Tienen todo el derecho a proponer y a luchar por su proyecto educativo, cultural, social, político y económico. Ni la educación superior ni la política económica pueden quedar excluidas de la democracia política.
El problema consiste en que esa lucha se dé en formas que permitan una dialéctica y un diálogo auténticos sobre los problemas centrales. Lo que debemos criticar en la grave situación que vive la universidad es que esa lucha no se esté dando en los términos que debería. Me limito a la universidad y los partidos. Es evidente que los universitarios que pertenecen a un partido tienen el derecho a luchar con sus colegas y conciudadanos por o contra un proyecto de universidad.
En condiciones óptimas esa lucha se da en el campo intelectual, en los debates científicos y humanísticos que buscan la claridad, la exactitud, las evidencias de lo que se precisa y dice. En condiciones críticas es natural que los grupos políticos se muevan. Lo que se les pide es que presionen por el respeto a las palabras y a las personas. Y lo que se les niega ųen gene-ralų es que intenten convertir a la universidad en una universidadųpartido, en una universidadųelitista, o en una universidadųpo-pulista.
Los recientes y lamentables hechos en la Cámara de Diputados merecen nuestra más enérgica crítica a aquellos legisladores que, teniendo todo el derecho de emitir su opinión sobre la universidad, se manifestaron en forma atropellada y violenta. También manifestamos nuestra consternación porque pudiendo luchar en el te-rreno legislativo y financiero por el derecho universal a la educación superior pública y gratuita, no ayuden a resolver un problema que precisamente se crea por falta de apoyo claro, legislativo, financiero y político a las universidades públicas. Si en el primer caso podemos censurar a algunos de los legisladores del PRD y el PT, en el segundo no cabe duda que debemos apoyarlos, y censurar en cambio a los del PRI y el PAN pidiéndoles que defiendan lo público y lo nacional frente a la privatización y desnacionalización actuantes y amenazantes.
El problema que realmente está a debate y del que nos estamos distrayendo es éste: en unos meses se va a decidir si la Universidad Nacional Autónoma de México, y con ella la educación superior en el país, se vuelven predominantemente privadas o de élites, o si sobre la privatización y el elitismo triunfa una política nacional que coloque a México en las condiciones necesarias para acceder a la llamada "edad del conocimiento".
De triunfar el derecho a la educación superior pública y gratuita no necesariamente caeremos en la universidad po-pulista o clientelista. La educación superior para todos ųde la más alta calidad académicaų se puede lograr hoy ųsin lugar a dudasų combinando los métodos clásicos y modernos de educación; la palabra oral, escrita y electrónica; los pequeños grupos y las grandes redes.
La organización misma de la nueva universidad puede servir como modelo para organizar el congreso universitario, como un conjunto de foros o espacios de discusión y decisión cuyos acuerdos sean atendidos por el Consejo Universitario y nos saquen de la crisis de la universidad, sin que deriven en una universidad po-pulista o clientelista, sino en una gran universidad de calidad óptima en sus centros y núcleos de investigación, docencia y difusión. Para eso, el respeto a la autonomía universitaria, el respeto a la alta calidad académica y el respeto a todas las ideologías y creencias de una academia hecha de muchas academias serán un re-quisito indispensable. Los maestros y estudiantes debemos empezar por mostrar ese respeto. *