Ucrania: parece que su destino está en su nombre, el cual significa ``al final, a la frontera''. Ha sido, históricamente, una región fronteriza que ha sufrido el descuartizamiento entre Polonia, Rusia y Austria. Los ucranianos han sido reunificados sólo en 1939, a consecuencia del pacto germano-soviético y de la muerte de Polonia, y eso bajo dominio soviético. Unidos e independientes, los ucranianos lo son solamente desde diciembre de 1991. Es demasiado reciente para que se pueda afirmar que es para mucho tiempo.
La posición de Ucrania es geoestratégica. En su Geografía de la Victoria, Guennady Zyuganov, dirigente del PC ruso y candidato a la presidencia, afirma que tiene tres prioridades: expulsar a los liberales del gobierno; reintegrar a Ucrania; sacar a los estadunidenses del continente euroasiático. Así le hace eco a Z. Brzezinsky quien, en El Gran Tablero ratifica la importancia de una Ucrania cuya ``sola existencia ayuda a transformar a Rusia. Sin Ucrania, Rusia deja de ser un imperio euroasiático''. Es decir, la importancia de las elecciones presidenciales del 31 de octubre, las terceras desde la independencia.
Frontera divisoria o Estado-colchón, Ucrania se encuentra dividida entre sus propios este y oeste. El este y el sur han compartido 350 años con rusos y bielorrusos, bajo el dominio del zar y del PCUS. Representan 65 por ciento de la población y cuentan entre sus filas 12 millones de ``rusos étnicos''. En esa región la mitad de la población, por lo menos, ve con simpatía cualquier acercamiento político, económico, militar con Rusia. El oeste, católico que no ortodoxo, odia a los rusos que lo conquistaron a duras penas, manu militari, entre 1939 y 1953. Las guerrillas no han sido olvidadas.
¿Cuál es la situación de ese país de 50 millones de habitantes? Mala, semejante a la de Rusia; mejor en la parte occidental, peor en la oriental. La economía no sale de su crisis estructural, se habla de una suspensión del servicio de la deuda; el Estado tarda meses en pagar sueldos y pensiones; la mayoría de izquierda paraliza las reformas, el Estado da el ejemplo de la corrupción y el pueblo del estoicismo, a la rusa. Occidente no tiene ninguna estrategia para Ucrania y Europa no tiene ganas de dejarla entrar. Rusia no tiene ni estrategia ni recursos, pero para la mayoría de los rusos la independencia de Ucrania es algo incomprensible.
Un país pobre pero estable, democrático (hasta ahora) y todavía deseoso de ser independiente, tal es Ucrania. Su actual presidente, Leonid Kuchma, quiere reelegirse y dice que es el único que puede llevar al país hacia el oeste. Lo irónico es que ganó en 1994 porque era ``el amigo de Boris'', mientras que el perdedor tenía fama de pro occidental. El oeste votó para el derrotado en 93.8 por ciento, el este para Kuchma en 79 por ciento. ¡Vaya polarización geográfica!
Hay 70 partidos registrados y una decena de candidatos presidenciales, de modo que es muy difícil predecir quién ganará. Si nos limitamos a los siete primeros en los sondeos, cinco prometen el acercamiento estrecho (tres una forma de confederación) con Rusia. Kuchma es el favorito pero no tiene más de 21 por ciento de las intenciones de voto y 48 por ciento afirma no aceptar para nada su reelección. Quien lo sigue es Natalia Vitrenko, una batalladora de 47 años que dice ser ``una verdadera marxista'', pero que es más bien una ``Zhirinivoski con faldas'' nacional-populista. Kuchma dispone del aparato de Estado para someter la televisión y la prensa a presiones tales que su nombre aparece en sexta posición en la lista negra del comité neoyorquino de defensa de los periodistas. Esa lista nombra a los 10 peores enemigos de la libertad de prensa. Si no escogen entre esos dos, los ucranianos podrán escoger entre ``el Mitterand'' y ``el Lenin'' ucranianos. ¿Surgirá un caballo negro?