Confieso, pese a tener algunas hipótesis, que no alcanzo a entender por qué el rector Barnés provocó el conflicto en la UNAM por un porcentaje ridículo del presupuesto de ésta en su propuesta de las cuotas de colegiatura. Fue advertido del conflicto que desataría e insistió. Se le hicieron propuestas para evitar la huelga anunciada, y no quiso evitarla. Pudo atender las demandas estudiantiles que se fueron definiendo en la huelga, y tampoco lo hizo. Pudo negociar en momentos en que la intransigencia todavía no se apoderaba del CGH y no quiso. ¿Defensa a ultranza del principio de autoridad? ¿Incompetencia? ¿Plan con maña para cerrar la UNAM? No lo sé, pero sí sabemos que rectoría ha llevado a la universidad a una crisis de la que difícilmente saldrá ilesa.
¿Qué es lo que no puede atender la UNAM e incluso rectoría del pliego petitorio del CGH? (No confundo UNAM con rectoría). Las demandas estudiantiles son perfectamente asimilables por la UNAM sin poner en peligro su existencia. Antes funcionaba bien con 20 centavos de colegiatura anual, sin el pase reglamentado y sin los vínculos antiautonomía con Ceneval. ¿Por qué funcionaría mejor la UNAM con cuotas voluntarias, que si fueran obligatorias para todos los estudiantes apenas representarían el uno por ciento de su presupuesto?
Por el otro lado, si bien las demandas del pliego petitorio estudiantil son atendibles y tienen fundamento histórico, el hecho es que en el CGH también existe intransigencia, necedad, intolerancia y una estrategia que también provoca suspicacias, dudas y hasta la sospecha de que se quiere mantener cerrada la universidad, como haciéndole el juego a rectoría.
La estrategia del CGH (no sus demandas) está operando en su contra conforme avanza el tiempo. Vista con buenos ojos, comenzó bien pero se ha desvirtuado y, lo peor, se ha aislado de la realidad y de lo posible y, el colmo, le da armas a rectoría para sostenerse en sus intransigentes posiciones. Si rectoría actúa al margen de la razón histórica y de los tiempos y cuestionamientos que vivimos, sería deseable que entre los estudiantes privara la razón y que se repensara la estrategia.
El problema del CGH actual no está en su pliego petitorio, sino en su estrategia y en su confusión colectiva sobre el papel y el lugar que ocupa la UNAM. Las universidades públicas no juegan un papel estratégico en la economía nacional, y la economía es la única fortaleza que le interesa defender a la clase social en el poder. Por lo tanto, la UNAM no es ni puede ser una plataforma de inicio de la revolución, ni un foco de subversión para comenzar una guerra popular y prolongada, ni un fuerte a tomar para luego ``seguir con la transformación de todo el sistema político'' (La Jornada, 26/10/99). Estos intentos ya se hicieron en Sinaloa, Guerrero y Puebla y su fracaso está fuera de duda. ¿Hablarán en serio y responsablemente cuando piensan que su lucha en la UNAM puede extenderse para transformar el sistema político, si ni siquiera la han podido extender a otras universidades? ¿Se han preguntado los estudiantes y profesores del CGH por qué los estudiantes de otras universidades públicas (UAM, UPN, Chapingo, IPN, y las demás en los estados) no han estallado huelgas similares a la suya?
Una cosa es que el movimiento actual de los estudiantes coincidiera con otras luchas de trabajadores (los electricistas, por ejemplo), lo cual ha permitido manifestaciones conjuntas y expresiones solidarias, y otra que estas luchas defensivas sean realmente ofensivas para el sistema. Al sistema no le afecta sustancialmente si la UNAM se cierra. La única afectada es, paradójicamente, la propia UNAM, donde por cierto se formaron (y hasta se titularon) varios de los dirigentes populares que ahora no se reconocen en sus profesores, ni siquiera en los de izquierda. Es obvio que los estudiantes del CGH no se han preguntado tampoco por qué los trabajadores afiliados al Sindicato Mexicano de Electricistas han llevado a cabo protestas varias y válidas en contra de la privatización pero no una huelga, y menos de larga duración. Los trabajadores electricistas sí saben que su industria es estratégica y que la represión (acompañada de una requisa) no se haría esperar.
Si se cierra más tiempo la UNAM (y para el caso da lo mismo si lo hace rectoría o el CGH), se está atentando contra la universidad más importante del país, en donde gracias a la libertad de cátedra y de investigación se han formado los estudiantes del CGH y los antiparistas, muchos de los miembros de la clase dominante y muchos de los dirigentes de los movimientos sociales y políticos del país. Si se cierra más tiempo la UNAM, el único sector que resultará derrotado será el estudiantil (la renuncia o no de Barnés es irrelevante en esta lógica), y junto con los estudiantes todos los que defendemos la universidad pública gratuita, el pase automático, la democracia en sus estructuras de gobierno y la autonomía sobre todo en términos de libertad de cátedra y de investigación. ¿Es esto lo que se quiere?