n La memoria comenzó a traicionar al octogenario mánager


El peso de los años impide a Pepe Hernández volver al gimnasio

n Entrenó a figuras como Toluco López, Ratón Mácias y Mantequilla Nápoles, entre otros

Carlos Hernández n El mánager Pepe Hernández, uno de los sobrevivientes de la llamada vieja guardia del boxeo mexicano, cumplió lo que se había prometido: estuvo en el gimnasio hasta que el cuerpo aguantó.

Con más de 70 años de estar ligado al boxeo, José Hernández Morán hace un par de meses dejó de asistir al Nuevo Jordán, un céntrico gimnasio donde el ruido de las peras y los brincos sobre la duela le hacían recordar sus mejores épocas: aquellos tiempos en los que convivió con figuras del pugilismo como Mantequilla Nápoles, Chango Carmona, Gato González y Gabriel Bernal; con personajes como el ex presidente Adolfo López Mateos (en sus años mozos, cuando se dedicó a las trompadas), y -sobre todo- lo que más añoraba eran los días en que dirigió a dos de los grandes ídolos del pugilismo nacional: Toluco López y Ratón Macías.

Pero el cuerpo ya no aguantó para más.

A sus 85 años de edad, don Pepe (como lo llaman todos con respeto) dejó de asistir al gimnasio por el peso de los años: la memoria lo empezó a traicionar, se extravió algunas veces y su familia tuvo que ir a recogerlo a centros de beneficencia.

Sin embargo, en medio de esas lagunas de la memoria, don Pepe naufragaba en el regreso a casa, pero jamás olvidó el camino al gimnasio...

"En los últimos días se iba al gimnasio caminando lentamente, arrastrando los pies, pero siempre llegó", recuerda su hijo Carlos, mientras don Pepe lo ve y asiente, risueño: "Sí, me iba como borrachito, deteniéndome de la pared".

Hace 15 días, sus familiares lo acompañaron para que recogiera sus pertenencias. No eran muchas, idos ya los tiempos con los grandes campeones. Durante sus últimos días en el Jordán entrenaba a varios novatos que tienen más sueños que posibilidades. Terminó entonces el que era de sus últimos anhelos: ver coronarse a César Figueroa, uno de los prospectos del pugilismo actual.

Sentado en la sala de su casa, ubicada en la colonia Impulsora, amable como siempre, don Pepe observa fijamente los recortes periodísticos y las fotos donde aparece al lado de personajes boxísticos. "El tiempo ha hecho olvidarme de algunos de ellos", dice resignado y triste. Don Pepe Hern‡ndez fue entrenador hasta que el cuerpo aguant— n Fotos: Rosaura Pozos

Recuerda los conflictivos tiempos en la entonces poderosa Unión de Mánagers, dirigida por Arturo Cuyo Hernández y Pancho Rosales. Pero sólo ríe cuando se le comenta la anécdota de que, con su metro y 50 centímetros, derribó de un golpe al poderoso y alto Cuyo, considerado el mejor manejador mexicano de todos los tiempos.

Son pocos también los recuerdos que tiene sobre su ingreso al pugilismo. "Creo que nací en Veracruz, no recuerdo qué año ni qué mes. De muy chamaco me trajeron al Distrito Federal y me metí a la cosa del box para que ya no me pegaran los demás. Me fui arrimando con los muchachos que iban al gimnasio Gloria. Luego el boxeo me gustó y fui aprendiendo a que no me pegaran y además me gustaron los centavos que nos daban cuando peleábamos".

Fue peleador profesional "durante unos 10 años" y dice que llegó a realizar "muchas peleas, quién sabe cuántas", porque en esos años "peleábamos hasta dos veces al día, una vez en la tarde y otra en la noche. Hice una buena campaña y fui campeón, dándome mucho tiempo de catorrazos. Pero un día unas personas me inculcaron la idea de ser manejador".

-ƑY quién le enseñó los secretos del boxeo?

-Nadie. Yo tuve que enseñarme solo, porque en esto del boxeo si usted no aprende algo, lo aprende al final a carambazos.

Tuvo entonces a discípulos como el cubano-mexicano José Angel Mantequilla Nápoles, aunque habla con más cariño de Erubey Chango Carmona, "al que tuve desde aficionado y fue campeón de México, de Norteamérica y del mundo". Dirigió también a Rodolfo Gato González, y cuando se le menciona que está entrenando otra vez, expresa con emoción: "me gustaría ir a verlo".

Mención aparte le merecen los ídolos boxísticos José Toluco López y Raúl Ratón Macías.

"Al Toluco lo conocí cuando apenas comenzaba, ya que yo había ido a entrenar a unos peleadores a Toluca. Era muy buen boxeador, pero de campeón la gente lo empezó a rondar. No sé por qué lo seguían tanto, creo que es eso que le llaman ángel. Cuando entrenaba en el Jordán la gente iba a verlo y cuando se iba, se formaba una procesión atrás de él. Después empezó a descuidarse, se perdió en las parrandas y se acabó", dice en una apretada síntesis y se disculpa: "Todo se va olvidando a través de los años".

De Raúl Macías dice que lo conoció "desde muy chico, peleaba muy bonito y era muy rápido, por eso le pusimos Ratón. A él lo seguían porque también tenía ángel y porque contaba muchos chistes. El también siempre estaba custodiado por la gente, pero no se dedicó a la borrachera".

Destaca de esos tiempos: "Mi satisfacción era tener figuras".

Como buen maestro, don Pepe predica con el ejemplo; se entusiasma cuando habla de la manera en que deben tirarse los golpes, de la mejor defensa, de la forma de caminar arriba del ring. "Me siento mal estando aquí sentado, por mi enfermedad. Yo estoy acostumbrado a estar en la brega, dando indicaciones, diciéndole a los muchachos cómo bloquear los golpes, cómo moverse, el dar los golpes con rotación, para que duelan. Me gusta tanto esto que muchas veces llegué a boxear con mis muchachos, para que aprendieran bien lo que les estaba diciendo".

--ƑY extraña el gimnasio?

--šCómo no! Pero desgraciadamente ya no puedo ir, porque considero que me pierdo. Pero de algo me siento contento: estuve en el gimnasio hasta donde aguantó el cuerpo, y ahora que me dejen otra vez le prometo que voy a regresar...