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México, D.F. miércoles 13 de octubre de 1999
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PAKISTAN; GORILATO NUCLEAR

SOL El quebrantamiento del orden constitucional y el desplazamiento de los poderes civiles por poderes militares de facto resulta condenable en casi cualquier circunstancia y país; en Pakistán, el golpe de Estado perpetrado ayer contra el primer ministro Nawaz Sharif resulta, además, alarmante para toda la comunidad internacional, habida cuenta que los golpistas tienen en su poder un arsenal atómico, por rudimentario que sea, y que las relaciones de ese país con la vecina India se encuentran en una circunstancia cercana a la confrontación bélica.

Peor aún, una de las motivaciones más importantes del cuartelazo fue, al parecer, lo que los mandos castrenses consideraron una actitud claudicante de Sharif, quien, en respuesta a presiones estadunidenses, ordenó el retiro de los efectivos paquistaníes que en el verano pasado invadieron territorio indio, en la disputada Cachemira, y luego de escaramuzas que estuvieron cerca de desembocar en una cuarta guerra entre las dos naciones.

En suma, la cúpula castrense paquistaní, encabezada por el general Pervez Musharraf ųquien horas antes del golpe había sido destituido por Sharifų, parece dispuesta a desembarazarse, junto con el poder civil, de los últimos obstáculos que pudiera haber en el país para embarcarlo en una aventura bélica contra la India. Pero, a diferencia de las tres ocasiones anteriores en las que ambas naciones han llegado a la confrontación armada, ahora tanto Nueva Delhi como Islamabad disponen de armas nucleares, y este hecho coloca al mundo ante la perspectiva aterradora de un recurso a la fuerza atómica por primera vez desde 1945, cuando Wa-shington la empleó contra Japón.

Las incursiones de los militares paquistaníes contra el poder civil, recurrentes desde la independencia del país, a fines de los años 40, conforman una tradición golpista que, en los últimos meses del siglo, parece anacrónico y fuera de lugar. Para colmo, se trata de un gorilato provisto de artefactos nucleares y, a lo que puede verse, ansioso por emprender una aventura bélica que bien podría iniciarse con armas convencionales y derivar a una tragedia atómica de consecuencias difícilmente imaginables.

No puede omitirse la responsabilidad de Washington y de Pekín en el respaldo ųpor motivaciones geopolíticas diferentesų a las corrientes más guerreristas ųciviles y militaresų del espectro político paquistaní. Estados Unidos tuvo siempre en Pakistán a un aliado estratégico que compartía frontera con la desaparecida Unión Soviética. China, por su parte, azuzó a los militares de Islamabad contra la India, con la cual tiene añejas disputas territoriales. Tanto los chinos como los estadunidenses han provisto a los gobiernos de Islamabad con un flujo constante y masivo de armas y pertrechos, y existe la sospecha de que Pekín brindó a Pakistán una ayuda decisiva para que éste creara sus propias bombas atómicas.

En el escenario actual, la comunidad internacional tiene ante sí el difícil desafío de ejercer sobre los golpistas de Islamabad presiones suficientes para hacerlos desistir de sus afanes agresivos, sin que ello se traduzca en sufrimientos adicionales para una población de por sí depauperada y miserable cuyo gobierno posee, eso sí, armas nucleares y abundantes tanques, piezas de artillería y aviones de combate.


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