Ť Rusia casi aseguró el éxito de la primera fase de la operación terrestre


En juego, el futuro político de Putin por la intervención en Chechenia

Ť Anuncian las fuerzas de Grozny haber comenzado una contraofensiva en el norte del río Terek

Ť Continúan los bombardeos de Moscú y la búsqueda del jefe rebelde musulmán Shamil Bassaiev

Juan Pablo Duch, corresponsal, Moscú, 12 de octubre * Con el envío a Chechenia de un contingente militar de 50 mil hombres, que prácticamente ha asegurado el éxito de la primera fase de la operación terrestre rusa al establecer una "franja de seguridad" a lo largo del río Terek y ocupar un tercio de la rebelde república caucásica, el primer ministro Vladimir Putin puso en juego su futuro político.

Por lo pronto, las fuerzas chechenas anunciaron este martes haber comenzado una contraofensiva al norte del Terek, en la que aseguraron habrían causado unas 200 bajas rusas.

A su vez, Moscú continuó sus bombardeos sobre varias ciudades chechenas, mientras seguía su búsqueda del guerrillero separatista musulmán Shamil Bassaiev, a quien acusó hoy de preparar ataques contra emplazamientos nucleares rusos.

Después de tres semanas de hostilidades se ha llegado a un punto en que es impostergable tomar una decisión y de ésta depende si Putin fortalece sus aspiraciones de perfilarse como sucesor del presidente Boris Yeltsin o da por concluida su gestión como jefe de gobierno.

Putin sólo tiene dos opciones y ambas igualmente riesgosas.

Por un lado, puede hacer caso a los generales --y no son pocos-- que insisten en que el contexto es propicio para empezar el asalto de la capital chechena, Grozny, aunque ello implique trasladar los combates a zonas más adversas para las tropas federales y haga, por lo mismo, incierto el desenlace.

Por otro lado, puede retomar el plan inicial de consolidar la presencia rusa en la zona ocupada, apoyar a un gobierno paralelo y reubicar ahí a los más de 200 mil refugiados, creándoles condiciones mucho mejores que las que tienen quienes se quedaron "del otro lado" y comienzan a padecer la falta de alimentos, agua, electricidad y calefacción.

En este momento nadie se atreve en Moscú a aventurar un pronóstico, porque la guerra de Chechenia puede desarrollarse conforme a cualquier de los dos escenarios. Lo único que está fuera de discusión es que, en ambos casos, se requiere tiempo y, sobre todo, dinero.

La falta de esto último empieza a tener consecuencias serias: todos los oficiales y soldados del ejército ruso llevan un mes sin cobrar su salario, debido a que tuvieron que canalizarse esos recursos hacia el financiamiento de las acciones bélicas.

Disyuntivas bélica y económica

En una perspectiva de mediano plazo, la carga presupuestaria de la guerra podría afectar la economía toda, si se recuerda que el costo de la primera guerra ruso-chechena de 1994-1996 se estima en 5 mil 500 millones de dólares, un lujo que ya no puede permitirse Rusia.

Según cálculos del Ministerio de Defensa ruso, el establecimiento de la "franja de seguridad", de aquí a fines de año, representaría un gasto de 770 millones de dólares, una quinta parte del presupuesto militar, y para ese fin el gobierno tiene pre- visto destinar no más de 330 millones hasta fines de 1999 y 810 millones durante todo el año 2000.

De ese modo, la segunda variante que tiene sobre su escritorio el primer ministro Putin, no rebasar el río Terek, implica un gasto cinco veces menor que la sangría financiera que significó la anterior guerra, y es un sólido argumento a favor de no seguir adentrándose en territorio checheno.

Pero las tropas federales cada día están más cerca de Grozny y la toma de la capital tendría un impacto más favorable para instalar un gobierno leal a Moscú.

La decisión, cualquiera que sea, parece retrasarse por el hecho de que Putin no ha encontrado todavía una persona confiable que pueda hacerse cargo de los territorios "liberados" por las tropas del Kremlin.

La diáspora chechena en Moscú cuestiona la legitimidad del recién constituido Consejo de Estado, que encabeza el controvertido empresario Malik Saidulaiev, dueño de Russkoye Loto, la lotería privada más importante del país.

Adam Deniev, otro hombre de negocios residente en la capital rusa, también aspira a ser el próximo dirigente de Chechenia y hasta tuvo la ocurrencia de registrar una de sus empresas con la razón social de Gobierno Checheno en el Exilio S.A.

No está fuera de la jugada el eterno aspirante a líder checheno, Ruslan Jasbulatov, ex presidente del Parlamento ruso bombardeado en octubre de 1993 por Yeltsin, a quien últimamente se ha visto muy activo en los corredores de la Duma Estatal, quien cuenta ya con el apoyo de algunos grupos de legisladores.

Entre tanto, Moscú procura aprovechar las fisuras que han surgido en el entorno del presidente Aslan Masjadov: el mufti o máximo jerarca de los musulmanes de Chechenia, Ahmed-Jadzhi Kadyrov, entró en abierto conflicto con Masjadov y está aliado con el general Sulim Yamadaiev, también distanciado del líder checheno.

Kadyrov y Yamadaiev tienen viejas cuentas pendientes con los wahabitas y declararon la ciudad de Gudermez y sus alrededores "zona especial", no supeditada a Masjadov.

Está en puerta un entendimiento con Moscú: si las tropas federales respetan su estatus de neutralidad y no entran a Gudermez y poblados aledaños, no las combatirán ni ofrecerán apoyo alguno a los guerrilleros de Bassaiev.