Olga Harmony
Una nueva productora

Para muchos dramaturgos subsiste la dificultad de ver escenificados sus textos de manera profesional, a pesar de que hayan sido publicados reiteradamente y a pesar de los muchos premios que han obtenido. Es más, a pesar de que grupos estudiantiles y de aficionados los escenifiquen a lo largo y ancho del país. Algunos de ellos se desentienden del teatro y se dedican a otras actividades pero otros insisten en la porfía. Dos de ellos, de muy diferentes orígenes y generación han constituido una empresa, Rodawi producciones, para llevar a escena obras propias y de otros dramaturgos mexicanos. Norma Román Calvo y Dante del Castillo ya habían participado, junto a otros autores (dos de ellos lamentablemente fallecidos) en el empeño editorial Teatro de los doce en que publicaron algunos de sus textos, pero para un dramaturgo su obra puede ser inexistente mientras no pase por todas las otras sensibilidades que integran un montaje, es decir, mientras no sean teatro.

Norma Román Calvo firma sólo con sus apellidos, por lo que al principio de su carrera muchos la tuvimos por un autor costumbrista del siglo pasado, dadas las características de una obra escrita fundamentalmente para los adolescentes. Con el tiempo esta obra se ha diversificado y la ya muy conocida dramaturga explora muchos géneros y estilos muy diferentes al costumbrismo. Basta recordar textos suyos como Dónde vas, Román Castillo o Escándalo en el Paraíso, obra esta última ganadora de un concurso nacional e injustamente relegada. Ahora Román Calvo incursiona en un género, el policiaco, muy poco intentado por nuestros autores con El enigma del esqueleto azul, una farsa en la que juega con la trama Edipo rey de Sófocles (al que incluso tiene como ejemplo -que lo es- de la indagación de un crimen en el programa de mano), con lo que muchos pensamos que estaba vendiendo el enigma de un viejo crimen no resuelto. Pero la malicia de la autora le da un giro y la convierte en obra policial de corte clásico. Todo ello apoyado por la indudable gracia de Román Calvo.

En una pulcra escenografía (¿De José Enrique Jiménez Díaz, a quien se acredita el concepto y diseño?) el director Arturo Casanova -quien también hace el papel del inspector Jiménez- realiza una apenas discreta y muy convencional escenificación de un texto que, si bien es un juguete cómico, tiene gracia, trazo y malicia valederos. El reparto, como el director, es poco conocido. Cabe destacar la presencia y la voz de Patricia Martínez, las dotes cómicas de Norma Echevarría y algunos momentos de Humberto Solórzano en sus cambios de tono.

Menos conocido en el mundo teatral, del que parecía estar retirado, es Dante del Castillo, perteneciente al movimiento llamado Nueva Dramaturgia, algunos de cuyos miembros son también conocidos -y este es el caso de Del Castillo- como los autores politécnicos por haberse formado en el primer taller de ese instituto impartido por Emilio Carballido. A Dante del Castillo hay que acreditarle una extensa gama de textos, desde los que tienen un fuerte contenido social hasta aquéllos en que interviene algún elemento mágico. A él se deben, también, eficaces direcciones de escena.

Ahora presenta El mundo sin ti, texto merecedor de una mención de honor en el sexto concurso de obras organizado por Sogem y UNAM. Entiendo que en un principio esta obra, basada en un hecho real, era muy corta, con lo que la tensión dramática se incrementaba. Tal como se presenta en escena resulta un tanto reiterativa y con elementos melodramáticos que la privan de fuerza y energía. La dirección de Fermín Zúñiga hace resaltar los defectos de lo que podría haber sido un drama de amor loco dentro de una relación sadomasoquista, tanto por la falta de ritmo de su escenificación como por un trazo muy poco acertado. Además, y quizá de modo principal, existe un notorio miscast en la elección de sus actores, aquí muy poco acertados. Nadie puede imaginar a Ramiro Huerta -quien parece creer que matizar es lanzar algún grito- refleje a un diputado corrupto que tiene a Elisa -incorporada por Valentina Tinel que aparenta más edad que su amante- como una mantenida sobre la que ejerce su poder. Una escenografía discreta de Rodolfo Castañeda, responsable también de la iluminación titubeante y con anticuadísimos cambios, enmarca esta escenificación que parece buscar un crudo atractivo en los desnudos y un par de escenas de cama, tampoco muy logradas.

Es de esperarse, y lo digo de corazón, que la incipiente productora encuentre directores más aptos y actores más fogueados para sus próximas escenificaciones, porque Norma y Dante se merecen salir muy avantes en su empeño.