La Jornada domingo 24 de octubre de 1999

Carlos Bonfil
Todo sobre mi madre

En Mujeres al borde de un ataque de nervios, los tacones altos eran para Carmen Maura la mejor manera de sobrellevar la angustia. Una década después, un nuevo grupo de mujeres, las formidables protagonistas de Todo sobre mi madre, descubren en la solidaridad afectiva, en la ampliación del núcleo familiar (que incluye a una pareja lésbica y a un padre travesti) y en el disfrute de la diversidad sexual (Agrado-Antonia San Juan), los refuerzos suficientes para soportar la severidad de un destino adverso, la pérdida de un hijo adolescente, un diagnóstico de VIH positivo, o la desesperación de saber que el corazón del ser amado muerto sigue latiendo en el cuerpo de un hombre desconocido. En la nueva cinta de Pedro Almodóvar reaparecen uno a uno viejos temas y obsesiones: los transplantes de órganos humanos, la búsqueda de la autenticidad y del amor verdadero, el desgarre de la pasión no correspondida, y la adicción portentosa, al "caballo" (droga) o al yugo amoroso. Dice Huma Rojo (Marisa Paredes) a propósito de su amante Nina (Candela Peña): "Ella está enganchada al caballo, y yo a ella".

A manera de trama, Almodóvar propone un melodrama desaforado. En el momento en que Manuela (Cecilia Roth) está a punto de revelar a Esteban (Eloy Azorín), su hijo de diecisiete años, la misteriosa identidad del padre que él nunca ha visto, éste se lanza en la calle, bajo la lluvia, tras el autógrafo de una famosa actriz, Huma Rojo, a quien acaba de ver interpretar de modo sublime el papel de Blanche DuBois en Un tranvía llamado deseo. En el intento, el joven muere atropellado. Lo que sigue es el itinerario de Manuela, de Madrid a Barcelona, para encontrar a Esteban padre y entregarle una foto del hijo desaparecido, cuya existencia él mismo ignora. Todo esto como un homenaje a la acumulación melodramática que por los años cincuenta practicara en Hollywood Douglas Sirk (Imitación de la vida, Sublime obsesión), maestro del género, inspirador también de varias cintas de Fassbinder.

Todo sobre mi madre es, desde su título, alusión a All about Eve (La malvada, Mankiewicz, 1950), estelarizada por Bette Davis, es también una propuesta de cinéfilo y una lección de cómo subvertir la realidad alimentándola de mitologías, haciendo que fantasía y vida cotidiana se confundan en un nuevo tipo de costumbrismo urbano, aquél que hereda la sensibilidad posmoderna de la "movida" madrileña" para trastocarla en un artificio tan elaborado que aspira a imponerse como clásico. ("No quiero realismo, quiero magia", era el reto de Blanche a Stanley Kowalski). Todo es ahora posible en Barcelona. El camarógrafo brasileño Affonso Beato captura con sensualidad y elegancia los interiores de colores brillantes, álgidos como los sentimientos de las protagonistas, y las fachadas, puertas y plazas de la ciudad catalana. Al paisaje urbano lo complementan la introspección psicológica de los personajes y el contrapunto humorístico de una evocación colectiva de los placeres del sexo oral. (Cukor, director de Mujeres, en una intensa atmósfera de fin de siglo). Almodóvar expresa en diálogos delirantes los dilemas de identidad de Agrado, el travesti que se niega a ser transexual porque desea disfrutar la plenitud de todos los roles sexuales, y que condensa así su biografía: "Fui camionero antes de ponerme las tetas, luego dejé el camión y me hice puta".

Cinta-homenaje al cine y a las mujeres, a las mujeres que son puntos cardinales en el cine. A Gena Rowlands, protagonista de Noche de estreno (Opening night, 1977), de John Cassavetes, y cuya trama recupera parcialmente Almodóvar, a Bette Davis, a Joan Crawford o a Romy Schneider, y "a los hombres que han querido ser mujeres", y que en el caso de Agrado lo consiguen a fuerza de querer ser auténticas y modernas, "pues siempre hay que estar al día en los avances tecnológicos de la cirugía cosmética" (su monólogo frente a un público atónito y divertido). A punto de volverse un cliché, la aseveración no deja de estar justificada: Almodóvar alcanza en esta cinta un grado de madurez que ya se afianzaba en sus cintas más recientes, particularmente en la anterior, Carne trémula. El cineasta manchego confía ahora menos en las ventajas del delirio sin pausas (Kika) o en su capacidad de manejar las subtramas de thriller policiaco (Tacones lejanos), o los laberintos freudianos, o el lenguaje de la novela rosa (La flor de mi secreto). En Todo sobre mi madre hay una constatación ineludible en este fin de siglo: el sentimiento materno, la devoción filial, la expresión de los afectos, y el concepto mismo de familia, ya no son el privilegio y monopolio de una moral autoritaria. "Todo mi cine ųdijo hace años Almodóvarų es una negación del franquismo, y filmo siempre como si éste jamás hubiera existido". El ánimo libertario y generoso de su última cinta muestra la fidelidad del director a este propósito estupendo.