Ť La agrupación arribó a Cuévano y ofreció su primer concierto
Arditti Quartet estableció un diálogo que devino discurso con matices sagrados
Ť En el templo de La Valenciana su sonoridad transitó del siglo XVIII a los umbrales del 2000
Ť Sorprendente, que ''hayamos creado un nuevo repertorio para cuarteto de cuerdas'', dicen
Angel Vargas, enviado, Guanajuato, Gto., 8 de octubre Ť Llegaron del Reino Unido para dar muestras de su arte, en un doble sentido. Por una parte, con una serie de conciertos y, por otra, con un taller dirigido a nueve compositores nacionales. El prestigiado cuarteto de cuerdas Arditti está en México, por segunda vez.
Luego de presentarse en el Palacio de Bellas Artes y en el Centro Nacional de las Artes, la agrupación fundada en 1974 por el violinista Irvine Arditti arribó a Cuévano para ofrecer un par de conciertos. En el primero, celebrado ayer en el templo de La Valenciana, su quehacer transitó del siglo XVIII a los umbrales del año 2000, con obras de Ludwig van Beethoven, Conlon Nancarrow, Julio Estrada, Gyorgy Ligeti e Iannis Xenakis.
La Grosse fuga (siglo XVIII) del compositor alemán fue la encargada de abrir la sesión. De aquélla, el cuarteto dice que se trata de ''un trampolín hacia las obras del siglo XX". Y por supuesto que tienen razón; la partitura, en instrumentos modernos, encuadraría en el heavy metal del clásico.
Los sonidos que se dibujan en la pieza representan un diálogo entre cuatro pronunciadas inteligencias, donde las ideas se yuxtaponen para concretarse en un discurso de tintes sagrados, de elocuencia arrebatadora y poética enorme. Las notas son un mar cuyas corrientes se encuentran para desembocar en calmado oleaje.
Si bien el Cuarteto no. I (1943), de Nancarrow, es un crisol de imágenes refulgentes que habla del futuro, mediante el entrecruce de operaciones matemáticas, la obra de Estrada, Ishini'ioni (1984-1990), transgrede abiertamente la frontera de la percepción. Lo onírico y lo fantástico en música. Viaje a los confines de la conciencia.
La danza de los dedos de los violinistas Graeme Jennings e Irvine Arditti, el violista Dov Scheindlin y el violonchelista Rohan de Saram decanta los acordes y armonías de la obra del compositor mexicano, para hacer una sesión de hipnotismo. Embelesante, aunque un tanto agresiva.
Al margen de la composición
Luego del intermedio, la cristalina música del Cuarteto no. 2 (1968) de Ligeti apareció en escena.
Humo expandido de manera lenta por el aire. Nunca termina por difuminarse. El tiempo devora al espacio en forma de instrumentos de cuerda.
Estrambótica, Tetras (1983), de Xenakis, cerró el programa. La obra toda, representación de la congruencia disfrazada de delirio. Efervescencia. Febrilidad. Revolución en sentimiento. Estallido interminable de disonancias.
Fin de concierto. Y el de hoy, aunque con programa diferente, será una delicia, seguramente. No es fortuito que Arditti Quartet esté entre los más destacados y virtuosos expositores de la música contemporánea. Su discografía supera los 50 títulos y algunos de ellos han merecido reconocimientos de relevancia, como el que le confirió Le Monde de la Musique ųcélebre por su seriedad y espíritu conservadorų por su trabajo con piezas de John Cage.
En breve charla posterior a su presentación, los músicos ingleses confesaron que al integrar el grupo, hace 25 años, nunca imaginaron que con su desempeño incitarían a los autores de las últimas décadas a realizar música de cámara, práctica un tanto relegada hasta hace unos lustros: ''En realidad es un poco sorprendente y difícil de entender que hemos creado un nuevo repertorio para cuartetos de cuerdas. Durante los primeros 10 o 15 años no estábamos muy concientes de lo que hacíamos, simplemente emprendíamos con vigor lo que nos habíamos propuesto. Si hace 25 años hubiéramos pensado que estábamos creando historia en el siglo XX, quizá no lo hubiéramos hecho tan bien. Creo que por ello los compositores están contentos de seguir creando para grupos que tocan juntos todo el tiempo".
Refirieron, asimismo, que sus constantes giras, así como su participación en seminarios y talleres los mantienen al margen de incursionar en la composición.
Sobre los talleres, apuntaron que el que impartieron en la ciudad de México hace unos días fue una experiencia muy valiosa tanto para los nueve músicos mexicanos participantes (Germán Romero, Mauricio Rodríguez, Georgina Derbez y Miguel Alcázar, entre otros) como para ellos.
Impartir talleres, una experiencia
Irvine Arditti señaló al respecto: ''De hecho fue la parte más importante de nuestra visita, porque nuestros conciertos se pueden escuchar en cualquier momento, pero organizar este tipo tan elaborado de talleres no. En él logramos comunicarnos con compositores mexicanos que de otra manera no tendríamos la oportunidad de conocer".
Señaló que se encontraron con obras muy interesantes que, incluso, después de ser pulidas, podrían ser integradas a su repertorio.
''El Festival Internacional Cervantino nos prometió que si encontrábamos algunas piezas interesantes nos invitarían en un momento dado para tocarlas. Definitivamente sí encontramos buenas piezas", concluyó Irvine Arditti.