La Jornada sábado 16 de octubre de 1999

Enrique Calderón A.
La propuesta de la sociedad civil

DESPUÉS DE TODO UN SIGLO de luchas sociales, de esperanzas frustradas, de sacrificios interminables, de futuros mejores que no llegan, México pareciera estar, en muchos aspectos fundamentales, al igual como lo estábamos al inicio de siglo: con la riqueza concentrada en unas cuantas familias, con un régimen de injusticia social, que castiga a los pobres igual en las crisis económicas que en los desastres naturales, con una cúpula gobernante al servicio de los ricos y de los extranjeros, y con los ojos puestos más allá de las fronteras, pensando obtener allí las soluciones a los problemas generados por sus propios egoísmos, y la falta de visión de quienes los antecedieron en sus funciones.

Al acercarse los tiempos de la sucesión presidencial, los grupos políticos encumbrados en el poder, lejos de asumir una conducta de reflexión crítica, de aceptación de la realidad desastrosa y de su responsabilidad en ella, se lanzan a buscar y competir por nuevas posiciones de poder, nuevos privilegios, nuevos plazos de impunidad y de oportunidades para seguir medrando; para ello les parece necesario exhibirse, llamar la atención, hacerse chistosos, valentones y albureros, y a veces prometer lo que desde hoy saben que no van a cumplir, pensando, quizás con algo de razón, que así un nuevo triunfo es posible para ellos.

Para los ciudadanos y ciudadanas que conformamos la sociedad civil, que vivimos la experiencia diaria de los problemas que se acumulan sin solución posible en el esquema actual, de las frustraciones y los sacrificios callados, la visión y las prioridades ante la coyuntura política del 2000 son otras; pensamos en la necesidad de cambiar el país para hacerlo más justo, en la necesidad de contar con un proyecto de nación del que hemos carecido por décadas, de un proyecto que nos convoque a todos, a construir un país más justo del que hoy tenemos, que nos ofrezca mejores condiciones de vida y mayores oportunidades.

Sabemos, sin embargo, que nada de esto será posible mientras no contenemos con la posibilidad de organizarnos como sociedad civil, de dar la lucha juntos en todo el país; para imponer nuestra voluntad, de hacer ver a los políticos profesionales que, o atienden nuestras demandas o sus pretensiones no tendrán respuesta.

Es en este contexto que la movilización ciudadana, convocada por un número importante de organizaciones bajo el lema del "Poder Ciudadano", adquiere una importancia singular. En foros realizados simultáneamente en una docena de ciudades (Chihuahua, Obregón, Zacatecas, San Luis, Guadalajara, Cuernavaca, México, Jalapa, Oaxaca, Villahermosa, Tuxtla Gutiérrez y Mérida) los días 24 y 25 de septiembre pasados, decenas de organizaciones sociales se reunieron a presentar y discutir sus propuestas y demandas, hasta consensar un documento incluyente aprobado luego en una gran reunión nacional, realizada el 8 y 9 de octubre en la ciudad de México que por sus contenidos y su naturaleza, constituye hoy una gran propuesta de la sociedad civil para el siglo XXI.

Difundir este documento, discutirlo, lograr que todos los mexicanos y me-xicanas, o al menos un amplio sector de todo el país lo haga suyo, constituye el próximo desafío. Se trata de un esfuerzo histórico sin precedente, con el que los ciudadanos nos podemos sentir unidos, incluidos en un proyecto común. De igual forma que en 94, la sociedad pudo movilizarse en torno a una exigencia nacional de elecciones limpias, en el 2000 las exigencias ciudadanas serán de cambio, de bienestar, de justicia, de reconocimiento a derechos humanos, cumplimiento a los acuerdos de San Andrés, de crecimiento y de distribución de la riqueza. La discusión de esta agenda en los hogares, en las escuelas, en las fábricas y en los foros públicos vale la pena. A ello dedicaré el espacio privilegiado y comunicador de La Jornada, de mis próximos artículos. *