La Jornada viernes 29 de octubre de 1999

Alberto J. Olvera Rivera
Veracruz: el hundimiento de Alemán

Las dramáticas inundaciones que ha sufrido Veracruz han puesto al descubierto la increíble ineficacia operativa del gobierno del estado. Como es del dominio público, el gobernador Miguel Alemán sólo empezó a atender la emergencia en el momento en que el presidente Zedillo visitó la zona de desastre. Los secretarios de Salud y de Obras Públicas estaban fuera del país cuando comenzó la tragedia y no regresaron de inmediato. Estos hechos son el reflejo del estilo alemanista de gobernar: frivolidad frente a los asuntos públicos y una concepción del ejercicio del poder que lo reduce a una práctica gerencial. Pero el gobierno de un estado no es equiparable a la administración de una empresa, y los tiempos del poder imperial han pasado. Estas verdades elementales apenas las está aprendiendo el gobernador.

Miguel Alemán asumió el gobierno del estado prometiendo una modernización acelerada de la entidad. En el plano institucional esto se lograría a través de una nueva Constitución. En el plano económico, el objetivo central era atraer empresas extranjeras y al gran capital nacional. El proyecto se instrumentó como si su éxito dependiera de la mera voluntad del gobernador. Grave error. Para empezar, Alemán no pudo conformar un equipo de gobierno de su confianza, pues los nombramientos fueron en el 90 por ciento de los casos el pago por los servicios que prestaron las distintas facciones priístas que apoyaron su candidatura. El resultado fue un equipo con un muy bajo perfil profesional, poco fiel al gobernador, sin proyecto común y carente de dirección política.

El caso de la nueva Constitución ilustra la manera en que Alemán pensó que podía imponer sus decisiones sin tomar en cuenta a nadie. Nombró un grupo de especialistas que sin entrar en contacto con el Congreso estatal ni con la sociedad emitió desde las alturas un proyecto de Constitución que no es una reforma de la vigente, sino un nuevo ordenamiento cuya característica saliente es la ampliación desproporcionada de los poderes del gobernador. Lógicamente, los partidos de oposición se negaron a aprobar vía fast track la nueva Constitución y hasta los ministros del Tribunal Superior de Justicia se vieron precisados a hacer pública su crítica a las numerosas contradicciones jurídicas del proyecto de marras.

En el caso de la modernización económica, el gobernador se dedicó a viajar a Estados Unidos y Europa y a reunirse con los grandes capitalistas nacionales, sin siquiera haber consultado a las asociaciones de empresarios veracruzanos y sin considerar un proyecto de apoyo a la pequeña y mediana empresa, la cual da empleo a 90 por ciento de los trabajadores industriales y comerciales de la entidad. La agricultura ha sido simple y llanamente ignorada. Para colmo ni siquiera los grandes inversionistas han llegado.

Veracruz vivía ya antes de las inundaciones la peor crisis económica de su historia. De 1992 en adelante cientos de miles de veracruzanos han salido a buscar trabajo en la frontera norte y en Estados Unidos. El gobierno de Miguel Alemán no ha hecho nada hasta la fecha para contrarrestar la debacle económica. La tragedia natural que ha asolado a la región del Golfo ha agudizado estas tendencias, llevando a la desesperación a casi un millón de veracruzanos.

La ineficacia del gobierno ha propiciado la acción ciudadana. En las ciudades decenas de grupos civiles se han organizado para enviar directamente ayuda a los damnificados. Los efectos de la tragedia hubieran sido mucho peores de no ser por la rápida respuesta de los propios ciudadanos afectados. En Papantla la reacción inmediata del presidente municipal y la generosa ayuda que recibió de las familias pudientes de la ciudad, así como la capacidad de organización de la Iglesia católica y de algunos grupos ciudadanos, fueron factores que permitieron rescatar oportunamente a mucha gente y evitar que murieran de hambre y enfermedad. Lo mismo puede decirse de otros municipios afectados. Después, la llegada del gobierno federal permitió poner orden en el caos y darle continuidad a las tareas de protección.

Pero los veracruzanos nunca olvidarán que el gran ausente en medio de la tragedia fue su propio gobierno estatal, aquél que entusiastamente eligieron hace dos años con la esperanza de salir de la crisis estructural que padecían. Las consecuencias políticas de esta omisión habrán de manifestarse pronto.