Arnoldo Kraus
Austria 2005, Ƒo antes?
Parecen ser cuatro los tipos de habitantes de Austria: los que apoyan al gobernante Partido Social Demócrata, quienes aprueban al ultranacionalista Partido de la Libertad, los del conservador Partido del Pueblo y aquellos que se abstuvieron. Si bien la abstención parece más un fenómeno tercermundista emanado de la incultura y de la desazón hacia los políticos, parecería que en la civilizada Austria también se lee a Foucault.
Inmejorable por su sutileza y atemporalidad lo cito: "Durante milenios, el hombre siguió siendo lo que era para Aristóteles: un animal viviente con capacidad adicional para llevar una existencia política; el hombre moderno es en cambio un animal cuya política pone en cuestión su existencia como ser humano". En suma, abstenerse es permitir que los animales políticos perpetúen sus historias.
La distribución de los votos en los recientes comicios en Austria fue casi equitativa. El Partido de la Libertad, encabezado por Joerg Haider captó 27.2 por ciento de los votos, mientras que el primer lugar, el Social Demócrata, consiguió 33.3 por ciento de los sufragios. Los conservadores 26.9 por ciento. El partido de los no votantes corresponde a la cuarta parte de la población.
Fraternizar con Haider implica adherirse a su admiración por la filosofía nazi, a la política de empleo puesta en marcha por Hitler, a sus preceptos sobre los miembros de la policía nazi, "hombres de gran carácter a los que hay que homenajear". Haider ha dicho también que los campos de concentración fueron "centros punitivos" y que los extranjeros deberían ser expulsados, pues son sinónimo de criminales, ya que privan a los austriacos de empleo.
Sobresalen dos formas de analizar el fenómeno austriaco; o el partido gobernante ha sido ineficaz y ha empobrecido a la población, o, la semilla de la xenofobia y la discriminación no sólo es ajena a la civilización, sino que es factor fundamental, inextricable y ontogénicamente presente en buena parte de los europeos occidentales. Negar la segunda hipótesis parece imposible. Visitar Austria confirma que la primera es falsa: el promedio de vida de sus habitantes es muy bueno. ƑEntonces?
Hitler, austriaco antes que alemán, debió haber mamado buena parte de esa savia racista en casa, con los vecinos, en los bares y en la intolerancia austriaca que no ha dejado de circular por esas calles. El ascenso del partido de Haider, confirma que borrar la carga racista, es tan improbable como la utilidad de las palabras que se escriban en contra de esta conceptualización del mundo y de la vida. Sin embargo, hay que hacerlo.
El origen de este odio, Ƒcómo decirlo?, es un continuo histórico: largo, denso, casi cutáneo, ilocalizable en el tiempo y en la historia. Genético tal vez. O sea, en la sangre. O sea, siempre. Fracturar esa historia no es posible.
Pedirle a la cuarta parte ųy seguramente un poco másų de los austriacos que modifiquen su ser racista es tan difícil como solicitarles no ser lo que son: xenófobos, austriacos y en algunos casos asesinos. ƑColaboraron o no con Hitler? ƑCuántos "criminales" extranjeros han pasado por sus dagas o llamas? En esencia, el problema no es de los austriacos. Ellos lo empiezan a resolver: adherirse a las ideas de Haider es reforzar un destino manifiesto. El embrollo es entonces de quienes no aceptamos la intolerancia ni la higiene racial como forma de vida. Es también de quienes consideramos que la historia no sólo debe observarse, sino recordarse, sobre todo para intentar no repetir lo que debiera ser irrepetible.
Entre 1933 y 1939, el nacional socialismo y las doctrinas del darwinismo social crecieron a mansalva, sin alto, con mínimas voces antagónicas. Las ideas disidentes eran muy escasas incluso en las altas esferas académicas. Lo que debía esperarse de la razón y el conocimiento nunca sucedió. Los grados académicos y universitarios no sólo enmudecieron, sino que se convirtieron en cómplices cuya coparticipación no fue gratuita.
Durante el Tercer Reich, la mayoría de las universidades europeas sufrieron. Aquellos profesores que "no gustaban", sobre todo comunistas y judíos fueron despedidos y luego masacrados. Las vacantes eran fácilmente reemplazables por otros académicos cuyo currículo quedaba subordinado a su filiación pronazi. Importa en este contexto subrayar que ninguna facultad perdió tanto como la Facultad de Medicina de Viena. En las primeras semanas de marzo de 1938, durante el Anschluss ųla anexión de Austria a la alemania nazių, 153 de los 197 médicos judíos de esa escuela fueron despedidos. Su historia y destino bien valdría la pena otra entrega por lo que ahora la resumo: la mayoría emigraron, se suicidaron o murieron en campos de concentración. Lo cierto es que la razón desapareció ante el embate de la ideología nazi.
La historia no se repite sola. La repiten los humanos. Es probable que el ya no tan pequeño Haider será "un Hitler modificado" en el 2005. ƑO antes? *