Elena Poniatowska
La Belisario Domínguez, a Carlos Fuentes
El 24 de junio de 1952, el Senado instituyó la medalla Belisario Domínguez para otorgarla cada 7 de octubre, aniversario de la muerte de don Belisario Domínguez, a un mexicano distinguido.
Nacido en Comitán, Chiapas, en 1863, el doctor Belisario Domínguez fue cirujano y oculista y se recibió en París. Nacido en Panamá en 1928, Carlos Fuentes fue cofundador de la Revista Mexicana de Literatura y publicó su primer libro de cuentos, Los días enmascarados, en 1955, para entregarnos tres años más tarde su novela fundacional, La región más transparente.
En 1903, Belisario Domínguez publicó Chiapas, texto de denuncia de la miseria del estado, y casi al mismo tiempo lanzó en Comitán el periódico literario El Vate, del que circularon cuatro números. Fundador de la revista El Espectador, en 1959, con Manuel Marcué Pardiñas, Luis Villoro, Jaime García Terrés, Francisco López Cámara, Enrique González Pedrero y Víctor Flores Olea, Carlos Fuentes denunció las lacras gubernamentales y urgió a la creación de una nueva izquierda culta, informada y sobre todo antidogmática, lo que dio lugar a la revista Política, de vida mucho más duradera (1961-1967) que la de El Espectador. Sus miembros apoyaron la revolución cubana (sobre la que García Terrés escribió un largo y emotivo ensayo), la revolución sandinista, y al hablar de Centroamérica, Fuentes defendió siempre la soberanía nacional y sostuvo que no hay ``buenas'' intervenciones. Volvió a repetirlo en 1983 en la Universidad de Harvard al recibir el doctorado honoris causa en derecho, el 9 de junio de 1983 en Cambridge, Massachusetts. ``Si los Estados Unidos se sienten autorizados a intervenir en Centroamérica para extinguir un fuego en su `patio delantero' --qué bueno que ya no somos `el patio trasero'--, entonces la Unión Soviética también se siente autorizada para jugar al bombero en todos sus patios delanteros y traseros, de Polonia a Afganistán''.
Elegido presidente municipal de Comitán y senador suplente por Chiapas, Belisario Domínguez defendió la permanencia de los poderes estatales en Tuxtla contra quienes querían trasladarlos a San Cristóbal, y años más tarde, ante el cuartelazo de Victoriano Huerta, intentó pronunciar un discurso de condena en el Senado, y como fue agredido y abucheado, mandó imprimir y publicar su texto, en el que acusaba a Huerta de ``asesino'' y ``traidor'' y pedía su destitución. En respuesta, Victoriano Huerta ordenó su asesinato, que ocurrió en Coyoacán el 7 de octubre. A partir de su muerte, circuló el rumor cada vez más hiriente de que Aureliano Urrutia, médico personal de Huerta, le había arrancado la lengua por orden de su jefe.
Desde La región más transparente, Fuentes se ha dedicado a decirnos y a decirle al mundo qué cosa es México y qué cosa somos nosotros. Más que ningún otro escritor mexicano, logró demostrar que ser novelista es una profesión que exige una entrega absoluta y un respeto también absoluto.
Antes no lo sabíamos. El extraordinario autor de La sombra del caudillo y Memorias de Pancho Villa, Martín Luis Guzmán, ejerció la literatura como un oficio más. Siempre tuvo algún puesto oficial. Alfonso Reyes, nuestro don Alfonso, le aconsejó a Fuentes que ingresara a la Facultad de Leyes porque ser escritor no era una profesión decente, redituable o de fiar. Más tarde podría dedicarse a escribir; ahora de joven, debía trabajar en serio. Fuentes ``profesionalizó'' la escritura en un país brutal y, como nos lo dice a lo largo de su trayectoria de novelista, carnavalesco, traidor y delirante.
La medalla Belisario Domínguez es un reconocimiento nuevo en la ascendente carrera de Fuentes, que se inició con el Rómulo Gallegos, el Nacional de Literatura, el Menéndez Pelayo y el Príncipe de Asturias, entre otra infinidad de premios y medallas y doctorados italianos, franceses, españoles, alemanes y norteamericanos, pero ahora no se trata de un premio literario sino de un premio a su conducta cívica. En su tarea de ciudadano de México, Fuentes, en Europa y en Estados Unidos, se ha aliado a las mejores causas de nuestro continente y ha criticado la política estadunidense del big stick desde dentro, atenido a las consecuencias. Además de múltiples artículos y declaraciones, habría que recordar cómo le respondió a Bill Moyers en una entrevista televisiva para tener una idea clara de hasta qué punto sabe defender a México.
Ya en su discurso al recibir el Premio Príncipe de Asturias, en 1994, Fuentes había hablado de la muerte de niños asesinados por vigilantes en las calles de Río de Janeiro, niños asesinados por otros niños en los guetos de Chicago, niños asesinados al azar por el tiroteo entre pandillas en Nueva York. Este domingo 3 de octubre, convocado por el presidente vitalicio de Colombia, Belisario Betancur, al informe sobre el estado mundial de la infancia, Carlos Fuentes (a través de un video filmado en Londres) aseguró al Unicef que América Latina era un continente de ricos poblado por miserables y lamentó específicamente que la mitad de su población de 400 millones sobreviviera con menos de 60 dólares al mes. Habló de los abismos de pobreza, las desigualdades brutales en nuestras sociedades, cuyas víctimas principales son los niños.
Más de 90 millones de niños, niñas y adolescentes en América Latina y el Caribe viven aún en condiciones de riesgo y pobreza. Más de 500 mil niños mueren anualmente por enfermedades curables como diarreas e infecciones respiratorias. Más de un millón de niños en la región se quedan sin registrar, con lo cual no tienen acceso a los servicios básicos de salud y educación. Los niños en estado de riesgo crecen rápidamente y la violencia es una de las principales causas de muerte entre los niños de cinco a 14 años.
Si Héctor Aguilar Camín aseguró: ``Nuestros países serán mañana exactamente lo que son nuestros niños hoy'', Carlos Fuentes miró a los niños a los ojos y se preguntó a sí mismo lo que cree que ellos habrían reclamado. ``¿Qué hiciste por mí? ¿Por qué te equivocaste?'' No me cabe la menor duda de que al ver a esos niños Carlos Fuentes pensó en su propio niño, porque, aun ya crecidos, nuestros hijos son siempre ``los niños'', nuestros niños, aquellos por quienes hemos luchado y hemos metido la pata, hemos atravesado precipicios y nos hemos quedado al borde paralizados sin saber cómo reaccionar; nuestros niños que son los niños del mundo entero, nuestros hijos que tienen un gran signo de interrogación en las pupilas; nuestros niños que son los de Chiapas, la tierra del contestatario Belisario Domínguez y que hoy demandan nuestra atención porque éste ya es un asunto de vergüenza.
La infancia es una de las primeras prioridades en las políticas sociales, yo diría que la primera. Carlos Fuentes, con la medalla Belisario Domínguez (quizá la más honrosa presea mexicana porque recuerda a un hombre honesto y con agallas) puede hoy escribirles a los niños de América Latina su mejor carta de recomendación.