Víctor M. Quintana S.
La cabalgata de todos
PARA ANIMARSE A RECORRER a caballo los dos mil kilómetros que separan a Ciudad Juárez del Distrito Federal hay que tener piernas de jinete o estar muy desesperado. Ambas cosas suceden a los integrantes de El Barzón que desde el miércoles 6 partieron desde aquella frontera en una "cabalgata de la dignidad" para rescatar la agricultura mexicana. Vienen "con la mira de llegar al centro", como diría José Alfredo, el 16 de noviembre.
Hay desesperación en el campo. Hace 17 años los productores agropecuarios de todos los tipos no han visto la suya. A mediados de los años ochenta, vinieron los primeras medidas neoliberales: se dejaron caer los precios de garantía, se incrementaron los precios de los insumos y se redujeron drásticamente los subsidios a las actividades agropecuarias. La rentabilidad se derrumbó. Los campesinos resistieron tomando bodegas y bloqueando carreteras.
A principios de los años noventa, la agricultura nacional sufrió dos nuevos embates: la apertura comercial a productos del exterior y el encarecimiento de los créditos. El sector agropecuario fue el primero en padecer la crisis de las carteras vencidas: de él salieron los primeros grupos organizados de deudores de la banca que encabezarían las grandes luchas contra la usura bancaria a lo largo de toda la década e impedirían miles de embargos y desalojos. El Barzón le dio nombre, también rumbo y consistencia a los mexicanos acosados por el agio y el apoyo oficial a los usureros.
Con la crisis de las carteras vencidas muchos pensaron que la del campo había tocado fondo. Se equivocaron. La capacidad depredadora del modelo agrícola neoliberal es mayor que la imaginación de muchos: amparados en los tratados de libre comercio y en la coartada de la globalización económica, los conductores de la política agrícola coludidos con importadores y con las trasnacionales del agronegocio han convertido a México en el paraíso de los exportadores extranjeros. Con papeles o indocumentadas pasan diariamente a nuestro país millones de toneladas de granos básicos, cárnicos y lácteos derrumbando los precios locales, haciéndose pudrir en las bodegas la producción nacional y quebrando a los pocos productores que quedan sanos. El tiro de gracia vino a ser el cierre de la Conasupo, último mecanismo regulador de precios en el campo.
Los productores de Chihuahua siguieron resistiendo. Tomaron dependencias públicas para demandar la permanencia del crédito en el campo. Bloquearon puentes internacionales y se fueron hasta Washington para mostrar los estragos que les generaría el Tratado de Libre Comercio. Ocuparon bancos, ayunaron. Pero también se organizaron, se modernizaron, actualizaron sus técnicas productivas, hicieron todo lo que el gobierno les dijo que había que hacer para poder competir. Nada les resultó. Sólo su terquedad en seguir vivos y produciendo los ha mantenido en pie.
Cabalgan indígenas tarahumaras y los típicos campesinos pobres, temporaleros, productores de maíz y frijol. Cabalgan también con ellos compartiendo la llanura y el café, los otrora ganaderos prósperos, los orgullosos fruticultores y los una vez acaudalados productores de las zonas de riego. A todos los ha igualado la crisis generada no por la sequía de años, sino por el embate liquidador de las políticas federales. Lo único que han democratizado los tres sexenios de neoliberalismo son los padecimientros y el despojo.
Poco a poco se irán sumando e irán convergiendo otras cabalgatas de diferentes puntos del país: de Jalisco, del sureste, de Zacatecas. Se trata de llegar a la capital del país y realizar una gran convención a mediados de noviembre, como la que en 1914 llevaron a cabo los ejércitos campesinos de Villa y de Zapata. Una cabalgata pacífica y una gran convergencia de agricultores. Una convención de demandas y de propuestas de las diversas regiones y actores agropecuarios para el rescate de la agricultura nacional: expondrán políticas de fomento; propondrán políticas de precios; mostrarán formas sanas de subsidiar al sector: exigirán revisión de los tratados comerciales; demandarán quitas a sus adeudos y la reactivación del crédito agropecuario a tasas de interés accesibles. Pedirán a la Cámara de Diputados incrementos significativos al presupuesto de desarrollo rural.
Dos mil kilómetros a caballo huelen a Alejandro o a Gengis Khan. Pero los productores no vienen ahora a conquistar tierras, vienen, como ellos mismos lo pregonan, a rescatar la agricultura nacional; a reconquistar la esperanza para el campo. *