ƑCUAL CAMBIO ENFRENTA ARGENTINA?
Los argentinos estarán yendo a las urnas cuando este periódico llegue a sus lectores. Todas las encuestas y sondeos de opinión coinciden en atribuir la mayoría a la Alianza opositora, cuyo candidato a presidente es el intendente (alcalde) de la ciudad de Buenos Aires, el moderado Fernando de la Rúa, miembro de la Unión Cívica Radical desde 1996, un partido liberal que, para esta elección, ha hecho un frente común con disidentes del peronismo y con grupos socialistas que integran el Frente por un País Solidario (Frepaso). El actual presidente Carlos Menem no pudo imponer una tercera relección ni tampoco controlar su partido y el candidato del mismo y ahora corre el riesgo de ser considerado el principal artífice de una derrota electoral. Por consiguiente, las posibilidades de Menem de volver a la Presidencia una vez transcurrido el periodo de su sucesor son bastante escasas y dependen sobre todo de la actuación del próximo primer mandatario ante el agravamiento de la situación económica y social que todos los analistas prevén. Parece, pues, que se cierra la época del menemismo, esa variante del neoliberalismo en asociación con Estados Unidos. Por otro lado, la crisis parece condicionar el posible cambio.
En efecto, este año la ya muy decaída actividad industrial se redujo en más de 14 por ciento y el crecimiento del producto interno bruto será inferior al crecimiento demográfico. Además, los problemas en el Mercosur con Brasil hacen prever cifras aún peores, ya que Argentina importa de todo el mundo mucho más de lo que exporta y el país vecino es decisivo para sus decrecientes exportaciones. El déficit en la balanza de pagos difícilmente pueda ser compensado por dinero fresco proveniente de inversiones extranjeras, no sólo porque el país ha privatizado, vendiéndolo sobre todo al extranjero, todo lo que era vendible, sino también porque, debido a la situación de la economía mundial, en el último año -según el Fondo Monetario Internacional- las inversiones foráneas en la región se redujeron en 55 por ciento.
No se sabe quién ganará las elecciones, pero parece seguro que habrá un alto número de abstenciones, que los perdedores y los ganadores enfrentarán divisiones en sus propios frentes, hoy unidos de modo muy efímero por la campaña y, sobre todo, que deberán hacer frente a una realidad que podría desmentir sus actuales intenciones.
La Alianza opositora jura que mantendrá la paridad del peso con el dólar (las deudas y compromisos en su mayor parte son en dólares). Pero el encarecimiento de la moneda estadunidense aumentará el costo de los bienes y servicios y reducirá aún más la capacidad exportadora del país. Y el aumento, en cambio, de su tendencia a importar, destruyendo la producción y el comercio argentinos, la ocupación y las fuentes impositivas, así como la reducción de las reservas dada la necesidad de pagar la deuda, unidos a la posible disminución de las inversiones extranjeras, pueden obligar, como en Brasil, a efectuar una devaluación a quienes jamás quisieron ni pensaron adoptar esa medida.
Las incógnitas, pues, son muchas. Los opositores esperan combatir la corrupción y ser más independientes de Washington pero tendrán que demostrarlo, si ganan el gobierno, con medidas claras y contundentes, incluso desafiando el chantaje económico de todos los que, en el extranjero y en el país, aprovecharon la total falta de principios y de escrúpulos del régimen ultraneoliberal encabezado por Menem.
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