Juan Arturo Brennan
Arditti: cuarteto feroz
Después de varios meses de relativa sequía en cuanto a la presencia de buenos músicos extranjeros en México, un súbito y abigarrado auge ha hecho casi imposible estar al día con la oferta musical del momento.
De entre los numerosos conciertos y recitales ocurridos en las últimas semanas, uno de los más notables fue sin duda el segundo concierto ofrecido por el Cuarteto Arditti en el Centro Nacional de las Artes. Quienes saben que este grupo se especializa exclusivamente en música contemporánea se sorprendieron de ver anunciada en el programa la Gran fuga Op. 133 de Beethoven, pieza aparentemente fuera de contexto en el repertorio usual de estos cuatro músicos. Sin embargo cualquier audición de esta extraña obra permite confirmar que, en efecto, parece haber sido compuesta con medio siglo de adelanto por un Beethoven que evidentemente estaba en un importante punto de inflexión en el desarrollo de su pensamiento musical.
Escuchar la Gran fuga tocada por el Arditti es aún más asombroso, debido al peculiar enfoque interpretativo. Mucho se podría decir respecto a arcadas, dinámicas, timbres, balance, fraseo, articulaciones, pero es suficiente afirmar que el cuarteto aplicó a Beethoven los mismos parámetros estilísticos que aplica al grueso de su repertorio del siglo XX. De ahí surgió una lectura intensa, ríspida, feroz, que hizo resaltar con fuerza y claridad inusitadas las futuristas propuestas estructurales de Beethoven en ésta, una de sus obras más tardías. Una interpretación de alto voltaje, sorprendente, y no apta para quienes prefieren su Beethoven menos condimentado.
Durante el resto del programa, Arditti atacó un repertorio contemporáneo, iniciando con el Primer cuarteto de Conlon Nancarrow. Entre muchas otras virtudes, los intérpretes lucieron una asombrosa capacidad para resolver los acertijos rítmicos planteados por el compositor, que están apenas a un paso de convertirse en la densa polirritmia que Nancarrow resolvería en otras obras suyas mediante los pianos mecánicos. Muy buena resolución, también, de los ámbitos más expansivos del movimiento central, en el que resuenan las sombras del blues, expresión que le fue cercana a Nancarrow.
Después de éste tocó turno a la compositora mexicana Hilda Paredes, con su pieza U YU T'AN, complejo discurso estructurado a partir de divergencias más que de coincidencias. Se trata de una obra caracterizada por una rica exploración tímbrica, al grado de que la forma general parece estar anclada en la progresión y la variedad colorística. En medio de las divergencias ya mencionadas, las esporádicas tangentes y puntos de contacto entre los cuatro instrumentos están bien logrados. En U YU T'AN, la compositora muestra una sólida intuición para el contraste y hace un uso generoso de un elemento sonoro que suele ser olvidado en muchas expresiones musicales de nuestro tiempo: el silencio. El cuarteto transitó con notable eficacia por las complejidades de esta madura y satisfactoria obra de Hilda Paredes.
En el Segundo cuarteto, de György Ligeti, que Arditti interpretó después, el acierto más notable (uno entre muchos) fue el de balancear inteligentemente la vasta gama de texturas e intensidades contenidas en la obra, tratadas continuamente a base de altos y súbitos contrastes, difíciles de manejar. Especialmente sólidos resultaron los pasajes en los que, con sólo cuatro instrumentos, Ligeti logra momentos sonoros similares a los que caracterizan obras suyas como Atmósferas, concebida para un numeroso grupo orquestal. Interpretaciones como la de este cuarteto de Ligeti son las que han dado a Arditti la merecida reputación que tiene.
El programa concluyó con otro reto formidable: Tetras, de Iannis Xenakis, pieza en la que el compositor lleva a extremos de enorme rigor su exploración de todos los posibles medios de producción sonora, obteniendo de los instrumentos de cuerda colores y sonidos que por momentos parecieran surgir del ámbito de la música concreta o de la manipulación electroacústica. A lo largo de la ejecución de estas cinco obras, Arditti demostró las cualidades que lo han llevado a ser el paradigma ineludible en lo que a la música contemporánea para cuarteto se refiere. Enorme rigor, concentración y exigencia, cualidades que aplicaron sin reservas a las obras y compositores del breve taller que dirigieron durante su estancia en México.