La catástrofe de las aguas en varios estados nos arroja una conclusión: en México no existe defensa civil y el gobierno carece de organización para enfrentar los desastres naturales.
Fuera de la absurda pretensión del Presidente de la República de que los políticos no hablen de los damnificados y de las causas de varios deslaves e inundaciones, los partidos y sus líderes están obligados a examinar la situación terrible que se ha creado a partir de las fuertes lluvias de los días recientes.
México es un país en el que se producen sismos, aguaceros, erupciones volcánicas y otros muchos fenómenos naturales. Sin embargo, el Estado no ha organizado a la sociedad para la defensa civil. Se carece de planes de información, evacuación y atención a los pobladores. La gente no está organizada para protegerse ni tiene conocimientos de cómo hacerlo. No podría haber una situación más deplorable en este aspecto tan importante de la organización del Estado y la sociedad.
En lugar del inútil servicio militar obligatorio, establecido en el artículo 31 de la Constitución, debería instituirse la incorporación de todo ciudadano a la defensa civil, como sistema de información, prevención y protección. En México existe un ejército profesional que no requiere en absoluto de servicio militar. Tampoco es necesaria la Guardia Nacional, lo que se comprueba con la inexistencia de la misma. Sin embargo, dicho servicio y tal Guardia siguen en la Constitución, en lugar de la defensa civil.
Por su parte, el gobierno federal y los de las entidades federativas cuentan con la llamada protección civil que no expresa más que una visión burocrática del problema. Las oficinas destinadas a esta función carecen de capacidad para organizar a toda la población con el fin de hacer frente a los desastres naturales. Esta visión burocrática ha traído como consecuencia muerte y sufrimiento de miles y miles de mexicanos.
Cuando Paulina llevó fuertes aguaceros a Acapulco, ninguna autoridad avisó a los pobladores y mucho menos organizó la evacuación. Ahora, en varios estados, nadie fue capaz de advertir la creciente de los ríos y ordenar el desalojo de la población en riesgo. Más aún, si se hubiera exhortado a la movilización de la gente, ésta no hubiera sabido qué hacer, pues carece de la mínima instrucción para enfrentar los desastres naturales.
La defensa civil sería un sistema nacional de organización de todos, coordinada por especialistas profesionales dedicados exclusivamente a esta tarea. Todo mexicano y mexicana tendría la obligación de recibir instrucción y mantenerse al tanto de las disposiciones que se emitan para hacer frente a los eventuales desastres naturales, de tal manera que, cuando éstos se presenten, cada persona sepa exactamente qué debe hacer desde el momento en que sea avisada o se presente repentinamente el suceso.
Mucha gente pudo salvar la vida con la simple evacuación. Muchos sufrimientos se habrían aliviado con el conocimiento de qué hacer frente a las inundaciones y en lo referente a la atención de los damnificados. Pero el gobierno se encuentra en una tremenda desorganización; existen poblaciones aisladas y sin agua y alimentos durante 10 días; mucha gente no sabe qué va a ocurrir, cuándo se reanudarán las comunicaciones, en qué momento se estima que podrá reconectarse la energía eléctrica. Un damnificado le dijo al Presidente que no tenían agua potable y éste le contestó que cómo quería que la hubiera si no había electricidad.
Es penoso advertir que en la ciudad de México se hayan presentado obstáculos al buscar camiones para transportar la ayuda solidaria, cuando el gobierno posee miles de ellos, especialmente el ejército, pero están parados. Es absurdo que las autoridades no hayan utilizado decenas de helicópteros privados que en momentos de desastre deben estar incondicionalmente al servicio de la defensa civil.
El Presidente acierta en decir que no se requiere la ayuda extranjera para auxiliar a los damnificados, pues existen suficientes elementos dentro del país para encarar la situación. Pero lo que no explica es por qué no se han usado los recursos del país en la medida de las circunstancias. Después, para la reconstrucción, sí será necesaria la ayuda internacional, pues el gobierno mexicano está en el raquitismo presupuestal, como consecuencia, en gran parte, del robo del siglo que fue el Fobaproa.
Ya es hora de organizar la defensa civil y dar a este sistema el lugar que le corresponde en un país de desgracias.