Robert Mundell obtuvo el premio Nobel de Economía ``por sus análisis de la política monetaria y fiscal, en diferentes sistemas de tipos de cambio y de las zonas monetarias óptimas'', lo que sirvió para el establecimiento de la moneda común europea. Precisamente por esas contribuciones, el Banco de México invitó a este economista canadiense a la Conferencia Monetaria México 1999, celebrada hace menos de dos semanas en Guanajuato, en la que se discutieron las alternativas monetarias en las condiciones particulares de nuestra inserción a la globalización.
Debido a esta coincidencia, resulta que el nuevo Nobel ha presentado una opinión sobre la posibilidad de dolarizar la economía mexicana que, por supuesto, adquiere un enorme peso. Por ello, en algunos medios escritos, la elección de Mundell es informada en las ocho columnas; por ello, también, el Banco de México ha tenido que pronunciarse sobre la propuesta de Mundell. Según se recogió en el periódico Reforma, que tuvo acceso a la reunión de Guanajuato, su análisis concluye que la adopción del dólar no es posible, señalando que previamente se requiere constituir un Consejo Monetario, como el argentino, pero que incorpore la corrección de los problemas observados en ese país, que garantice la estabilidad del tipo de cambio, al tiempo que actúa reduciendo las tasas de interés, de modo que logre estabilizarlas ``durante al menos dos ó tres generaciones''.
El tema monetario, en consecuencia, deriva al problema de la tasa de interés y, particularmente, al funcionamiento de la banca comercial. El Consejo Monetario propuesto tendría que imponer restricciones a las transacciones bancarias, sobre la base de su nivel de activos; de este modo, las funciones del Consejo no serían solamente las relacionadas con el tipo de cambio, aunque serían atendidas, sino funciones relativas al mercado de dinero. El centro de su planteamiento señala la exigencia de que haya un estricto control del déficit de las finanzas públicas, se abata la inflación a nivel del 5 por ciento, para poder proponerse el establecimiento de un tipo de cambio fijo.
La respuesta del Banco de México, a través de Ortiz, ha sido recurrente: ``nuestra consideración es que el tipo de cambio flexible ha servido bien a los intereses del país'', lo que, como es evidente, no está a discusión; la polémica que frecuentemente se presenta es si conviene sustituir nuestro mecanismo cambiario, en función de los requerimientos presentes y de las consecuencias del Tratado de Libre Comercio. El Banco de México soslaya la discusión central, no por tener desacuerdos de fondo con la dolarización, sino por considerar que no es éste el momento adecuado para discutirlo, dado que es evidente que la adopción de un tipo de cambio común es parte del proceso de integración que esta ocurriendo con Estados Unidos y Canadá.
Se soslaya, de la misma manera, la opinión de Mundell sobre los bancos y, particularmente, sobre su relación con la situación salarial. El señalamiento del economista canadiense es claro: ``los salarios en México jamás han recuperado su nivel previo a 1994. ¿Quién está pagando esto? ¿Los ricos? El sector financiero es el que está sacando las ganancias de esta situación, ellos saben como protegerse; los pobres son los que sufren con la inestabilidad monetaria y las devaluaciones''.
Ciertamente, los bancos comerciales mexicanos se mantienen en una situación crítica, con márgenes de maniobra reducidos, pero que les han permitido generar utilidades, pese a que la operación crediticia está prácticamente paralizada. Estos márgenes son, precisamente, los que derivan de una concepción en la que los bancos son entendidos como un negocio cualquiera, gobernado por las ``leyes del mercado'', dejando al Estado solamente la posibilidad de regular prudencialmente, lo que, como hemos vivido, no ha resultado muy eficiente.
La propuesta del Consejo Monetario de Mundell, conformado por las autoridades monetarias y de Hacienda ``y, sobre todo, de más de un partido político'', en el que se impongan restricciones al funcionamiento de la banca y en el que se trabaje para conservar tasas de interés bajas, merece ser considerada atentamente. Lo que definitivamente no puede ocurrir es que en un momento político como el que vive el país, en el que las fuerzas políticas se enfrentan en un terreno cada vez menos trascendente, se permita que PAN, PRD y PRI no se pronuncien con toda claridad en relación con estos aspectos, ciertamente fundamentales para el futuro de la nación y que este pronunciamiento no se valore al momento de la elección.