n Las lluvias depositaron sobre ellas arena y piedras


En Papantla, cientos de hectáreas de tierra fértil fueron siniestradas

n "ƑDe qué vamos a vivir?", se preguntan vecinos del municipio

José Antonio Román, enviado, Paso del Correo, Papantla, Ver., 24 de octubre n Incomunicados aún por vía terrestre y sin energía eléctrica desde las lluvias de hace casi 20 días, los pobladores de esta comunidad se hacen una sola pregunta: "ƑDe qué vamos a vivir?" Y es que cientos de hectáreas de tierra fértil, con huertos de naranja y limón, en la ribera del río Tecolutla, han sido reducidos a arena y piedras.

Muchos jóvenes, hombres y mujeres no tienen, desde hace mucho tiempo, otra opción que emigrar a Estados Unidos en busca de trabajo. Jorge García Galicia, párroco de Agua Dulce, relata la dramática situación de pobreza en la que ya vivían estos pobladores, aún antes de las lluvias. Ahora muchos, más que antes, se irán a Texas.

Hoy, para llegar a este poblado, es necesario transitar un largo camino de terracería y cruzar el río Tecolutla, en una pequeña lancha. Múltiples tramos del camino principal fueron destruidos por las lluvias de 5 y 6 de octubre, que también arrastraron decenas de postes de luz, que ya están siendo colocados de nuevo.

La ayuda por aire llegó después de casi una semana. Los primeros días pudieran salir del lugar sólo algunos hombres a buscar víveres y medicamentos. Elementos del Ejército, que trabajan en el desazolve y La inundaci—n en Papantla afect— las trojes en que se almacena el ma’z. En la imagen, un vecino muestra una mazorca podrida n Foto: Francisco Olvera limpieza de este y otros poblados, arribaron hasta el día 13, siete días después de las lluvias. La reconstrucción es lenta y los estragos de las precipitaciones todavía se observan en los caminos.

La placa de 50 centímetros de lodo ya fue retirada de la clínica, del plantel de bachillerato y de la Casa del Campesino, lugar donde el Ejército ha colocado un comedor comunitario que distribuye mil 500 raciones diarias. La vida tiende a normalizarse, y este lunes se reiniciarán las clases en las tres escuelas del lugar.

Pero habrá cosas que no se podrán rehabilitar. Los huertos y maizales se perdieron para siempre. Nacho, un joven de 22 años que en estos días se gana la vida pasando a la gente de un lado a otro del río, asegura que la tierra dejó ser buena para la siembra: sólo quedaron piedras y arena y, sobre ellos, algunos troncos tirados que se negaron a ser arrastrados por la corriente.

Este día también llegó una remesa importante de artículos: mil 400 dosis de vacuna y 104 pupitres para el plantel de bachillerato. En la tarde de ayer llegaron a este lugar otras 392 despensas.

Amparo Méndez, lugareña y enfermera de la clínica, ya formaba a las madres con los niños en brazos, para vacunarlos. En la tarde les tocaría también a los 117 elementos del Ejército que laboran en esta comunidad y en La Isla, Reforma, Primero de Mayo, La Martinica y Coyusquihui, poblados más alejados.

Y es que debido al peligro permanente de algún brote epidemiológico, provocado por lluvias, aguas estancadas y animales muertos encontrados en el camino, las autoridades sanitarias han ordenado adelantar la tercera Semana Nacional de Salud, que empezaría hasta este lunes en todo el territorio nacional.

En tanto, Araceli Palacios, profesora de bachillerato, coordinaba a sus alumnos para recibir a orillas del río los pupitres y llevarlos al plantel, en el cual se perdió todo: mobiliario, cuatro televisores, dos videocaseteras, 250 videos, un aparato de sonido, material didáctico y la documentación de varios años de trabajo.

Señaló que las autoridades competentes prometieron dotarlos, en un plazo de 20 días, de los primeros televisores, y restablecerles la señal de recepción.

Junto con los medicamentos, el mobiliario escolar y la ayuda de despensas, otros artículos también hacían fila para ser cruzados a la otra orilla del río, tránsito necesario para poder llegar a otras comunidades. Rejas de refrescos y pilas de cartones de cerveza esperaba su turno.

Coti, joven de 21 años que tiene a su familia en este lugar y que está a la espera de su plaza como maestra de prescolar, sonríe al ver las cartones apilados. "Los van a pasar, pero no creo que haya dinero para que alguien los compre".

Encima de lo que eran huertos y hoy es el cauce seco del río Tecolutla, don Anastacio y su amigo Julián recorren la ribera en busca de un milagro: encontrar todavía viva alguna de sus 12 vacas, las cuales se perdieron desde la lluvia del día 5.

"Si no se las llevó el río, seguro quien las encontró ya las habrá matado para comérselas", dice una de las mujeres que espera su turno para ir a la otra orilla.

Es por ello que la pregunta que decenas de familias de esta y de otras comunidades de la zona, ubicada entre los municipios de Tecolutla y Gutiérrez Zamora, es la misma: "ƑDe qué vamos a vivir?"