La Jornada miércoles 20 de octubre de 1999

Bernardo Bátiz Vázquez
La UNAM, la justicia y el orden

DECIAN ABOGADOS ANTAÑONES que "para justicia alcanzar, tres cosas ha menester: tener la razón, saberla pedir y que te la quieran dar".

En el caso de la huelga de la universidad, promovida para evitar el cobro de cuotas, los estudiantes tienen la razón, las cuotas son ilegales puesto que el artículo tercero constitucional no deja lugar a dudas al respecto ni permite interpretaciones torcidas, pues la educación que imparta el Estado ha de ser gratuita y la UNAM es un organismo descentralizado del éste.

Sin embargo, ni los dirigentes estudiantiles han sabido "pedir la justicia" ni las autoridades han querido reconocerles su razón. Los estudiantes no han sabido encausar sus demandas buscando el apoyo y el reconocimiento social sino por el contrario, desafiando y provocando a la sociedad y a las autoridades tanto universitarias como de Gobernación, no dan muestra de voluntad para reconocer la razón del movimiento y abrir el camino para el restablecimiento del orden en la universidad; no puede haber orden sin que haya previamente justicia.

Podemos pensar con múltiples razones de apoyo, que más bien hay una voluntad encubierta, que mueve tanto a los dirigentes estudiantiles intransigentes y provocadores como a las autoridades insensibles y cerradas.

Los estudiantes en un principio, mostraron habilidad, dialéctica y eficacia para plantear sus peticiones y acorralaron a las autoridades de la UNAM hasta obligarlas a declarar que las cuotas no se cobrarían, pero sin dar marcha atrás en el acuerdo del Consejo Universitario; sin embargo, era el momento del triunfo estudiantil, cuando hubieran podido consolidar su posición, hacer un balance de los conseguido y organizarse para buscar, con la universidad ya en funciones, una reforma más a fondo.

En lugar de ello, se organizaron para desafiar y provocar a una sociedad desconfiada y cansada de la huelga y de las consecuencias y costos que esta le acarrea y que ya no quiere saber de paros plantones y bloqueos de calles. Los paristas sospechosamente se tornaron intransigentes, aceptaron y asumieron el calificativo de "ultras" que algunos medios les habían endilgado para desprestigiarlos se metieron y metieron al país en un callejón sin salida.

Ante esto, las autoridades de la ciudad, contra quienes parece dirigida toda la maniobra, han actuado con inteligencia y energía cuando ha sido necesario. La actitud de Rosario Robles no puede ser más clara, no puede permitir que la ciudad quede en manos del desorden irracional y de la anarquía; por tanto, así como ordena actuar a las fuerzas que despejaron el Periférico, reclama también con energía, a quienes desde altos cargos políticos y universitarios, se empeñan en que las cosas que compliquen al máximo.

En este marco, el incidente de días pasados en el Periférico fue tratado como debió serlo; no era posible permitir que la principal arteria de la ciudad se paralizara indefinidamente y se usó la fuerza como último expediente, después de varios intentos de persuasión y quienes nos informamos ampliamente de los incidentes, pudimos constatar que en términos generales, salvo excepciones insignificantes, las fuerzas del orden actuaron con prudencia y tuvieron que soportar injurias y violencia por parte de los estudiantes y que los golpeados fueron unos cuantos, quizá únicamente dos y sin que sepamos a ciencia cierta todavía, cuales fueron las causas de sus lesiones que por otra parte, no son graves.

Bien dijo el secretario de Gobierno, Leonel Godoy, que las autoridades de la ciudad quedan en estas condiciones como el cohetero, es decir, si truene el cohete le silban, y si no, también; no podemos estar de acuerdo por tanto con esa actitud descalificadora, si bien los estudiantes tienen razón en el fondo, y deben seguir exigiendo que las cuotas no se cobren por ser ilegales, deben también medir si son instrumento de quienes buscan poner en aprietos a un gobierno democrático y deben de reflexionar muy bien que las acciones que tomen no se conviertan en provocaciones irracionales. *