Emilio Pradilla Cobos
El descolorido debate priísta
El debate entre los precandidatos del PRI a la jefatura de Gobierno del DF del 29 de septiembre, al igual que el de sus precandidatos a la Presidencia, fue un espectáculo publicitario de alto costo, que alguien pagó, y mostró la relación de mutuo beneficio entre las empresas de televisión y radio y el PRI-gobierno.
La amplia difusión de esta descolorida y pobre pasarela contrasta con la casi nula cobertura dada al segundo Informe de Gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas el 17 de septiembre, o a la toma de posesión de Rosario Robles en su sustitución.
Esta exhibición de aspirantes no merece el nombre de debate. Los tres priístas (Campa, Fernández y Silva Herzog) gastaron gran parte del tiempo en contarnos su historia político-burocrática, elogiarse y tratar de hacernos creer en su "capacidad", "juventud", "madurez", "experiencia" o "dureza" para ejercer el cargo: tenían razón, pues pocos capitalinos los conocen por sus aportes al desarrollo de la ciudad.
Como magos de fiesta infantil trataron, en vano, ocultar que los graves problemas, a los que ofrecían tan fácil solución, son producto de varias décadas de gobiernos priístas --con los que colaboraron--, que impusieron su voluntad a la ciudad hasta hace 21 meses, cuando los ciudadanos les dijeron "ya basta".
Los tres precandidatos, incluido Campa, que buscó diferenciarse mediante su autodeclarado "amplio conocimiento de la realidad capitalina", mostraron una gran ignorancia sobre la naturaleza estructural de la crisis en que el PRI dejó a la ciudad, y su relación causal con la política económica y social neoliberal aplicada a nivel federal.
La retahíla atropellada de promesas, sin ninguna mención de las causas de los problemas, ni coherencia interna, careció de soporte en la realidad, y el "cómo hacerlo" brilló por su ausencia. Sólo Silva Herzog recordó que el Distrito Federal es parte de la metrópolis, inserta en un proceso de conurbación en la región centro, pero tampoco dijo cómo lograr la concertación de acciones para garantizar el desarrollo del todo. Nadie mencionó la urgente conclusión de la reforma política para la ciudad de México.
Nos vendieron nuevamente la vieja mercancía de las obras monumentales de hidráulica, vialidad y especulación inmobiliaria, que hoy son problemas y no soluciones. Irresponsablemente, sostuvieron que la ciudad puede y debe seguir creciendo en población y en hegemonía, sin tener en cuenta que ha llegado a los límites de sustentabilidad social y ambiental.
Repitieron las promesas de creación de miles de empleos, recuperación de los salarios y construcción de mucha vivienda, pero no dijeron cómo ni con qué, ni por qué su partido no lo ha logrado en el DF y el país, pero sí ha producido un brutal y generalizado empobrecimiento de la población.
Cuando Silva preguntó a Campa sobre el costo de sus promesas, éste le recordó el monto del presupuesto del DF, e hizo una proyección; pero ocultó que el de 1999 fue recortado por la alianza PRI-PAN, y que su pronóstico sólo se cumpliría como concesión de la misma alianza si los ciudadanos cometen el error de darles nuevamente la mayoría.
El autoritarismo priísta afloró en temas como el combate a la delincuencia, reducido a juego de policías y ladrones sin factores socioeconómicos, y la educación --la Universidad del DF--; salpicaron el discurso de palabras como "dureza", "firmeza", "autoridad" y otras del viejo diccionario. Aunque Campa trató de emular a Madrazo, nunca hubo debate, y mucho menos confrontación de ideas y propuestas. Las empresas encuestadoras debieron tener problemas para sacar un "ganador" de este chato ejercicio demagógico, donde los grandes ausentes fueron los sectores mayoritarios urbanos hundidos en la pobreza, el desempleo, la informalidad y la exclusión por 18 años de neoliberalismo priísta.
Queda, sin embargo, una lección: los candidatos de las fuerzas democráticas al Ejecutivo y Legislativo del DF tienen la obligación de abandonar la fraseología priísta, oponiéndole propuestas a la ciudadanía --diferentes a las promesas, ofertas o compromisos tradicionales--, rigurosamente anclados en el análisis, estructuradas y viables, que profundicen y amplíen el cambio estructural iniciado por el gobierno de Cárdenas.