La Jornada miércoles 6 de octubre de 1999

José Steinsleger
Infancia: un paso adelante, dos pasos atrás

El Manifiesto por la infancia y la adolescencia de América Latina y el Caribe, firmado por un grupo de personalidades de la cultura iberoamericana, revela un retroceso conceptual en torno a los problemas que atraviesan las niñas y los niños del con- tinente (Unicef, México, DF, 2 de octubre de 1999).

Me pregunto si a fines de siglo la cultura latinoamericana perdió la ocasión de fijar posiciones más críticas y menos formales ante los insostenibles problemas de la infancia. De los 22 firmantes... Ƒhubiesen los ausentes afilado con más tino la redacción final del documento? Porque, justamente, se trata de un reducido número de escritores que desde siempre alzaron su voz para difundir las causas reales de una situación aberrante.

Resulta entonces desconcertante que al hablar de "políticas públicas", el manifiesto se refiera a "...incluso aquellas formuladas durante periodos de crisis, emergencia o ajuste estructural". ƑCómo situar este "incluso"? Siento que Saramago, Galeano, Sábato, Amado o Benedetti hubiesen objetado el párrafo. ƑNo son ellos quienes han dicho que los "periodos de crisis" devinieron en los noventa en crónica diaria del "ajuste estructural"? ƑNo son ellos quienes dicen que la utopía es lo contrario del fatalismo, la acriticidad y la complacencia?

Tampoco la inclusión de términos como "políticas públicas" es inocente. Por un lado, suena parecido a "políticas sociales". Por el otro, forman parte de la copiosa jerga neoliberal que, embutida en documentos altruistas, consagra la moda del consenso como forma superior del olvido.

En medio siglo de historia, y gracias a directores visionarios como James Grant (1922-95), Unicef trascendió, porque desde su fundación (1946) y hasta la llegada de Grant, en 1980, la organización sólo era conocida como distribuidora de vacunas y tarjetas de Navidad. Orientación que precisamente Grant combatió hasta el fin de sus días porque vislumbraba la "decadencia que tendría el espíritu solidario de nuestra época".

Advertía Grant: "En las condiciones actuales, y ante la ausencia de un compromiso claro de prioridad por la infancia y la vida, la salud, el desarrollo y la educación, millones de niños en los noventa volverán a ser inmolados inevitablemente en el altar de la deuda externa y los programas de ajuste" (Alasei, México, noviembre de 1988).

Once años después, cuando los niños de los noventa fueron inmolados en el altar de la deuda, el Manifiesto de México no se da por enterado. Por el contrario, convoca a un "pacto social" (?), flamante neologismo de la "tercera vía" que amenaza con martillar nuestros cerebros diez años más. Hasta inventar otro.

A pocas semanas de su fallecimiento, Grant dijo: "Ha llegado el momento de dejar de considerar la protección del desarrollo físico y mental de los niños como preocupación periférica que merece una dosis adicional de simpatía y caridad y empezar a reconocer que se trata de una cuestión central de desarrollo" (La Nación, Santiago de Chile, 19.2.95).

Uno se pregunta si hubiese sido muy problemático decir que en los noventa los gobiernos no sólo incumplieron los compromisos contraídos en Nueva York (1990), sino que vendieron el futuro de los niños como turrones en promoción. ƑQué compromisos políticos o diplomáticos lo impedián? Poco y nada pueden los manifiestos contra la realidad. Pero al menos pueden denunciar por qué la realidad de la infancia sigue siendo una mierda.

También llamaron la atención ausencia como la de José Louzeiro, con varias novelas y guiones de cine exitosos sobre la infancia de Brasil, la de escritores hispanocaribeños (Unicef-México incluye nada menos que a Cuba) y la de Juan Gelman, Premio Nacional de Poesía de Argentina. La presencia de Gelman, residente en México, hubiera sido invaluable, pues a propósito de infancia y adolescencia, se trata de un poeta que consiguió destituir del cargo a un poderoso general en funciones, ex jefe del campo de concentración donde murieron su hijo, nuera y desapareció su nieto, caso legal sin pre- cedentes en la historia universal de la cultura.

En todo caso, el manifiesto calza con la asepsia que actualmente rige la política de Unicef. No bien expiró Grant, la organización viró de la utopía político-estructural a la "eficiencia" político-gerencial. De lo contrario, cabría pregun- tarse por qué la irradiación esclarecedora que Unicef representó en épocas recientes, acabó sofocada en la disneylandización de los afectos.

Plagado de lugares comunes y datos recurrentes, el manifiesto empieza con una frase astronáutica: "En las puertas del próximo milenio, el hombre está conquistando las estrellas, pero aquí en la Tierra no ha llegado al corazón de los hombres". Y acaba con otra digna de grabar en un acelerador de partículas: "Más que un nuevo milenio, nuestros niños, niñas y adolescentes esperan la llegada del amor". Hubo coro infantil. Faltaron los violines.