La Jornada miércoles 27 de octubre de 1999

Juan Arturo Brennan
Un festival para Brouwer

Tijuana, BC. Por sexto año consecutivo esta compleja ciudad fronteriza fue sede del Festival Hispanoamericano de Guitarra y, de nuevo, tuvo una nutrida asistencia al diplomado guitarrístico que le acompaña. El público en los conciertos, en el teatro del Centro Cultural Tijuana (Cecut) fue, en cambio, irregular y no tan abundante como pudiera desearse dada la calidad del encuentro y la promoción que se le hizo.

Este año, se ofreció como atractivo principal el hecho de que se dedicó a Leo Brouwer, personaje indispensable en la historia de la guitarra en el siglo XX. A invitación del festival, Brouwer se apersonó en Tijuana para ofrecer una conferencia sobre su música, cubrir una de las cátedras del diplomado y asistir a la ejecución de varias de sus obras, que fueron programadas por la mayoría de los guitarristas invitados. Asistir a los recitales y conciertos de la segunda mitad del festival me permitió confirmar, además de su habitual nivel de calidad, una indeclinable vocación por la variedad en la programación y en el temperamento artístico de los intérpretes convocados.

El mexicano Julio César Oliva refrendó, por si hiciera falta, su lugar preeminente en el ámbito de la expresión romántica de la guitarra. Sí, hay una buena dosis de romanticismo en su estilo de ejecución, pero es más notable aun en sus propias, numerosas composiciones, de las cuales programó tres para su presentación en Tijuana. En el resto de su recital, Oliva logró diversos momentos interpretativos de muy buen nivel, de los cuales menciono tres: la nobleza en la Sarabanda de la Suite de Ponce, la solidez en las tres partes de la Sonatina de Moreno Torroba, y los buenos logros técnicos en dos de las tres piezas de Albéniz que interpretó, porque la primera de ellas se le fue de las manos.

La noche siguiente se presentó el brasileño Paulo Bellinati, con un programa dedicado a la música de su país, enfatizando sobre todo los puntos de contacto entre diversas formas del bossa nova y el jazz. Especialmente bien concebido e interpretado por Bellinati fue un Chôro dedicado a Carlos Barbosa Lima, en el que el guitarrista hizo una sabia fusión para lograr un notable chôro en blues. Al final de su recital, Bellinati ofreció otras tres piezas suyas, basadas en el folclor del noreste de Brasil, en las que lució gran soltura de articulación, así como enorme habilidad para la combinación de complejos recursos técnicos.

Después de abordar obras de Vivaldi y Piazzolla, con la colaboración de otros músicos, el griego Costas Cotsiolis atacó algunas regiones importantes del repertorio contemporáneo, con buenas ejecuciones de Koyunbaba, del italiano Carlo Domeniconi, y tres piezas de Brouwer. Especialmente rigurosa fue su versión a La espiral eterna, obra brouweriana que ya es parte indispensable del repertorio guitarrístico de hoy. El recital de Cotsiolis concluyó, en compañía de miembros de la Orquesta de Baja California, con los arreglos de Brouwer a canciones de Lennon y McCartney. Más allá de la simple evocación de los originales, estos arreglos permiten al oyente perspicaz descubrir que cada una de las canciones ha sido ataviada por Brouwer en el estilo de un importante compositor del siglo XX. Así, escuchar canciones de los Beatles que suenan a Bartók y Hindemith se convierte en una experiencia singularmente ilustrativa.

A la noche siguiente, el festival concluyó con una cálida sesión de flamenco que, como era lógico suponer, provocó una multitudinaria entrada en el teatro del Cecut. Un guitarrista, un cantaor y una bailaora, integrantes del grupo Merengue de Córdoba, se encargaron de poner en las tablas todo el calor, toda la pasión, todo el desgarramiento y toda la locura que deben acompañar a toda buena presentación de flamenco.

A lo largo de estas cuatro noches de guitarra en la frontera pude observar, entre otras cosas, una muy interesante: el hecho de que ya se ha asumido la necesidad imperativa de amplificar la guitarra, cosa que hicieron todos los intérpretes que mencioné. Lo llamativo del caso está en que cada uno amplificó con micrófonos, equipos y estilos diferentes, obteniendo resultados diversos (de buena calidad sonora), con lo que la añeja polémica entre puristas y pragmáticos sobre este tema bien pudiera tomar una dimensión extra. Soy de la opinión que lo fundamental es que la guitarra se oiga; y en esta ocasión, en Tijuana, las guitarras se oyeron y se oyeron bien.