La Jornada martes 19 de octubre de 1999

Luis Hernández Navarro
Imágenes de Babel

TRES IMAGENES EJEMPLIFICAN el Babel universitario contemporáneo. La primera es una fotografía en la que puede verse la mesa de debates del CGH separada del resto de la asamblea por un cerco de alambre de púas. La segunda es una instantánea que capta el momento en el que un par de granaderos patea con saña a dos estudiantes tirados en el piso de Periférico Sur con el rostro sangriento. La tercera es una caricatura de El Fisgón en la que el rector Barnés, sentado tranquilamente en un sillón y vestido con bata y pantuflas, se pregunta: "ƑQué nadie piensa arreglar el desmadre ese de la UNAM?".

En el centro de la actual movilización estudiantil se encuentra la lucha por la gratuidad de la educación pública superior. Miles de jóvenes estallaron la huelga en la UNAM cuando el rector y el Consejo Universitario quisieron clausurar ese derecho social. Desde hace seis meses han mantenido vivo su movimiento en condiciones adversas, enfrentando una fuerte campaña en su contra en los medios de información electrónicos.

Conforme el tiempo pasa, el conflicto universitario se vuelve cada vez más confuso. Aunque ha quedado claro que la UNAM requiere de una profunda reforma, sus autoridades se niegan a caminar por la única vía que podría resolver el problema y sentar las bases para reorganizar a la institución: negociar con los estudiantes su pliego petitorio y aceptar la realización de un congreso resolutivo. Por el contrario, esperan que una acción de la fuerza pública zanje lo que su terquedad burocrática les impide solucionar.

Más allá de la justeza de las demandas que enarbola el estudiantado, las acciones autoritarias y excluyentes de algunos de sus integrantes y las medidas de presión ejercidas al margen de la mayoría actúan en contra de su causa. Una mesa de debates acordonada con alambre de púas no es la mejor tarjeta de presentación que puede ofrecer un movimiento que reivindica la democracia. Menos aún las continuas riñas e insultos que privan entre los delegados al CGH, o el afán de excluir de las asambleas a los que piensan distinto. Tampoco lo son los ataques a la prensa y la pretensión de vetar reporteros.

Curiosamente, las acusaciones que varios dirigentes del movimiento han hecho contra La Jornada son similares a las realizadas por Ricardo Salinas Pliego, dueño de Televisión Azteca y uno de los principales detractores de la huelga universitaria. Coinciden también con la campaña que, sea por cuestiones publicitarias o diferencias políticas, han desatado otros medios en contra de este periódico.

La función principal de La Jornada es informar lo que sucede, independientemente de si gusta o no a los actores del conflicto. Su línea editorial no está asociada a partido político alguno. Refleja, sí, un compromiso con principios y causas, entre las que se encuentra la gratuidad de la educación pública. Los artículos de opinión expresan la posición de quien los escribe, no las del diario. Los cartones han mostrado visiones críticas tanto de las autoridades universitarias como de las posiciones estudiantiles. Cientos de cartas han aparecido en la sección de El Correo Ilustrado manifestando todo tipo de consideraciones. En las páginas de este periódico se ha dado voz a las distintas posiciones existentes, lo mismo a favor de la huelga que en su contra. Se ha entrevistado y publicado artículos de funcionarios universitarios como de paristas de distintas posturas. Frecuentemente, los representantes de las corrientes identificadas como radicales han sido más reacios a dar sus puntos de vista. Los ataques en contra de La Jornada son una señal de intolerancia y sectarismo inadmisibles dentro de un movimiento transformador.

Para solucionar sus demandas, el movimiento estudiantil requiere del apoyo y la solidaridad de otros sectores tanto de adentro de la UNAM como afuera de ella. La mera fuerza de los activistas y de sus aliados en el movimiento urbano popular es insuficiente para arrancar un acuerdo digno. La radicalización de sus protestas puede darle más visibilidad y mostrar públicamente su enojo, pero no necesariamente crea mejores condiciones para la negociación. Por el contrario, acciones como el bloqueo de la vialidad y el cierre de otras instalaciones universitarias propician el malestar de ciudadanos y académicos, que en otras circunstancias podrían simpatizar con el movimiento, y crean condiciones para una salida violenta.

El camino de Babel conduce al encono y al enfrentamiento. Es el momento de reanimar la construcción de puentes y mediaciones. Es el momento de reconocer al otro, de sentarse a dialogar. Después, ya puede ser muy tarde. *