Ť Reconocimiento al compositor en el reciente encuentro de guitarra, en Tijuana
La música de concierto, en Cuba, es un fenómeno minoritario, lamenta Brouwer
Ť Violentar las rutinas de lo sinfónico, fruto de la pasión por mis contemporáneos, dice
Ť ''Los públicos no están acostumbrados ni preparados a consumir sonoridades complejas''
Juan Arturo Brennan/ I, especial para La Jornada Ť Durante el reciente Festival Hispanoamericano de Guitarra efectuado en Tijuana y dedicado al guitarrista, compositor y director cubano Leo Brouwer, éste ofreció una charla para describir los principales elementos de su trabajo composicional. Influido en partes iguales por las ragas de la música de la India y por los toques rituales de Babalú Ayé, su lenguaje personal incluye formas basadas en la sección áurea, las series de Fibonacci y los peculiares acentos esdrújulos del lenguaje yoruba. Dejados atrás los rabiosos happenings de la vanguardia (las palabras son de Brouwer), su pasado estructuralista propició un enfoque sensorialista que le permite al oído puntos de reposo que antes no tenía. A la mañana siguiente de la charla, Brouwer habló para La Jornada sobre temas diversos.
ųEl apellido Brouwer proviene de los Países Bajos.
ųSí. Mi abuelo paterno era holandés y murió cuando yo tenía cinco años. Era doctor en anatomía patológica en la universidad y un aventurero. Compró el primer auto descapotable en la historia de La Habana, fundó una cadena de radio y escribía libros sobre microbiología. Cuando yo tenía cuatro años, me hablaba en alemán y en inglés, que al paso del tiempo olvidé, pero con frecuencia me acuerdo de muchas palabras. Era un tipo muy especial.
ųLa música popular cubana siempre ha estado presente en Latinoamérica y el mundo, con temporadas de especial auge como la actual. En este contexto, Ƒqué pasa con la música cubana de concierto?
ųOjalá hubiera un boom de esta índole en la música de concierto. No es así, porque Cuba es un país de culturas populares, a pesar de lo cual ha tenido una tradición muy antigua de música de concierto, como México y otros países que están en el tránsito de un itinerario cultural explotado continuamente desde el siglo XIX. En primer lugar, los tres grandes teatros de fin de siglo, el Colón de Buenos Aires, el SODRE de Montevideo y el Auditorium de La Habana, fueron modélicos y entraban directamente en el circuito de los grandes artistas europeos de aquella época, incluyendo a personajes como Caruso.
''De manera lamentable la música de concierto tiene, en Cuba, un comportamiento similar al que presenta en muchos otros países. Es básicamente un fenómeno minoritario, si se le compara con las manifestaciones de la música popular. Ocurrió que desde el triunfo de la Revolución cubana en 1959 y durante cerca de ocho años, el público afloró notablemente como consecuencia del recién adquirido derecho a la participación en todos los actos sociales, cosa que fue cierta y maravillosa.''
Asumir a la orquesta como guitarra
''Recuerdo un concierto de vanguardia, con electroacústica y láser, dos orquestas, dos directores, haciendo música de Earle Brown, de nuestro adorado electroacústico Juan Blanco, música mía, en un teatro con dos mil personas. A la semana siguiente venía un solista de la talla de Yuri Boukoff a hacer Rajmaninov y había 900 personas, que no está mal. Eso fue declinando y sólo recientemente volvió a crecer. Decía un embajador polaco no recuerdo en qué país, que cuando la economía florece la cultura baja y viceversa. No hay que decir más.
ųƑEn qué términos o bajo qué motivaciones ocurrió el tránsito de su carrera como guitarrista a su actividad como director de orquesta?
ųCuando llegué a la Escuela Juilliard de Nueva York, en 1959, con unas becas cubanas que eran mínimas pero útiles, me interesé en explorar disciplinas que son imprescindibles. Yo había estudiado dirección de orquesta en Cuba, de manera autodidacta, así como dirección coral y música antigua, en la que profundicé especialmente porque fue mi primer gran amor. O quizá el segundo, porque el primero, mi primer amor de analfabeto fue el flamenco. En pocas semanas, de manera inexplicable, me enamoré del Renacimiento español e italiano. Así, yo quería completar una serie de experiencias y la orquesta siempre me pareció el medio sonoro mágico. Las posibilidades sonoras de una orquesta, independientemente de la magia propia de la electroacústica, son de riqueza incomparable. Eso siempre me sedujo, de manera que he tratado de extender la guitarra en una serie de factores no sólo tímbricos, sino de registros, de resonancias, de armónicos, en una toma de posición orquestal frente al sonido, y viceversa. Algunas de mis obras orquestales tienen características propias de la guitarra; para mí es un reto escribir como si la orquesta fuera una guitarra.
Huir de la rutina
ųUsted señala que su labor como director de orquesta es la de un difusor, un promotor. En este ámbito, además de las piezas obligadas por las circunstancias y la tradición, Ƒcuál es el repertorio que prefiere?
ųEs una cuestión angular. Amo la música contemporánea y no puedo evitarlo, de manera que intento y logro, a no ser programas monográficos, insertar música contemporánea en mis programas. Entonces, lo que ha ocurrido es que esa pasión por mis contemporáneos me ha hecho violentar las rutinas del concierto sinfónico. Esa rutina de la obertura, el concierto con solista y la gran sinfonía, no la he practicado nunca en estos últimos siete años al frente de la Sinfónica de Córdoba. Se va a dar por primera vez ahora, a final de mes, que voy a hacer un Stravinski, el rarísimo Concierto para piano de Scriabin y la Scheherezada, es decir, un programa ruso monográfico en el que de todas maneras me vengo de la rutina.
''Huir de la rutina me lleva a hacer programas como la literatura en la música, o los medios en la vida contemporánea, o la sinfónica en la calle, o Cervantes y el Quijote en la música. Incluso en conciertos tan tradicionales como los conciertos de iglesia, he podido evadir la rutina, dirigiendo obras de Górecki y Pärt, con sus sonoridades típicas de iglesia o de mezquita. Por ejemplo, hicimos la Tercera sinfonía de Górecki en una mezquita, ante 7 mil personas.
''Siempre trato de evitar el concierto de música contemporánea integral, porque lamentablemente los públicos no están acostumbrados ni preparados a consumir músicas complejas de principio a fin. Entonces, siempre tengo una alternativa: una obra suave, amable, sutil, mágica, noble, en reposo, que me permite meter después una música de gran actividad y de gran violencia sonora.''