León Bendesky
Resistencia
UNA COSA ES QUE el banco central tenga como compromiso básico el control de la inflación; otra cosa es pensar que por ello sólo desarrolla una actividad técnica al margen de repercusiones sociales y políticas. La política de control de la inflación, tan relevante en una economía abierta como ésta, no es neutral. Y no puede serlo en una situación económica y financiera en la que las medidas monetarias provocan fuertes fluctuaciones como las observadas en los días recientes.
La semana pasada bajaron las tasas de interés más de 11 por ciento y, enseguida, algunos plantearon que eso respondía a una significativa mejoría de las expectativas acerca de la reducción del nivel general de los precios. Pero, de inmediato, el peso empezó a depreciarse y en el curso de la semana acumuló una reducción de 2.5 por ciento en relación con el dólar. Mientras tanto, la bolsa de valores tenía una caída en su índice de precios de 7 por ciento. El peso tiene poca resistencia frente a la caída de los intereses, y esto se debe, especialmente, al riesgo estimado por los inversionistas. Puede ser que el banco central use este mecanismo para reducir la sobrevaluación del peso, es decir, el hecho que el dólar está muy barato. Pero esta medida es muy comprometedora en estos momentos en que habrá que gastar mucho dinero para atender los efectos de la destrucción provocada en una parte importante del país. La bolsa muestra, una vez más, una relación disfuncional con el comportamiento general de la economía pues, de otra manera, su índice de precios debió reaccionar al alza frente a la caída de los intereses. La bolsa responde preferentemente a lo que ocurre en el mercado de Nueva York, donde se hacen las mayores transacciones de las grandes empresas que operan en México.
Muchos consideran que estas fluctuaciones provienen esencialmente de factores externos, en particular lo que ocurre en la economía estadunidense y lo que haga al respecto el banco de la Reserva Federal. Pero, entendiendo que esos factores son considerables debido a la enorme dependencia financiera de nuestra economía, habría que ver con mayor atención cómo está funcionando internamente la economía mexicana. Las limitaciones del programa monetario del banco central no sólo están dadas por lo que haga mister Greenspan. Surgen de las propias rigideces del funcionamiento del sistema económico y porque no existe la suficiente correspondencia entre gestión del dinero y del crédito con la estructura social y productiva.
Funcionarios del propio banco central estiman que la meta de inflación de 10 por ciento, fijada para 2000, es muy ambiciosa. Eso deriva precisamente de que la inflación no es sólo un fenómeno monetario, o sea, que no puede abatirse y, sobre todo, sostenerse en niveles bajos, únicamente mediante el control de la cantidad de dinero y de crédito. Esto es lo que puede hacer el banco central y lo está haciendo a pie juntillas. No obstante, deben reconocer que con ello no se amplían las posibilidades de aumentar la inversión en el conjunto de la economía de tal modo que se reactiven armónicamente los sectores y las regiones. La economía crece debido a los sectores que pueden concentrar el financiamiento, a pesar de que el sistema bancario no funciona y de las empresas maquiladoras, las cuales tienen un crecimiento que supera 15 por ciento. Habría que saber si la meta de inflación es ambiciosa sólo en términos técnicos, como parece desprenderse de la apreciación del propio banco o, si tiene, también, un componente asociado con el ciclo político y, entonces, sigue con la escuela económica de los alfileres.
En una economía con poco dinero y sin crédito, se puede mantener la apreciación del peso como un instrumento básico del control de la inflación. Pero eso no quiere decir que se estén creando las bases del crecimiento sostenido. Es aquí donde el quehacer de la gestión económica es necesariamente una acción política, y ahí puede estar la gran debilidad del programa que se aplica y que está llegando a su fase de prueba, no solamente por la temporada electoral, que ya está abierta, sino porque se están evidenciando cada vez más las formas en que se ha minado la capacidad de resistencia de la infraestructura física y, sobre todo, de las comunidades más vulnerables del país, como se ve hoy en Tabasco, Puebla, Veracruz e Hidalgo. *