n Ofrecerá su relaboración del mito de Perséfone, en Guanajuato


Siempre existe un elemento trágico en la realidad, dice Robert Wilson

n El dramaturgo y escultor prepara un trabajo para evocar al narrador Edgar Allan Poe

n ''El teatro podría ser un cubo de cristal en el corazón de la manzana para reflejar el mundo''

Renato Ravelo, enviado, Guanajuato, Gto., 13 de octubre n Piensen con su cuerpo, la mente es sólo un músculo.

Es un consejo, un principio, una finalidad, una mentira. Robert Wilson, dramaturgo, escultor, revolucionador sin escuela, es quien lo dice. Su presencia, con su propuesta a la relaboración del mito de Perséfone es un extraño encuentro tardío con el espíritu que alguna vez fue robusto en este Festival Internacional Cervantino.

 

Trastocar el espacio

 

Cuando Wilson era niño, cuenta, a los doce años el insomnio lo despertaba con una obsesión: ''Tenía que sacar los platos de la cocina, para luego volverlos a ordenar".

Así le sucede con el espacio, lo voltea, lo trastoca, no lo deja en paz. Sus manos toman una grabadora en la charla con los medios y la ponen sobre otra. Baja el tono de la voz para decir en su inglés que no delata su origen texano (Waco, 1941): ''Si ponemos esta grabadora sobre esta otra, puede significar una cosa; si ponemos una piedra es una experiencia". Y la pone.

Wilson busca las ''experiencias" desde hace tres décadas: sorprendió al mundo con su Einstein on the beach, en un trabajo conjunto con el compositor Philip Glass, en lo que fue considerada una ópera definitiva y el inicio de una estrecha colaboración. Ahora trabaja en Edgar Allan Poe, algo que evoque al escritor sin referirlo. Y en esa búsqueda de experiencias ha laborado lo mismo con David Byrne que con William Burroughs, Allen Ginsberg, la soprano Jesye Norman, Lou Reed o Susan Sontag.

Dos palabras circulan como eco de su plática: alerta y memoria. Como hombre con vocación escénica tiene un manejo del tiempo especial, quizá derivado de la escena del hospital, como narró a este medio en Bogotá, Colombia, el año pasado:

''Conocí a Daniel Stern, que era jefe del departamento de sicología de la Universidad de Columbia. El cambió mi sentido de ver las cosas con un experimento que realizó con 300 mujeres, a las cuales filmó mientras acudían al grito de sus bebés recién nacidos. Caras de horror, de odio, resultaron al repetir la grabación cuadro por cuadro, algo que por supuesto las madres no podían admitir. A veces el cuerpo es más rápido de lo que pensamos."

Al final de cuentas, en la historia de las madres de los niños, se le hace notar, el resultado es un abrazo.

-ƑEso pasa en la realidad, que aunque late el drama triunfa la norma?

-Exactamente. Siempre hay un elemento trágico en la realidad. Esto lo entienden muy bien en las culturas filosóficas del este, con aquello del Yin y el Yang. Las máscaras de esquimales donde se mezclan el perro y el hombre, el oso y el pájaro.

''Veo a un oso polar -cuenta- en el zoológico de Nueva York. La primera impresión es que debe parecer loco o enjaulado. Pero en realidad, al llegar a la orilla, es cuando el oso sabe lo que sabe. Los actores alemanes, por ejemplo (e imita el ceño adusto y la inclinación de la cabeza), siempre andan así, y es que todo el tiempo están pensando y supongo que por eso les pesa la cabeza."

 

Respeto por el tiempo

 

Los alemanes, dice, sólo con el Bauhaus flexibilizaron un poco esa tendencia a realizar categorizaciones: ''En cambio, los italianos, en eso son especiales. En una revista sobre arquitectura se puede encontrar lo mismo algo de gastronomía que de moda. Eso es increíble".

Wilson, además de esa cercanía al espíritu renacentista, por llamarlo de alguna manera es provocador. Muchas de sus óperas han sido abucheadas por los más ortodoxos, que critican ese reacomodo de platos que realiza, aun poniéndolos en extraños equilibrios. Recientemente recibió un premio por escultura: ''No entendieron algunos artistas franceses mi instalación, porque también son dados a etiquetar".

Wilson, en esa obsesión por la ocupación del espacio, manifiesta no obstante un absoluto respeto por ''el tiempo que puede existir sin espacio, por un misterio. Cien mujeres pueden estar bailando, pero sólo una es la más bonita. Esa es la experiencia".

Y el tiempo de Wilson es el del suceso. Acaricia la tela de la mesa y el micrófono para decir: ''Cuando yo tenía 8 años visité a un tío en Nuevo México, que tenía una casa rústica. Lo único que me gustó fue una silla, 'qué bella' le dije. La navidad de dos años después me la regaló, porque entendió que no estaba interesado en playeras o juguetes. Cuando tenía 17 años mi primo me escribió para decirme que esa silla era suya. Se la regresé y desde entonces colecciono sillas. Creo que esa anécdota explica mi vocación de artista visual".

O la confunde, porque en realidad Wilson provoca la magia sin importar el truco verbal. Coherente a su afirmación de actuar con el cuerpo, de provocar la experiencia: ''Si hubiera estudiado teatro no estaría haciéndolo, porque es como caminar: puedes hablar sobre caminar, estudiar el caminar, pero sólo cuando lo haces lo entiendes".

 

Crear estructuras

 

Se le recuerda que en aquella charla en Bogotá, le señaló a Pablo Espinosa lo siguiente: ''Recuerdo la clase más importante de mi carrera universitaria de arquitectura, cuando una profesora nos dijo de repente: tienen tres minutos para diseñar una ciudad. Recuerdo que dibujé una manzana y en el centro un cubo de cristal. He pensado que el teatro podría ser ese cubo de cristal en el corazón de la manzana y que ahí se puede reflejar el universo".

-ƑCómo y por qué un cubo? -se le pregunta al creador.

Wilson sostiene que es porque en el teatro él busca hacer estructuras, que es lo artificial, la esencia del quehacer dramático, y así como en el centro medieval había una catedral, que explicaba el resto de la ciudad, en su versión de ciudad se ubica el teatro. Y el secreto de la construcción es que se trata de ''una lucha de contrarios, en la cual el talento radica en encontrar el correcto contrario. Cuando Romeo dice a Julieta 'I love you', miente y mal. Si yo les digo con un grito 'I want to kill you', no es tan violento como si lo digo con una sonrisa". Y sonríe: ''I want to kill you".