La Jornada lunes 25 de octubre de 1999

CIUDAD PERDIDA Ť Miguel Angel Veláquez

Ť Un clamor que empieza a crecer
Ť La decisión es sólo del Presidente

Después de escuchar a Ernesto Zedillo pedir una y otra vez que los universitarios decidan su propio rumbo mediante las acciones necesarias, hoy los universitarios empiezan a organizarse para exigir al Presidente se sume al esfuerzo y quite una de las piedras del camino. Dentro de muy poco, estudiantes, trabajadores y maestros de la UNAM le solicitarán la salida de Francisco Barnés, y tienen razón. Sólo Zedillo podrá eliminar el escollo.

Si existe un poco de congruencia entre la preocupación manifestada por Zedillo frente al problema y las posibilidades de llegar a una solución en el menor tiempo posible, Barnés tiene que irse.

Está claro: Barnés no quiere renunciar, lo ha dicho una y otra vez, pero el inicio del conflicto pesa sobre su quehacer y no es posible cargar la responsabilidad a nadie. Ni siquiera a los grupos radicales que actúan al interior de la comunidad estudiantil.

Barnés es culpable de exceso de soberbia, de muy poco oficio político y de crear un aparato de dirección comprometido con un esquema de gobierno divorciado de los intereses comunitarios.

Aunque las acciones del rector van encaminadas a dividir al Consejo General de Huelga mediante el accionar de los grupos llamados moderados, la realidad empieza a torcer las mediciones de Barnés.

Sí, efectivamente, los grupos moderados iniciaron algún tipo de trabajo fuera del CGH o, mejor dicho, sin tomar acuerdo de los ultras, la otra piedra del camino.

Con la suma de los trabajadores sindicalizados y de algunos maestros se empieza a crear una nueva fuerza, que si bien aísla a los ultras estudiantes, también puede aislar a los ultras de rectoría que encabeza Francisco Barnés y que apoya el ex rector Sarukhán.

Para estos grupos será necesario tener un interlocutor interesado en los universitarios y no en una fracción del gobierno o de la burocracia burguesa de la rectoría.

Dejar las cosas como están y llegar a un congreso para reformular la vida universitaria en todos los sentidos sería dar vuelta a la noria. El problema estaría allí y las soluciones serían simples buenos deseos.

Por eso hoy resulta de importancia vital que Zedillo muestre, también, su voluntad política, y si bien no quiere usar la fuerza de las armas, decisión bienvenida, use la fuerza de la razón y dé por terminado el mandato de Barnés como prueba de su determinación para solucionar el conflicto.

Hasta donde se sabe, en algunos círculos de gobierno se han empezado a manejar, otra vez, los nombres de algunos universitarios para reemplazar al rector actual.

La mejor opción, se dice, es el secretario de Salud, Ramón de la Fuente, muy poco comprometido con los grupos duros de la rectoría actual y muy cercano a Zedillo.

Desde el inicio del conflicto se advirtió la necesidad de eliminar de la rectoría a Barnés. En la misma Secretaría de Gobernación se dice, recio y quedito, que el rector no hace caso a las recomendaciones de nadie, ni de Bucareli ni de la Secretaría de Educación. Sólo escucha la voz del Presidente y a veces, nada más, la de su tocayo Francisco Labastida.

Entonces, si el presidente Zedillo escucha las voces de los no ultras, de uno y otro lado, los hay muchos, en la marcha programada por el Periférico los ultras universitarios caminarán solos, y muy probablemente no sean los suficientes para crear la provocación.

Esto porque para el 3 de noviembre, fecha señalada por los ultras del CGH, podrían haberse tomado las decisiones fundamentales para arribar al principio del fin de la huelga universitaria más larga de la historia: que así sea.

El Gobierno de la ciudad

En el gobierno de la ciudad dos noticias han sido muy aplaudidas. La salida, por el método que sea, de Pablo Marentes llenó de regocijo a un buen grupo de comunicadores cansados de la ineptitud del funcionario.

Ahora, Agustín Granados, periodista que no ha dejado, pese a todo, de poner los pies en la tierra, de sentirse reportero, deberá rehacer el sistema de comunicación del gobierno capitalino. Ojalá y su trabajo cumpla con las necesidades del gobierno de Rosario Robles.

La otra, muy discutida, muy esperada y verdaderamente anhelada, es la salida de René Bejarano de la subsecretaría de Gobierno para incorporarse al equipo de campaña de Andrés Manuel López Obrador.

La renuncia del líder de la CID obedece a la lucha entre grupos dada al interior del equipo de trabajo de López Obrador, que por otra parte conjunta a casi todas las corrientes perredistas.

Lo malo es que el tabasqueño ya rechazó la idea de corporativismo en el transcurrir de su campaña y, entonces, Bejarano, entre otros, quedará descobijado. Tal vez hizo mal las cuentas y se quede como el perro de las dos tortas.

Por cierto, en el PRD se dice que su presidenta, Amalia García, fue quien puso el ejemplo. Ella no abandonará, como lo marca el PRD, la senaduría, cuando menos no antes de cobrar el jugoso aguinaldo del Senado y los meses de salario transcurridos entre su toma de posesión y el final del año, pero de eso nos ocuparemos en los próximos días.