n Desapareció la más alta cumbre viviente de la poesía en español: Sánchez Vázquez
En Alberti lo político jamás rebasó a su escritura, sostiene Benedetti
n El autor de Pleamar siempre expuso con valor sus ideas, pero no fue enfático, dice Gutiérrez Vega
n Con trazos más vigorosos que sus versos, hizo los dibujos de su creatividad literaria: Poniatowska
Angel Vargas y Anasella Acosta n De la muerte, el exilio, el comunismo y la poesía.
Rafael Alberti murió su muerte de poeta tan cabal como respiró en vida. Según la prensa internacional, un fin plácido y rápido, sin ser sentido. Feneció en tierra, ahora llevadlo al nivel del mar, como lo pidió en uno de sus versos. Su prolongada vida e intenso hacer de 96 años, en adelante, son historia sabida, presente constante y futuro cierto.
En el mundo se le recuerda, pero con especial énfasis en Iberoamérica. Desde Madrid, Mario Benedetti dice: ''Rafael Alberti fue un poeta muy militante, pero ante todo hizo mucha poesía al amor y a la naturaleza. En ese tipo de poemas cuidó con esmero la forma, no eran simplemente panfletos, sino obras de mucha calidad, y eso dignificó mucho su mensaje. Cuando él publicaba un poema con connotaciones políticas cuidaba ante todo la calidad estética, para que el mensaje tuviera efecto".
En entrevista vía telefónica con La Jornada el autor uruguayo se une a las voces que en México, amén de dolerse con la noticia, brindan modesto homenaje, mediante la memoria hecha palabra, al último representante de la generación del 27.
Apelar al lenguaje claro y sencillo
Platica Benedetti que conoció en persona a Alberti en España, no obstante que antes había asistido a los recitales de éste en Montevideo, pero sólo como un espectador más: ''Me sentía con cierta timidez para acercármele. Pasó el tiempo y lo conocí. Estuve varias veces en su casa de Santa María. Me pareció siempre un tipo muy generoso, afable y simpático, además de que contaba con una memoria prodigiosa. No digamos en los últimos, pero en los penúltimos años era capaz de recitar largos trozos de Góngora y de Quevedo, y se dedicaba, en ese sentido, a los clásicos españoles. Era impresionante verlo recitar".
Con su voz serena, apunta: ''Rafael como yo fuimos hombres de izquierda y eso se reflejó en nuestra poesía, pero creo que en cuanto a la forma adoptamos vías distintas, aunque tenemos en común haber recurrido al soneto, por ejemplo.
''Lo político de Alberti nunca rebasó a lo poético, porque, cuando quiso hacer poesía, hay que ver las circunstancias por las que pasó. No tuvo una vida fácil. Aparte de la Guerra Civil española, en la que participó activamente del lado de la República y trabajó en conexión con teatros populares, tuvo que salir al exilio a Francia, con su mujer María Teresa León. Para salir de ese país a América Latina enfrentó grandes dificultades, hasta que al fin lo logró. Estuvo en varios países, pero fue en Argentina y Uruguay donde más tiempo residió, donde mejor fincó su residencia de exiliado, a tal punto que su hija Aitana es uruguaya, nació en Punta del Este, y tiene también un libro sobre ese sitio. Luego de un par de años pasó a vivir en Argentina, donde escribió los poemas del Paraná."
Aunque el hecho de ser poetas, voces progresistas y sufrir el exilio hermana en cierto sentido a ambos escritores, el vate uruguayo rechaza, con modestia, cualquier intento de paralelismo entre ellos: ''No voy a compararme. El es poeta de primera línea, uno de los poetas mayores de España; si no el mayor, el mejor de la generación del 27. El está muy por encima de mí. Claro que los dos estuvimos exiliados, pero con exilios distintos, incluso con actitudes distintas".
Agrega que su quehacer fue ajeno a cualquier influencia del poeta español, ''porque cuando tomé contacto con su poesía, yo ya estaba embarcado en mi camino, aunque él fue un militante confeso del Partido Comunista, cosa que yo nunca fui; pero ambos éramos progresistas, gente de izquierda".
Mario Benedetti concluye: ''La de Alberti es una poesía, en primer término, de muy alta calidad, además es un poeta que, salvo excepciones, apeló a un lenguaje sencillo, muy claro, que podía ser entendido por cualquier lector. Eso, creo, fue importante en los efectos de conseguir un gran público. Tuvo su etapa vanguardista, que fue la más complicada, pero como metió en ella mucho el humor, eso también lo acercó a los lectores, amén de que le quitó dificultad a esos recursos vanguardistas que en otros autores les cuesta la aceptación".
El mejor versificador
Allegado al autor de Marinero en tierra por su procedencia, ideología y espíritu, Adolfo Sánchez Vázquez enfatiza: ''La noticia del fallecimiento de Rafael Alberti me ha conmovido profundamente en mis fibras más sensibles: como amante de la poesía y admirador de quien la cultivó a un nivel excepcional, como compañero de ideas y de militancia comunista en los pasos decisivos en España bajo la República y en la Guerra Civil, y como el joven escritor que tuvo el privilegio de tratarle y contar con su ayuda y su amistad en esos años decisivos.
''Con la muerte de Alberti desaparece la más alta cumbre viviente de la poesía en lengua española. Demostró ser esa cumbre después de haber probado su genio, a lo largo de su larga vida, en las más diversas manifestaciones poéticas: con su gracia juvenil andaluza en el neopopularismo de Marinero en tierra, en su perfección formal neogongoriana de Cal y canto, con su descenso al subsuelo surrealista de Sobre los ángeles, con su poesía combativa de militante comunista en los tiempos de la República y de la Guerra Civil, con la que demostró -como lo demuestran Bertolt Brecht, César Vallejo y Pablo Neruda- que para el gran poeta, su compromiso político, que ciertamente no es el único, lejos de ser un límite o un obstáculo, es un impulso fecundo para su creación. Y finalmente muestra su genio poético en su gran poesía del exilio, una poesía que no excluye más allá del dolor y la nostalgia, la serenidad y belleza del libro en que exalta a la pintura.
''Al repasar mis recuerdos -prosigue el filósofo- de los años en que, regular o esporádicamente lo traté, encuentro en ellos a un hombre cordial, sencillo, abierto y generoso que me alentó en mis aventuras juveniles en el terreno de la poesía (mi primer poema lo publiqué en su revista Octubre, 1933) y que siempre me estimuló con su propio ejemplo para asumir el compromiso con la lucha por un mundo no sólo más bello, sino más justo."
Hombre del exilio español y también filósofo, Ramón Xirau externa su gusto sólo por la poesía de la juventud de Alberti, porque ''cuando llega el tiempo de la Guerra Civil, él se une al Partido Comunista y su forma de escribir cambia, comienza a hacer poesía política, se convierte en ideólogo; eso no me gusta, creo que pierde fuerza. En la Guerra Civil, Alberti hace propaganda política en defensa de la República, y por momentos está demasiado al servicio del partido (...) Lo que más me gusta de su poesía es la cantidad de imágenes cargadas de alegría, de gozo de vivir, eso es precioso: 'Si mi voz muriera en tierra, llevadla al nivel del mar'".
Hugo Gutiérrez Vega hace referencia a la posición política del hacedor de Pleamar y a la relación de éste con Octavio Paz:
''Alberti siempre fue fiel a su pensamiento socialista, antimperialista; siempre expuso con valor sus ideas y nunca fue enfático, sino que después del 20 Congreso del Partido Comunista de la ex URSS manifestó sus dudas y sus perplejidades, pero se sostuvo en su pensamiento socialista.
''En un momento, Paz fue muy duro con él por cuestiones ideológicas. Al no coincidir con el pensamiento del poeta español, el mexicano inclusive lo llegó a llamar estalinista; pero en 1990, afortunadamente, hubo una reconciliación en México. Sé que Alberti admiraba mucho el poema de Octavio, ése que dice: ''has muerto compañero en el ardiente amanecer del mundo", y sé también que a Octavio le gustaban mucho dos libros de Alberti, A la pintura y Sobre los ángeles".
Mientras que Elena Poniatowska recuerda cómo Alberti dibujó sus poemas, ''con trazos más vigorosos que su propia poesía", y Alberto Blanco lo califica como ''el mejor versificador de nuestro idioma", Adolfo Castañón resalta que en la figura del vate hispano hay tres valores: el expresivo, la conciencia del idioma y el ético. ''Su compromiso es con la alegría, el placer, el júbilo, con la idea de que hay que saber ver todos los colores e, incluso, ver dentro de los oscuros el relieve luminoso''.
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''šCómo, los mitos también mueren!", exclamó el poeta Ricardo Yáñez.