Pedro Miguel
Duermen
Habría que hablar de esto en voz baja y con frases muy cortas. No vaya a ser que uno de esos niños despierte de su sueño envenenado. Que despierte y se entere del descuido y el desdén que le inspira al mundo. Que se vaya enterando de su propia tragedia. Que sepa que un episodio así no ocurre jamás en los barrios residenciales ni en las escuelas de paga de estas comarcas. Que seguimos usando el Parathión entre los insumos agrícolas. Y que ese somnífero eterno se pasea, de vez en cuando, por los envases donde se prepara la leche de la caridad oficial, sucedáneo barato a las políticas de desarrollo, empleo e integración que han sido borradas, por populistas, hasta del horizonte utópico.
En Taucamarca hay 24 niños dormidos que no van a despertar nunca. En Lima hay un revuelo y un escándalo. Se buscan culpables inmediatos y prácticos para el linchamiento de la opinión pública. La policía encontrará un operario descuidado, un sicópata suelto o un contratista inescrupuloso para echarlo a la cárcel.
Pero estos descuidos, o actos criminales, o prácticas corruptas, no ocurren nunca en Miraflores ni en el Barrio Alto ni en el Pedregal de San Angel. Nadie ha oído nunca que en los liceos y colegios de doscientos dólares mensuales les proporcionen a los niños leche con Parathión o con mierda. Esas mezclas tóxicas y mortales aparecen siempre en los repartos de ayuda caritativa a los damnificados de una catástrofe permanente y cuidadosamente planificada.
Con el tiempo, estos niños dormidos se volverán moléculas primarias, un recuerdo deslavado y una muesca mínima en la pirámide demográfica de Taucamarca. El gobierno peruano, y sus congéneres de América Latina, seguirán comprando leche para distribuir entre los pobres. Es mucho más barato que crear empleos para los padres. (Es más eficiente y rentable que preservar a la población de un huracán económico que, como lo sabe cualquiera que haya cursado una maestría en Harvard, resulta inevitable y hasta deseable.) De cuando en cuando, nos llegarán noticias de nuevos accidentes, de niños intoxicados, ahogados en lodo, contaminados con plomo y arsénico, lanzados a las redes de explotación de la mendicidad industrial, incorporados al sexoservicio, vendidos a parejas estériles de Holanda y Suecia, integrados de esas maneras a la economía mundial y al libre comercio.
Y sentiremos tristeza, y hallaremos alivio en la resignación cristiana o hayekiana, o nos volveremos pragmáticos y nos diremos que, a fin de cuentas, la leche con Parathión es un gran invento, habida cuenta de lo difícil que resulta dormir a un niño.