* Por medio del contratenor cantan los ángeles, señalan los ingleses


Bowman y Brett, dos voces que trinan

* Ofrecieron un recital la noche del sábado en Bellas Artes

Pablo Espinosa * Como parte de un recital de excelsitud, partituras de Monteverdi y de Purcell se erigieron como alas ųblancas, algodonadas, nubes níveas y núbilesų de arcángeles.

Obras anónimas, así como otras firmadas (Dufay, Schutz, Haendel) fueron puestas en los atriles de un par de músicos que por razones de índole elevada son únicos en el vasto universo de la música de concierto.

En primer lugar su tesitura. A la par, la calidad estratosférica a la que elevan el arte del contratenor. También, la hondura de sentimientos, emociones, conceptos y mensajes que imprimen a la hora de cantar. Last but not least, la organicidad con la que suelen entablar su repertorio, caso el cual fue contundente en su recital del sábado nocturno en el Palacio de Bellas Artes, donde por dos horas hicieron más metálico el trinar de hojadelata de un clavecín, más sinuoso y femenino aún el ronronear de un violonchelo, así como alegremente florido el cantar de un par de flautas barrocas, armazón instrumental sobre la cual montaron estos músicos majestuosos su canto contratenor. Epifanía.

En crecimiento lógico, linfático, la materia de su canto mantuvo expansión exponencial: obras anónimas prebarrocas iniciaron el ritual, sobre una cama herbórea al mismo tiempo tenue y fresca: el clavecín como acompañamiento a las primeras partituras.

Así como fue pasando el tiempo real en el concierto, la sucesión de obras interpretadas significó también avance en tiempo, pues la continuidad entre autor y autor no sólo era cronológica, sino también temática, de ambiente, tono, atmósferas diversas. Así, al clavecín se unió violonchelo barroco y a éstos, finalmente, dos flautas de pico hasta alcanzar niveles más allá de lo sublime, especialmente cuando sonaron las citadas obras monteverdianas y purcellianas.

Era de tamaño tal el arrobamiento del público que colmó el butaquerío, que hubieron Bowman y Brett de ejecutar dos piezas de regalo. No era para menos tanto júbilo. Si bien el arte del contratenor se ubica en niveles de exquisitez tales que pudiera pensarse está destinado al recoveco del connoisseur, al apartado del dilettante, al refugio del académico, al coto privado del melómano clavado, la noche del sábado pudo probarse, nuevamente, que la música es de quien la trabaja, es decir de quien la siente, de otro modo no se explicaría que una multitud aclamase ųcomo lo hizo en su fiebre de sábado por la nocheų con denuedo tal a un par de músicos que se dedican a música supuestamente de exquisitos.

šAh, que trinan las voces cristalinas! šAh, que la sensación de paraíso nos invade cuando cantan arias separadas o bien cuando tienden trenzas de abalorios en emisión de dúos! šAh, que las líneas de canto de Bowman y Brett son bellísimos confines! La mar en lontananza, el cielo también hacia lo lejos. Juntos, voz y canto, línea marina y celeste, se confunden a la hora en que declina el día y cae la noche, justo en el momento en que perdemos la noción de ser mortales.

šAh, cuánta música divina!

* Sin rivalidad con los tenores

Angel Vargas * En una breve charla, horas antes de su presentación, James Bowman y Charles Brett tenían la certeza de que si bien no se trataba de un privilegio ų''esta es una palabra muy ruda''ų, los asistentes a la velada en el Palacio de Bellas Artes disfrutarían de todo un crisol de ''sonidos fascinantes'' que, en estilos diferentes, recorrería cinco siglos de música.

''Muchas personas dicen que por medio de la voz de un contratenor cantan los ángeles'', bromeó Bowman, quien es uno de los contratenores más importantes del mundo desde hace casi tres décadas, al grado de que cuenta con más de 150 grabaciones con las mayores compañías disqueras del orbe y en 1992 el gobierno francés lo honró con la Orden de las Artes y las Letras.

Fatigados, luego de poco más de hora y media de ensayo y ya en uno de los camerinos del Palacio de Bellas Artes, los intérpretes ingleses apuntaron que el repertorio para su tesitura de voz está en constante incremento, con autores como Bejamin Britten, Michael Tippet, Peter Maxwell y Geoffrey Burgon, entre otros.

No obstante, aceptaron que su quehacer es un tanto elitista, ya que el público gusta más de los tenores, de quienes, por cierto, "no somos rivales".

Subrayaron que el repertorio para contratenor es muy amplio desde épocas muy antiguas, contrario con el del tenor, que se remite al siglo XIX , pues la voz de éste no era común durante la época barroca. En las óperas de Handel, por ejemplo, no hay partituras para tenores.

Este argumento explica el porqué en gran parte de las actuaciones de estos dos contratenores prevalezcan las piezas de antiguo origen. "En la música antigua hay un repertorio enorme de música para nuestra voz", subrayó Brett, quien al igual que su colega es uno de los cantantes de la especialidad más reconocidos del mundo. Cuenta con más de 60 grabaciones como solista y, además, combina su trabajo como concertista con su faceta de profesor de canto en la Real Academia de Música en Londres.

Tras de refutar que su matiz vocal esté en desuso, así como que éste se preste a mitos como el de los castrati ų''no tenemos nada que ver con ellos, ya que ellos cantaban más alto''ų, ambos artistas enfatizaron que su propuesta, cuando interpretan obras barrocas, se encamina a hacer de esas piezas música contemporánea, sencilla para el público de hoy.

Por su parte, Jonathan Hellye Jones, director de la Cambrigde Baroque Camerata, agrupación que acompañó a los contratenores en su actuación, resaltó la importancia del clavecín ųinstrumento que él ejecutaų en las obras de origen barroco: ''Le imprime a la música más transparencia que si se hiciera con piano, ofrece buena acústica, así como sonidos más rabiosos... La función del clavecín es para dar el ritmo, como en el jazz".

La voz de los ángeles en dos mortales ingleses la noche del sábado en el 65 aniversario de Bellas Artes: James Bowman y Charles Brett.