Elba Esther Gordillo
La ultraderecha no es la cuarta vía

En el complejo escenario europeo que ha experimentado en los últimos años el ascenso de la tercera vía (con presencia significativa en Gran Bretaña, Alemania e Italia), irrumpe la ultraderecha. En las elecciones legislativas del domingo 3 de octubre, en Austria, un sorprendente giro electoral llevó al más claro exponente de este extremismo, el Partido la Libertad, a convertirse en la segunda fuerza política al obtener 27.22 por ciento de los votos, mientras que el gobernante Partido Social Demócrata, al que pertenece el todavía canciller Viktor Klima, vio disminuir su fuerza al alcanzar 33.39 por ciento de los sufragios (apenas 6.17 puntos arriba), su peor resultado desde la Segunda Guerra Mundial. Finalmente, el conservador Partido del Pueblo, al que pertenece el vicecanciller y ministro del Exterior, Wolfgang Schussel, pasó de segundo a tercer lugar con 26.29 por ciento de los votos (menos de un punto de diferencia con la ultraderecha).

La permanencia del gobierno socialdemócrata, o el arribo de la ultraderecha, dependen ahora del Partido del Pueblo y de su decisión de perservar su alianza con los socialdemócratas o de aliarse con el Partido la Libertad.

El avance de la ultraderecha en Austria bajo la conducción de Haider, un hombre de 49 años, hijo de un zapatero que perteneció al nacionalsocialismo hitleriano, no se limita a esta nación, sino que se expande por Europa, como lo prueba la presencia de LePenn y su partido Fuerza Nueva en Francia e, incluso, ha trascendido los límites de Europa y ha dado la vuelta al mundo, que observa con preocupación y recelo el avance neonazi y de la ultraderecha en general.

A últimas fechas, Haider hizo declaraciones en las que alabó la política laboral de Hitler y aun afirmó que los campos de concentración sólo fueron ``campos punitivos''. Respecto a los veteranos de las fuerzas especiales nazis (las SS) dijo que eran hombres de carácter que merecían ser homenajeados. Por supuesto, se muestra partidario de las políticas antiinmigrantes, receptáculo de las fobias, frustraciones y paranoias de las democracias posindustriales.

La preocupación que ha despertado este avance ultraderechista es real. Una vez conocidos los resultados electorales, el primer ministro de Israel recomendó a los judíos en Austria salir de esa nación inmediatamente. Y ello ocurre a finales del siglo XX.

La campaña electoral de Haider ha sido calificada como racista, demagógica y autoritaria. Uno de los peligros que más se mencionan es la posibilidad de que se produzca un deterioro en las relaciones de Austria con sus socios comunitarios y, en general, con sus vecinos europeos.

De acuerdo con una encuesta realizada por el Instituto Austriaco de Demoscopia Fessel, el electorado se sintió muy atraído por la personalidad de Haider, antes que por su discurso xenófobo; sin embargo, es preocupante que su política racista ocupara el cuarto lugar en las razones de motivación del voto. Los electores le dieron mucha importancia a las denuncias de la ultraderecha sobre actos de corrupción dentro de las esferas de la política, al tiempo que buscaron votar por un cambio drástico en la dirección del país.

La ultraderecha encuentra en otros países de Europa, un número no despreciable de simpatizantes: 15.7 por ciento del electorado en Italia, 14.9 por ciento en Francia, 9.9 por ciento en Bélgica, y entre 5 y 10 por ciento en Alemania, Suecia y Finlandia, por citar casos significativos.

Una lectura de lo que ocurre asocia el avance de la ultraderecha a los espacios perdidos por una izquierda que manifiesta un problema de identidad, que va más allá de un simple ajuste en la línea política, y que requiere de un examen estructural de fondo que analice las características y el funcionamiento de la izquierda en Europa.

La socialdemocracia había logrado a lo largo de más de treinta años en el poder un equilibrio adecuado entre el crecimiento económico y la justicia social; no obstante, la política monetaria la ha llevado a poner en práctica ideas que parecen no diferenciarse en lo esencial de las que plantea la derecha.

Un observador atento de estos temas, Ugo Pipitone, sugiere examinar la experiencia de Austria como una lección para América Latina, en donde la izquierda también vive una crisis grave, que intenta resolver con salidas de corte mesiánico (Hugo Chávez) o revolucionario (FARC) sin reparar en que podría estar abriendo el paso a la ultraderecha.

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