n Los ríos Samaria y Carrizal, a horas del desbordamiento


Se inicia el éxodo en los límites de Villahermosa

n Abundan las quejas por la falta de ayuda e informes acerca de la descarga de presas

Habitantes de Nacajuca perjudicados por el desfogue de Pe–itas n Fotos: Tom‡s Bravo Alonso Urrutia, enviado, y René Alberto López, corresponsal, Nacajuca, Tab., 23 de octubre n Con la madrugada comenzó el éxodo. Confirmados los reportes oficiales del desastre que se avecina y pese a la ausencia de energía eléctrica, decenas de colonias de este municipio conurbado a Villahermosa tuvieron una intensa actividad. Las horas para poner a salvo las pertenencias están contadas: 18.

Por la noche el nivel del agua permanecía inalterable. Es la tregua que otorga la naturaleza; apenas unas horas entre la salida del norte número 7 y la entrada del 8, según reportes meteorológicos. Con el amanecer comienzan a llegar las primeras camionetas de la más diversa índole que facilitarán el éxodo. No importa el estado como la capacidad de carga para penetrar en las zonas menos inundadas de decenas de colonias aledañas al río Carrizal. En La Selva el agua ya le llega hasta el cuello; en Bosques de la Selva sube y alcanza ya la cintura, apenas para tener movilidad y salvar el patrimonio.

Hoy el clima permitió a los damnificados emprender el éxodo antes de que llegue el agua proveniente de la presa Peñitas. Desde la entrada de la colonia se observa llevar a la población, que emerge de lo que ya es una laguna, lo más valioso de su patrimonio, para algunos los colchones, para otros los electrodomésticos; hasta refrigeradores, algunos más salvan representaciones de sus santos y sacan como pueden cerdos o guajolotes que, junto con estufas y demás enseres, cargarán en una camioneta en sus afanes de salvarlo todo.

La salida es casi silenciosa pero basta una pregunta para desatar la ira de los colonos.

šNos dijeron que nos iban a ayudar, pasan las horas y nada, nos seguimos hun diendo!, dice María Cruz López, quien con su recién estrenada camisa de Roberto Madrazo sale de la laguna que es la colonia. "Pero eso sí, me han de pedir que vote y ni madres que voy a votar".

A esta zona conurbada son contados los militares que llegan, ocupados como están en tratar de retrasar con sacos de harena el inminente desbordamiento de los ríos. Los contados camiones que cruzan cerca de la zona sólo van a aquellos lugares donde el agua ya llega hasta el cuello, donde en un par de horas ya no se podrá pasar y con una condición: sólo trasladan personas, no transportan bienes.

Pero no todos quieren salir. Trasladados en cayuco a los lugares más recónditos de las colonias se advierte la soledad en que queda la mayoría de las casas, pero también la resistencia de algunas familias a dejar atrás su patrimonio. El temor a perderlo es más grande que el miedo a la inminente inundación. Ellos no van al éxodo, su casa se convierte en una especie de arca de Noé donde en las azoteas se hace lugar para todo. Televisores y refrigeradores y estufas primero, parece ser la consigna. Otra prioridad son los colchones que van a dar a la parte más alta que se puede.

-ƑPor qué no van a un albergue?

-Porque están atestados, responde una mujer que ve sin asombro cómo el cayuco encalla en la sala de su casa. Ha subido lo más alto lo más que se puede, pero hay un dejo de resignación en que esta noche va a perderlo casi todo cuando el Samaria y el Carrizal desborden con el nuevo caudal lanzado desde Peñitas.

Carlos María Pinto lleva 18 años de vivir aquí y no hay memoria de semejante inundación. Es el guía del cayuco que lo conduce a las zonas más afectadas, a las casas aún habitadas.

En la colonia Bosque de Saloya Dice que no va al albergue porque también ahí llega el agua. La experiencia del parque Tabasco 2000, que hasta ayer fue el principal albergue de damnificados, y hoy no existe más ante la inminencia de la anegación avala su dicho.

Pareciera que al cruzar los límites de Villahermosa no hay más ayuda federal o estatal. Las zonas rurales sólo tienen "el amparo de Dios".

En el campo, el agua saca a flote la miseria que el marketing político propio de la época trata de ocultar. Junto con los habitantes los anuncios del sonriente Roberto Madrazo parecen también irse a pique.

Son gentes que habitan las partes más bajas del estado y aunque dicen estar acostumbrados "a irse al agua" no cesan de reprochar el abandono en que los tienen. Pese a los anuncios oficiales de que esta vez la crecida del agua puede ser incontrolable, la mayoría de campesinos de Nacajuca prefiere aguardar junto con sus animales la llegada del agua.

La gente del campo opta sólo por trasladarse a la parte "más alta" de esta planicie y ven en las carreteras una isla donde salvarse ellos y sus animales. Ya tienen un recuento de puercos y gallinas muertas, lo más preciado entre sus bienes. Hasta la carretera van a dar los guajolotes, caballos, cerdos y vacas que pueden sacar y los escasos bienes que les quedan luego de estar "en el agua". Y es que en algunas partes de Nacajuca parece que se borraron los ríos y que todo se convirtió en mar y en algunos tramos carreteros el agua cruzó ya ambos carriles y rompe el mito campesino de que son insumergibles. Más aún, entre la autoridad municipal hay casi la certeza de que hoy por la noche podría quedar incomunicado por vía terrestre a Villahermosa. Las despensas tampoco llegan al campo. En Saloya I anoche se mató un puerco para repartir entre la población ante el hambre que empieza a cundir.

Y mientras la población resiste, el sol radiante parece anticipar la inundación que llegará esta noche .