* Sigue separado del cargo y es investigado por abuso de poder y soborno


Tercer bloqueo a la destitución del procurador ruso

Juan Pablo Duch, corresponsal, Moscú, 17 de octubre * La penosa historia de Yuri Skuratov, el aún procurador general de Rusia, separado del cargo por decreto presidencial hace ya siete meses y cuya destitución definitiva ha sido bloqueada por tercera ocasión en la Cámara Alta del Parlamento, tendrá sin duda un capítulo más.

La votación en el Consejo de la Federación, favorable a que el procurador general permanezca en el cargo por 98 votos contra 52, no resuelve el controvertido caso de Skuratov, pues la Constitución no limita el número de veces que el presidente Boris Yeltsin puede solicitar al Senado ratificar la destitución del procurador, quien no puede ejercer sus funciones por estar suspendido debido a que la justicia militar lo investiga por cargos de "abuso de poder" y probable "aceptación de soborno".

Tampoco lo soluciona el hecho de que la Corte de Moscú, obviamente en la órbita del alcalde Yuri Luzhkov, haya emitido este viernes un fallo que considera "infundada" la prórroga de la averiguación previa contra Skuratov hasta el 2 de febrero del año 2000, la prórroga, que no las imputaciones que se le hacen.

Es evidente que el Kremlin apelará a la Corte Suprema, la cual ya ratificó, el pasado 22 de junio, la legalidad de la investigación que se le sigue al procurador, confirmando con ello que, como instancia de nivel federal, su simpatía está con Yeltsin y no con Luzhkov.

La prórroga solicitada por la procuraduría militar obedece oficialmente a la necesidad de recabar nuevos testimonios, como el del dueño de la empresa suiza Mabetex Project Engineering SA, Behgjet Pacolli.

El empresario de origen albano-kosovense declaró hace poco a la televisión rusa que Skuratov no ha sido ajeno a lo que llamó, con cinismo y franqueza, "ayuda humanitaria" a altos funcionarios rusos.

Pacolli afirma haberle enviado a Skuratov a uno de sus mejores sastres para que le tomara medidas y le hiciera catorce trajes, "con camisas, corbatas y hasta ropa interior". Skuratov no niega el hecho, pero asegura que no sabía quién pagó los trajes, pues siempre creyó que se los había regalado la Oficina de la Presidencia.

Más allá de este episodio, la acusación más seria contra Skuratov sigue siendo el escándalo sexual que protagonizó y permite al Kremlin cuestionar su calidad moral para desempeñar el cargo.

Según fuentes cercanas a la procuraduría militar, entre abril de 1997 y comienzos de 1998, periodo en que se cuenta con pruebas, Skuratov fue "atendido" por no menos de 25 prostitutas, durante orgías que tenían lugar en un departamento propiedad del banquero Ashot Eguiazarian, quien habría gastado en la diversión del procurador general cerca de 100 mil dólares.

Ashot Eguiazarian y su hermano Suren figuran en varias causas judiciales que la procuraduría general nunca terminó de investigar, lo cual hace suponer a la procuraduría militar que Skuratov podría haber utilizado la información que comprometía a los hermanos, a cambio de "favores" de distinto tipo, incluido los de carácter sexual.

Ello explicaría, según la misma línea de investigación, que los hermanos Eguiazarian hayan decidido grabar con cámaras ocultas una de las orgías para controlar al procurador general. Un año después, el famoso video llegó a manos del anterior jefe de la Oficina de la Presidencia y fue usado torpemente con fines políticos, en un intento de chantaje.

De unos meses para acá, las referencias a la corrupción son elemento medular del enfrentamiento del Kremlin y del grupo que encabeza Yuri Luzhkov, que en el fondo no es sino una pugna entre clanes políticos. Convertido Skuratov en instrumento de la lucha por el poder, alineado ya en el campo de uno de los clanes, lo más lamentable es que empiezan a aparecer en Rusia corruptos "buenos" y corruptos "malos", dependiendo de qué intereses estén detrás de cada declaración de apoyo o condena al procurador.

Skuratov sabe tocar fibras sensibles al proclamarse víctima de la lucha contra la corrupción, pero en el fondo es parte de la misma. Por eso, no pasa de retórica barata la disyuntiva que Skuratov planteó a los senadores para ganar su enésimo respaldo: "o ponen fin a este mar de corrupción o siguen el camino marcado por los funcionarios corruptos del Kremlin".

Tan sencillo como esto: en los tres años y medio que estuvo al frente de la procuraduría general, Skuratov no hizo nada para combatir en serio la corrupción y, en cambio, según se desprende de la acusación que ahora afronta, incluso se benefició de todo tipo de "favores" de individuos a quienes tenía que perseguir por ley.

Para decirlo con otras palabras, si alguien tiene que investigar los ilícitos que se atribuyen a personajes de primer nivel --algo por lo demás improbable de llevarse hasta su última consecuencia mientras Yeltsin despache en el Kremlin, a menos que por así convenirlo a sus intereses coyunturales "entregue" a uno o dos corruptos que están en boca de todos--, no puede ser Skuratov.