La Jornada miércoles 27 de octubre de 1999

José Antonio Rojas Nieto
El salario es una lástima

En este sexenio el salario real no ha mejorado. Luego de su tremenda caída en 1995 y 1996, lo único que ha logrado la política salarial de este sexenio es impedir que se siga cayendo. No menos, pero tampoco más. Más aún, con los mismísimos datos del último Informe de Gobierno del presidente Zedillo se demuestra que en los últimos 20 años prácticamente ningún tipo de salario ha mejorado: ni el mínimo, ni el contractual, ni el manufacturero, ni el maquilador, ni el de la industria de la construcción. Ninguno. Así de simple. ƑCómo atreverse, entonces, a decir que el control de la inflación ha sido, es y seguirá siendo --como lo dijo recientemente Francisco Labastida en un programa televisivo en el que nuestro compañero León Bendesky no logró respuestas del sinaloense--, la prioridad, sin antes demostrar que dicho control va aparejado con la mejoría salarial? A menos que se reconozca que lo único que se puede lograr con este control --como también se puede demostrar con los datos oficiales-- es impedir que sigan bajando, como ha sucedido de 1995 a 1999, años en los que, efectivamente, se mantuvieron en su nivel de 1995, acaso con un levísimo incremento, no obstante el cual el nivel medio sexenal es, en todos los casos que se han mencionado, entre 35 y 70 por ciento menor al promedio 1978-1982.

Lo cierto es que en las últimas dos décadas --las de la modernización salvaje y de la globalización subordinada--, se experimentó un balance fuertemente negativo en contra de los asalariados y su nivel de vida; aun en el caso de los rubros como el manufacturero que registraron un aumento de 5 por ciento anual de 1989 a 1994, en 1995 se desplomaron al nivel registrado en ese terrible periodo de estancamiento del producto nacional (1983-1988). Sin embargo, no obstante el aumento, el salario de la industria manufacturera sólo alcanzó en 1994 un nivel real 10 por ciento inferior al promedio de 1978 a 1981 y, desde ese año ha descendido hasta alcanzar actualmente un nivel real 25 por ciento inferior al de 1994 y 28 por ciento por debajo del nivel medio registrado en los años del boom petrolero.

Este juego de cifras para asegurar que en ningún caso ha habido mejoría salarial se complementa con otro. También se demuestra con los datos oficiales que ha sido cada vez menor el monto que se destina en la economía al pago de salarios, no obstante que el PIB y la inversión hayan mejorado. De 1978 a 1982 el monto la llamada masa salarial (remuneraciones a los asalariados en las cuentas nacionales) representaban en promedio 40 por ciento del producto nacional. De 1983 a 1999 cayó abajo de 30 por ciento. Y luego de alcanzar cerca de 35 por ciento en 1994, nuevamente descendió a poco menos de 30 por ciento para estabilizarse ahí. En este sexenio se destinaron a salarios menos de la tercera parte del producto nacional. Y si es cierto, como asegura el gobierno, que mejoró el empleo, lo hizo a costa de un incuestionable deterioro, tanto de la calidad del mismo empleo como de las remuneraciones asociadas, como se podrá demostrar en otra ocasión. Por eso, justamente por eso, el comportamiento irregular de la masa salarial arroja una caída real muy importante del salario promedio de la economía. Nunca, hasta ahora al menos, se ha logrado el nivel salarial registrado entre 1978 y 1981. Hay casos como el del salario mínimo en los que el deterioro es crónico. Apenas con tres o cuatro salarios mínimos actuales se logra el monto salarial real registrado por el salario mínimo en los años 1978 a 1981. En parte eso explica un poco por qué hoy en 1994 el salario promedio de la manufactura llegó a ser casi nueve salarios mínimos, equivalente --nada más eso--, a tres salarios mínimos de 1978 a 1981. Pero el que es, sin duda, también el mejor salario de México, se desplomó este sexenio: sólo equivale a seis salarios mínimos. Una vez más, todo este juego de números para decir, parafraseando al chambelán de Hamlet: es cierto que el deterioro del nivel salarial de los trabajadores mexicanos es una lástima, pero igualmente es una lástima que este deterioro sea cierto.