Bielorrusia no es noticia y su dictador Lukashenko puede hacer lo que quiere, nadie se mueve ni conmueve. En este pequeño país la política no era oficio para monaguillos, pero hasta ahora uno no se jugaba la vida. Eso ya no es cierto. Desde abril cuatro políticos famosos, todos antiguos colaboradores de Lukashenko, todos dirigentes de la oposición, han desaparecido en forma misteriosa. En todos los casos el gobierno pretende que le ha sido imposible encontrarles la pista e insinúa que son ``mafiosos'', en problemas con su ``familia''.
La primera desaparición remonta al 8 de abril cuando se esfumó Tamara Vinnikova, ex directora del Banco Central. Se encontraba bajo arresto domiciliario, con guardia permanente de los servicios de seguridad del antiguo KGB. El 7 de mayo le tocó su turno a Yuri Zajarenko, ex secretario de Gobernación y director de la campaña política del ex primer ministro Mijaíl Chigir, que pretendía sucederle a Lukashenko. Chigir, a su vez, fue encarcelado. La Vinnikova también apoyaba a su candidatura.
El 22 de julio, en un momento de protesta álgida contra el presidente, otro líder oposicionista Semion Sharetsky, el presidente del Congreso ilegalmente disuelto por Lukashenko, huyó a la vecina Lituania, diciendo que temía por su vida. El 16 de septiembre le tocó a Viktor Hanchar. Aquél había conocido la cárcel en la primavera, al ser el principal organizador de unas elecciones extra oficiales que se dieron el 16 de mayo. Hanchar había sido viceprimer ministro. Aquella tarde de septiembre, se fue como de costumbre al vapor, con un amigo periodista. Nadie ha vuelto a ver a los dos hombres.
Hace más de seis meses que se esfumó la directora del Banco Central: el gobierno pretende hacer creer que se encuentra en Israel, entre sus amigos malhechores; en cuanto a los últimos desaparecidos, se los tragó la tierra y el gobierno dice que la debían a sus socios criminales. Hanchar desapareció en el momento preciso cuando, como dirigente de la oposición, estaba viendo con mediadores europeos la posibilidad de conseguir la organización de elecciones libres el año próximo.
Lo que es incomprensible es el silencio de Europa, tanto de Estrasburgo, como de Bruselas, como de la OSCE. Me dirán que no se manifiesta mucho más en el caso de la segunda guerra de Chechenia. En los tiempos de la fortaleza URSS, tampoco levantaban la voz para defender a los disidentes. Hablo de los gobiernos y de las instituciones.
La prensa occidental apenas ha mencionado las redadas de la policía contra las rarísimas ONG bielorrusas, no ha dicho que el 30 de septiembre, por la primera vez, los sindicatos han manifestado en Minsk y en otras ciudades contra la política económica desastrosa del gobierno y contra el decreto presidencial sobre las ``relaciones de trabajo y la disciplina en el trabajo''; tampoco informa que sólo 17 partidos, de 28, han obtenido el registro: la Democracia Cristiana no lo logró; sólo 211 ``organizaciones civiles'' (contando a las religiosas, como las iglesias, diócesis, parroquias) entre mil 527. Tampoco dice que la profesión de periodista es muy peligrosa y que el último periódico de oposición ha sido clausurado: pretende resucitar, por tercera vez, cambiando de nombre.
Por la primera vez, en la capital, el 16 de octubre 20 mil personas desfilaron contra el dictador. Fueron violentamente reprimidas. No fue noticia en ningún lado.