El sexenio de Ernesto Zedillo se termina en un clima de desastre que los medios de comunicación tratan en vano de ocultar. La ineficiencia estatal ante las inundaciones en seis estados, el fracaso del proceso interno del PRI, los escándalos financieros y la crisis del diálogo tanto en Chiapas como en la UNAM muestran que el grupo gobernante no sólo sigue menospreciando la realidad social del país sino carece de voluntad política alguna de enfrentar los problemas.
1. La decisión del rector universitario Francisco Barnés de negarse a dialogar durante seis meses con el CGH y de mantener cerrada a la UNAM, constituye ya una de las mayores vergüenzas para el gobierno actual. La Universidad Nacional es ciertamente autónoma en la letra de la ley, pero nadie puede ignorar que el actual rector llegó al cargo impuesto por el gobierno y que éste lo ha solapado en todas sus decisiones, por lo que Zedillo no puede alegar ya en su descargo que no tiene responsabilidad alguna en las decisiones tomadas o que es su ``delfín'' Francisco Labastida el que está disponiendo a su gusto de la UNAM.
2. La pregunta que muchos se hacen es por lo tanto la clave del problema: ¿Por qué le tiene tanto miedo a un diálogo público la rectoría de la UNAM?
3. La sexta sesión extraordinaria del Consejo Universitario de estas semanas, efectuada en la Antigua Escuela de Medicina (14 de octubre), prosiguió en consecuencia en esa misma pendiente: fue un monólogo que degradó aún más al propio Consejo que avaló el hecho de que el rector no dialogue y que su Comisión de Contacto no haga nada, y como una burla a los estudiantes del CGH, a la comunidad universitaria y al país, aprobó en vez del Congreso resolutivo (organizado por toda la comunidad) unos foros institucionales (preparados por las propias autoridades).
4. Los hechos se encuentran a la vista, y estamos ante el mayor caso de irresponsabilidad académica y administrativa en la historia de la Universidad moderna. El rector Francisco Barnés se niega a dialogar con los estudiantes en huelga a seis meses de iniciado el conflicto, y parece empeñado en que la UNAM continúe cerrada por oscuras motivaciones políticas dictadas por el clan labastidista, a cuyo servicio se encuentra, y que tiene un poder de decisión cada vez mayor en la política nacional.
5. Las pretensiones de la rectoría en el sentido de que: a) el gobierno federal utilice el Ejército para devolverle las instalaciones, b) el PRD a través de los dirigentes ceuístas históricos levante la huelga, o c) el STUNAM actúe como esquirol de los estudiantes y le entregue los inmuebles, mismas que ha repetido como una cantaleta desde el inicio del conflicto, no constituyen más que provocaciones que van en un mismo sentido: ganar tiempo, y aprovechar la huelga para tratar de revertírsela a los estudiantes y proseguir destruyendo a la Universidad Nacional.
6. La comunidad universitaria no puede tener a estas alturas la menor duda de que el rector Francisco Barnés y sus principales colaboradores -Salvador Malo, Leopoldo Paasch, Francisco Bolívar Zapata, Gonzalo Moctezuma-, quienes cargan con una enorme responsabilidad histórica, han actuado como verdaderos depredadores de la cultura nacional: intentando primero privatizar, trastocar y fraccionar a la UNAM y, al encontrar una resistencia inesperada en el Movimiento Estudiantil Universitario, pretendiendo ahora utilizar la huelga estudiantil en ese mismo sentido, generándole un daño irreparable a miles de jóvenes y de familias a quienes no ven.
7. La solución de fuerza que exigen del gobierno federal no va a venir ahora, mucho menos después de las trágicas inundaciones que, entre otras cosas, han servido para que el régimen promocione la imagen de las fuerzas armadas, deteriorada a su peor nivel con la ocupación militar de Chiapas. Ernesto Zedillo, empeñado en resarcirle la imagen al Ejército en vistas al 2000, no va ahora a utilizarlo contra la UNAM sino como un último recurso porque sabe del descontento interno. Baste recordar que tres oficiales de alto rango -los generales José Francisco Gallardo y Samuel Lara Villa y el coronel Miguel Angel Rosas- suscribieron el 20 de septiembre un documento publicado en La Jornada, manifestando su desacuerdo con las políticas oficiales en Chiapas y exigiendo el respeto a los Acuerdos de San Andrés.
8. La campaña de desinformación en los medios sobre lo que acontece en la UNAM describiendo a los estudiantes como fascinerosos no ha tenido desde un principio más un objetivo que el de crear las condiciones para justificar la intervención militar. Esta ha terminado, sin embargo, por revertirse ahora contra el propio sistema: exhibiendo como ignorantes a los analistas, dejando sin credibilidad a las televisoras, confundiendo a las propias autoridades que parecen haber terminado por creerse su propia propaganda. Quien haya visto por ejemplo la emisión de Primer plano del canal Once, el lunes 11, en la que varios académicos calificaron a los estudiantes de ``frustrados'' entenderán la gravedad de la crisis nacional.
9. Los estudiantes de la UNAM han mantenido por casi seis meses a uno de los movimientos sociales más significativos de finales de siglo, desafiando a la lógica neoliberal y al autoritarismo político, y a pesar de todos los obstáculos están triunfando, porque su fuerza principal es la de la razón, y porque poseen argumentos a los que nadie puede oponerse, como lo es el de que un Congreso democrático y resolutivo, que sería perfectamente legal, decida el futuro de la Universidad.
10. De ahí la importancia que tiene más que nunca el hecho de que la comunidad universitaria se movilice al margen de las instancias oficiales, y le diga sí a una Universidad democrática, autónoma y vinculada a los derechos de la nación, exigiendo, como hace nueve años, un Congreso democrático y resolutivo.