n Coloquio por los 250 años de su natalicio


A Goethe nada de lo humano le es ajeno, dijo Monsiváis

n Su poesía es una inmensa caja de música cerrada con llave: Rall

n Epigramas venecianos desmitifica la pasión amorosa: Pérez Gay

Angel Vargas n Más que ilustrativo es el nombre del coloquio que se organiza en México por los 250 años del natalicio del autor del más celebre de los Faustos: Johann Wolfgang Goethe: poeta alemán-genio universal, en el que personajes de la cultura nacional y alemana atisban sobre vida y obra de quien por el que ''la pequeña ciudad de Weimar llegó a ser una de las capitales de la cultura europea" a finales del siglo XVIII y principios del XIX.

Celebrada anteanoche en el Centro Nacional de las Artes, la primera sesión tuvo como constante el señalamiento de que la de Goethe, sobre todo en poesía, es una obra desconocida en el mundo hispano, por su falta de traducción o por las malas traducciones existentes. Incluso, José María Pérez Gay afirmó que es una obra ''todavía por traducirse al español", y Marlene Rall concluyó que ''la poesía de Goethe es una inmensa caja de música cerrada con llave".

Con la participación, además, de Luis de Tavira y Carlos Monsiváis, las dos horas de la velada sirvieron de lienzo para dibujar en palabras el retrato del genio alemán, quien fue, a decir de Pérez Gay, ''uno de los últimos que defendió la totalidad del conocimiento y de la investigación", idea delimitada más adelante por Monsiváis:

''Creo posible afirmar que se diga lo que se diga, en el trazo utópico de los escritores e intelectuales de América Latina, cuando se piensa en el arquetipo renacentista, se piensa, con el vuelco anacrónico del caso, en Goethe, novelista dramaturgo, poeta, abogado, funcionario eficaz, científico, teórico del color, dibujante, religioso, herético (...) El es el creador que está seguro de que nada de lo humano le es ajeno".

El autor de Entrada libre precisó que, para los latinoamericanos de finales del siglo pasado y las primeras décadas de éste, el afán de no clausurar posibilidades con la especialidad ni con el conformismo intelectual produjeron el paradigma del hombre goetheano: alguien que cree en la poesía por encima de fronteras y partidos y que está convencido de la supremacía de la lírica y de lo imprescindible de la filosofía. A esa especie pertenecen, entre otros, Enrique José Barona, José Enrique Rodó, Pedro Henríquez Ureña, Julio Torri y, de modo muy notable, Alfonso Reyes, dijo.

 

Juventud, meta suprema

 

Antes, Monsiváis había resaltado que con el Fausto, Goethe recuperó en definitiva la leyenda del siglo XVI sobre la búsqueda de la fuente de la eterna juventud y el intercambio del saber por los poderes del cuerpo y la vitalidad, uno de los grandes mitos de Occidente. ''Y si en la vida de Goethe, Fausto ocupa el sitio central obsesivo de varias décadas, luego, a lo largo del siglo XX, al convertirse la juventud en la meta suprema, incluso para los propios jóvenes, el pacto fáustico se vuelve el centro de las obsesiones, de las ilusiones recónditas y públicas, hasta llegar a los finales de esta centuria convertido en la búsqueda gozosa y patética de la cirugía plástica, los gimnasios, las dietas estrictas, el maquillaje, la ropa rejuvenecedora, la liposucción".

Tales palabras no significan que ''detrás de la idolatría por la cultura de la juventud esté el residente más famoso de Weimar".

Luego de que Marlene Rall y Luis de Tavira, respectivamente, hablaron de las facetas de Goethe como poeta y como hombre teatral, Pérez Gay centró su atención en los Epigramas venecianos, que escritos en 1790 fueron el fruto del segundo viaje a Italia del escritor y científico.

En ellos, dijo, se desmitifica la pasión amorosa que su autor exaltó en las Elegías romanas, volviéndose intolerante con las calles sucias de Venecia, la miseria de los desposeídos, la corrupción de los funcionarios, el catolicismo romano que no lograba cohesionar a sus creyentes y las despreciables intrigas y maniobras del gobierno.

Apuntó, asimismo, que en esos textos, Goethe descubrió su convicción de que la sexualidad era una de las fuertes crisis del espíritu, y que muchos epigramas se conocieron sólo 120 años más tarde, porque ningún editor se atrevió a publicarlos: ''Goethe escribió la poesía más imposible, como la desnudez, la erección, la masturbación del hombre y la mujer, la prostitución, las enfermedades venéreas y el coito anal".

Pérez Gay concluyó: "El de los Epigramas venecianos es el mundo de la modernidad, el de la incertidumbre, el de la parodia, el de los cafés, las góndolas, las transacciones financieras, el robo y la Revolución francesa".