Ť Amalia Batista, canción que la concurrencia entonó en el homenaje al sonero
Melón ha sido y sigue siendo demasiadas cosas: Monsiváis
Merry Mac Masters Ť ''En ese paisaje a la vez ordenado y desordenado, en este desarreglo maravilloso de los sentidos, Melón ha sido demasiadas cosas y lo más significativo y mejor del caso es que lo sigue siendo", aseguró Carlos Monsiváis ante cerca de 600 personas que el pasado lunes dieron cuerpo a sus palabras al colmar el área de murales del Palacio de Bellas Artes, con motivo de los 50 años de sonero de Luis Angel Silva. En ese homenaje ''profunda y profusamente habitado", como lo llamó el escritor y periodista, Melón sería objeto de una ovación de pie al término de la mesa redonda.
A los años cincuenta se remitió Monsiváis, cuando el concepto de vida nocturna funcionaba con ''estremecimientos sicalípticos", pero no ''de miedo", cuando los antros todavía no se llamaban así y la rumba, ''por supuesto", no era cultura. Aunque aclaró jamás haber bailado ''ni con Lobo y Melón, ni Melón, ni con nadie", recordó cuando los estudiantes de Ciudad Universitaria ''cruzábamos el Distrito Federal para escuchar a un conjunto tropical". Dijo que en ese entonces lo tropical no tenía el aura cultural ni la fama extraordinaria de que hoy goza. Era ''música de la cachondería y del relajo, términos poco prestigiosos, aun si amparaban conductas mayoritarias". En el subsuelo síquico que la música manejaba, la rumba tenía ya como leyenda a la extraordinaria Celia Cruz, ''que es a la música antillana lo que Vicente Fox a la industria del calzado: un anuncio irremplazable".
El autor de Amor perdido señaló que su ''parálisis rumbera" ocurrió en el bar Manolo oyendo Por seguir tus huellas. Reconoció que en su condición militante de esa época ''acepté formar parte de un coro improvisado que seguía a los candidatos del PRI en sus giras por las colonias y los interrumpíamos cantando 'fueron tus promesas, falsos juramentos, palabras que el viento lejos se llevó'. Pensábamos que era muy ocurrente, pero no le parecía así a los guaruras que en ese tiempo se llamaban guardaespaldas antes de que el término adquiriese una connotación sexual. Nos corrían y eso frustró el debut político de un conjunto afromilitante".
Asimilar la tradición antillana
Siguió diciendo que ''en esos años los que luego serían políticos afamados e incluso hoy precandidatos del PRI a la Presidencia, y los que jamás seríamos sus votantes, bueno, sus votantes no ha sido casi nadie, íbamos por lo menos una vez cada 15 días a oír a Lobo y Melón. Nos sabíamos su repertorio. Elegíamos como canción predilecta Amalia Batista, que en 1959 nos mereció una parodia triunfalista como Fulgencio Batista, Fulgencio mayombe, y como himno secreto y público 'que se pare la bola', con su onomatopeya triunfal batiri batiri ba".
Pero, Ƒqué quiso decir esta música en los momentos de la emergencia del rock? Monsiváis contestó: ''En sinfonolas y en afamados tugurios Lobo y Melón asimilaron la tradición antillana y la mezclaron en la tradición del altiplano y su arrabal. Eso es lo que entonces me parecía muy significativo aunque me tardé 30 años en darme cuenta. La manera en que se cruzaban una tradición antillana con otra que venía del bolero, del danzón, del sonido arrastradito de los cuerpos que se juntaban con la licencia del baile. El trópico de cemento en una palabra".
Juan Bruno Tarraza recordó la exitosa temporada de su orquesta de "estrellas", en donde Melón era el cantante, en el salón Versalles del extinto hotel del Prado.
Cuando Melón bajó al vestíbulo con Jorge Legorreta, delegado en Cuauhtémoc, sus admiradores le pidieron que cantara. Parado en la escalinata, improvisó por décimas. Los gritos de ''sonero, sonero", no se hicieron esperar. En vez de "las mañanitas", la concurrencia le entonó Amalia Batista.