CIUDAD PERDIDA Ť Miguel Angel Velázquez

¤ Las dos ultras de la UNAM

¤ Urge abrir el puente del diálogo

Para nadie es un secreto, en la universidad existen dos fracciones ultras, desde las cuales se impide una solución al conflicto que ayer cumplió seis meses. Nadie, en sus cinco sentidos, podría afirmar con realidad que el rector y sus directores de la ultraderecha o El mosh y sus cuates de la ultra sin rumbo, han buscado poner fin al peligroso trance, creado y alimentado por un rector ocurrente y necio.

Por eso resulta noticia la declaración del rector Barnés cuando pide la aplicación de la ley a los estudiantes que, según él y el grupo en el que se apoya, han secuestrado la UNAM.

No cabe duda tampoco del accionar primitivo y provocador de algunos estudiantes. Sus excesos proponen extender el conflicto incluso a otras áreas de la vida en la capital, y esto ahonda el problema.

Unos y otros, en fin, juegan a hacer crecer al monstruo oculto entre las campañas políticas para la Presidencia de la República.

Si le dejáramos crecer trencillas al rector, lo vistiéramos de jeans y lo pusiéramos a dieta de baño sería muy parecido a cualquiera de los jóvenes del heroico colegio militar de ciencias políticas.

Total, la cuestión ahora es abrir el puente, bloqueado en sus dos puntas. No basta, como reza la ocurrencia del rector, con encarcelar a los jóvenes infractores de la ley, ni siquiera con levantar la huelga. La amenaza de la burocracia burguesa en la UNAM seguiría latente, y el problema deberá desterrarse de una vez por todas.

Entonces, para intentar llegar a un acuerdo, hoy por hoy impensable, deberá limpiarse el puente; es decir, también se tendría que ir el rector del conflicto y toda su gente. Lo contrario sería vivir en el filo de la navaja y esperar un nuevo paro cada día, cada vez.

Si hasta hace algunos días la renuncia del rector parecía no cambiar en nada la situación, la exigencia planteada por la rectoría para someter por medios ``legales'' a los paristas explica, de la misma manera, la necesidad de alejarlo de su cargo.

No habrá solución si se quiere despejar sólo una parte del puente. El camino para posibilitar un nuevo panorama en la UNAM debe ser fluido, sin obstáculos, limpio, para que con aseo político se reforme la perturbada vida universitaria.

Ir hacia la reforma urge de un nuevo entendimiento. Pensar en la convivencia clasista entre el lumpen estudiantil y la burocracia burguesa de la banda Barnés-Sarukán resulta mantener encendida la mecha en el polvorín.

Entonces, alguien de ideas frescas y preocupado por establecer un diálogo constante entre la comunidad universitaria tendrá en sus manos la responsabilidad de convocar a un congreso o como se le quiera llamar, desde donde la universidad pública (esto sin duda) pueda establecer los cimientos reales del entendimiento universitario.

Pero esta es una tarea muy alejada de la circunstancia actual. Por más necio que sea, Barnés no puede emprender una tarea de esas dimensiones; no lo entendería. Pero tampoco los estudiantes ultras podrán comprender, en su primitivismo, la necesidad de pensar otra vez en la UNAM.

Para esto, para lograr el acuerdo, no es necesario levantar la huelga. La universidad en la circunstancia actual no serviría en su conjunto a nadie, y el conflicto más temprano que tarde volvería a aparecer, seguramente con mayor violencia.

Entonces, si el rector se va y los estudiantes partidarios del caos también, con o sin huelga, la solución estará a la vista pronto.

La decisión está en manos de quien las toma en este país, y para ello no necesitará repetir el 68 ni encajar la brutalidad en lo que fue, alguna vez, casa de la razón; se trata, simplemente, de ejercer un derecho que le dio el voto: gobernar.

Pero todo esto no es más que una utopía. Todo apunta a la intención de unos y otros y de alguien más en las alturas de la política para llevar el conflicto al caos.

Seguramente triunfarán. No hay, por el momento en el país, una sola voz, una intención que sea escuchada por la rectoría o por los niños ogros del Pedregal.

Por lo pronto, la reacción de los medios al castigo a la brutalidad policiaca hizo reaccionar al Gobierno del Distrito Federal, y frente al bloqueo de la avenida Insurgentes Sur se habló, se buscó el entendimiento, y se comprendió que la jauría sirve para prevenir, pero se le debe impedir morder, digan lo que digan.